quarta-feira, 31 de março de 2010

CNBB: Nota de solidariedade ao Papa Bento XVI



O povo católico de todo o mundo acompanha, com profunda dor no coração, as denúncias de inúmeros casos de abuso sexual de crianças e adolescentes praticado por pessoas ligadas à Igreja, particularmente padres e religiosos. A imprensa tem noticiado com insistência incomum, casos acontecidos nos Estados Unidos, na Alemanha, na Irlanda, e também no Brasil.

Sem temer a verdade, o Papa Bento XVI não só reconheceu publicamente esses graves erros de membros da Igreja, como também pediu perdão por eles. Disso nos dá testemunho a carta pastoral que o Santo Padre enviou aos católicos da Irlanda e que pode se estender aos católicos de todo o mundo.

Mais do que isso, Bento XVI não receou manifestar seu constrangimento e vergonha diante desses atos que macularam a própria Igreja. Firme, o Papa condenou a atitude dos que conduziram tais casos de maneira inadequada e, com determinação, afirmou que os envolvidos devem ser julgados pelos tribunais de justiça. Não faltou ao Papa, também, mostrar a todos o horizonte da misericórdia de Deus, a única capaz de ajudar a pessoa humana a superar seus traumas e fracassos.

Às vítimas o Papa expressou ter consciência do mal irreparável a que foram submetidas. Disse Bento XVI: “Sofrestes tremendamente e por isto sinto profundo desgosto. Sei que nada pode cancelar o mal que suportastes. Foi traída a vossa confiança e violada a vossa dignidade. É compreensível que vos seja difícil perdoar ou reconciliar-vos com a Igreja. Em seu nome expresso abertamente a vergonha e o remorso que todos sentimos”.

Essa coragem do Sucessor de Pedro nos coloca a todos em estado de alerta. Meditamos sobre esses atos objetivamente graves, e estamos certos de que – como fez o Papa – devem ser enfrentados com absoluta firmeza e coragem.

É de se lamentar, no entanto, que a divulgação de notícias relativas a esses crimes injustificáveis se transforme numa campanha difamatória contra a Igreja Católica e contra o Papa. Deixam-nos particularmente perplexos os ataques freqüentes e sistemáticos, ao Papa Bento XVI, como se o então Cardeal Ratzinger tivesse sido descuidado diante dessa prática abominável ou com ela conivente. No entanto, uma análise objetiva dos fatos e depoimentos dos próprios envolvidos nos escândalos revela a fragilidade dessas acusações. O Papa, ao reconhecer publicamente os erros de membros da Igreja e ao pedir perdão por esta prática, não merecia esse tratamento, que fere, também, grande parte do povo brasileiro, que sofre com esses momentos difíceis, e reza pelas vítimas e seus familiares, pelos culpados, mas também pelas dezenas de milhares de sacerdotes que, no mundo todo, procuram honrar sua vocação.

De fato, “a imensa maioria de nossos sacerdotes não está envolvida nesta problemática gravemente condenável. Provavelmente, não chegam a 1% os envolvidos. Ao contrário, os demais 99% de nossos sacerdotes, de modo geral, são homens de Deus, dignos, honestos e incansáveis na doação de todas as suas energias ao seu ministério, à evangelização, em favor do povo, especialmente a serviço dos pobres e dos marginalizados, dos excluídos e dos injustiçados, dos desesperados e sofridos de todo tipo” (cf. Cardeal Cláudio Hummes, 12ºENP).

No momento em que a Igreja Católica e a própria pessoa do Santo Padre sofrem duros e injustos ataques, a Conferência Nacional dos Bispos do Brasil manifesta sua mais profunda união com o Papa Bento XVI e sua plena adesão e total fidelidade ao Sucessor de Pedro.

A Páscoa de Cristo, que celebramos nesta semana, nos leva a afirmar com o apóstolo Paulo: “Somos afligidos de todos os lados, mas não vencidos pela angústia; postos em apuros, mas não desesperançados; perseguidos, mas não desamparados; derrubados, mas não aniquilados” (2Cor 4,8-9). Nossa fé nos garante a certeza da vitória da luz sobre as trevas; do bem sobre o mal; da vida sobre a morte.

Fonte: CNBB

terça-feira, 30 de março de 2010

Un obispo escribe al Papa Benedicto XVI



Ofrecemos nuestra traducción de La Buhardilla del bellísimo testimonio de un obispo italiano, Mons. Luigi Negri, que decidió enviar una carta al Santo Padre Benedicto XVI ante los violentos ataques de los que el Pontífice está siendo objeto en estos días, recorriendo, de este modo, su propio ”vía crucis”.

Santidad,

La mentira y la violencia diabólica se abalanzan, cada día, sobre su Sagrada Persona.

Usted vive frente a toda la Iglesia una singularísima participación en la Pasión del Señor Jesucristo.

Frente a la Iglesia y al mundo, usted está recorriendo la “vía dolorosa”. Siéntanos junto a usted, con un afecto infinito y con la voluntad de confortar, en lo que podamos, este dolor suyo. En su dolor, Santidad, vibra ya todo el poder de Dios que, en este dolor y por este dolor, vence hoy el mal del mundo.

Un grandísimo y común amigo, el Presidente Marcello Pera, me escribió en estos días: cómo es posible que mil millones de cristianos asistan en silencio e impotentes al intento de destruir al Papa, sin darse cuenta de que, después de esto, no habrá más salvación para nadie.

Santidad, es necesario que todos nosotros trabajemos, bajo usted, en una gran reforma de la inteligencia y del corazón de la Iglesia, fundada en la adhesión incondicional a su Magisterio.

Sólo esto puede profundizar el sentido de nuestra dignidad, frente a nosotros mismos y al mundo, y de la inderogable tarea de la misión, que se nos ha conferido por nuestro bautismo.

Demasiadas malas teologías, demasiadas exégesis vacías, muchas veces en explícito desacuerdo con su Magisterio, envilecen hoy la cultura de la Iglesia.

A esta gran reforma de la inteligencia y del corazón de la Iglesia seguirá necesariamente una verdadera reforma moral, premisa de un nuevo florecimiento de santidad. Y así reflorecerá la misión de la Iglesia en este mundo, fuerte, alegre y sacrificada. En los momentos más graves de su historia, la Iglesia siempre experimentó todo esto. Hoy, como entonces, acogeremos la gracia de este sufrimiento para vivir también más profundamente nuestras responsabilidades.

Santidad, usted conoce nuestros corazones, sabe que nos uniremos en un abrazo a su persona, prontos a morir por usted y por la Iglesia.

Santidad, perdone nuestro atrevimiento y bendíganos.

27 de marzo de 2010

Mons. Luigi Negri
Obispo de San Marino-Montefeltro

Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger

segunda-feira, 29 de março de 2010

OREMUS PRO PONTIFICE NOSTRO BENEDICTO



℣.Oremus pro Pontifice nostro Benedicto.
℟. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.

℣. Tu es Petrus,
℟. Et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam.

Oremus. Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum Benedictum, quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum, Dominum nostrum. Amen.

℣. Oremos pelo nosso Pontífice Bento
℟.O Senhor o guarde e o fortaleça, lhe dê a felicidade nesta terra e não o abandone á perversidade dos seus inimigos.

℣. Tu és Pedro!
℟. E sobre esta pedra edificarei a minha Igreja!

Oremos. Ó Deus Pastor e guia dos vossos fiéis, olhai com bondade o vosso servo, o Papa Bento, que constituístes Pastor da vossa Igreja; dai-lhe, por sua palavra e exemplo, velar sobre o rebanho que lhe foi confiado para chegar com ele à vida eterna. Por Cristo nosso Senhor. Amém

sexta-feira, 26 de março de 2010

La reforma de Benedicto XVI



Entrevista al teólogo y liturgista Nicola Bux

ROMA, martes 23 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- En julio de 2007, con el Motu Proprio Summorum Pontificum, el Pontífice Benedicto XVI restableció la celebración de la Misa según el rito tridentino.

El hecho suscitó una revulsión. Se elevaron vibrantes voces de protesta, pero también aclamaciones valerosas.

Para explicar el sentido y la práctica de la reforma litúrgica de Benedicto XVI, Nicola Bux, sacerdote y experto en liturgia oriental, así como consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, ha publicado el libro La riforma di Benedetto XVI. La liturgia tra innovazione e tradizione (Piemme, Casale Monferrato 2008), con prólogo de Vittorio Messori.

En el libro, el experto explica que la recuperación del rito latino no es un paso atrás, una vuelta a los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II, sino un mirar adelante, recuperando de la tradición pasada lo más bello y significativo que ésta puede ofrecer a la vida presente de la Iglesia.

Según Bux, lo que el Pontífice quiere hacer en su paciente obra de reforma es renovar la vida del cristiano, los gestos, las palabras, el tiempo cotidiano restaurando en la liturgia un sabio equilibrio entre innovación y tradición. Haciendo con ello surgir la imagen de una Iglesia siempre en camino, capaz de reflexionar sobre sí misma y de valorar los tesoros de los que es rico su depósito milenario.

Para intentar profundizar el significado y el sentido de la Liturgia, sus cambios, la relación con la tradición y el misterio del lenguaje con Dios, ZENIT ha entrevistado a Nicola Bux.

- ¿Qué es la liturgia y por qué es tan importante para la Iglesia y para el pueblo cristiano?

Bux: La sagrada liturgia es el tiempo y el lugar en el que seguramente Dios sale al encuentro del hombre. Por tanto, el método para entrar en relación con él es precisamente el de rendirle culto: Él nos habla y nosotros le respondemos; le damos gracias y Él se comunica a nosotros. El culto, del latín colere, cultivar una relación importante, pertenece al sentido religioso del hombre, en toda religión desde tiempos inmemoriales.

Para el pueblo cristiano, la sagrada liturgia y el culto divino realizan por tanto la relación con cuanto tiene de más querido, Jesucristo Dios – el atributo sagrada significa que en ella tocamos su presencia divina. Por esto la liturgia es la realidad y la actividad más importante para la Iglesia.

- ¿En qué consiste la reforma de Benedicto XVI y por qué ha suscitado tantas reacciones?

Bux: La reforma de la liturgia, término a entender, según la Constitución litúrgica del Concilio Vaticano II, como instauratio, es decir, como restablecimiento en el lugar correcto de la vida eclesial, no comienza con Benedicto XVI sino con la historia misma de la Iglesia, desde los apóstoles a la época de los mártires, con el papa Dámaso hasta Gregorio Magno, desde Pío V y Pío X a Pío XII y Pablo VI. La instauratio es continua, porque el riesgo de que la liturgia decaiga de su lugar, que es el de ser fuente de la vida cristiana, existe siempre; la decadencia viene cuando se somete el culto divino al sentimentalismo y al activismo personales de clérigos y laicos, que penetrando en él lo transforman en obra humana y entretenimiento espectacular: un síntoma hoy es por ejemplo el aplauso en la Iglesia, que subraya indistintamente el bautismo de un recién nacido y la salida de un ataúd en un funeral. Una liturgia convertida en entretenimiento, ¿no necesita una reforma? Eso es lo que Benedicto XVI está haciendo: el emblema de su obra reformadora será el restablecimiento de la Cruz en el centro del altar, para hacer comprender que la liturgia está dirigida al Señor y no al hombre, aunque sea ministro sagrado.

La reacción existe siempre en cada cambio de tercio de la historia de la Iglesia, pero no hay que impresionarse.

-¿Cuáles son las diferencias entre los llamados innovadores y los tradicionalistas?

Bux: Estos dos términos deben antes aclararse. Si innovar significa favorecer la instauratio de la que hablaba, es precisamente lo que hace falta; como también, si traditio significa custodiar el depósito revelado sedimentado también en la liturgia. Si en cambio innovar quisiera decir transformar la liturgia de obra de Dios en acción humana, oscilando entre un gusto arcaico que quiere conservar de ella sólo los aspectos que agradan, y un conformismo a la moda del momento, estamos en el mal camino; o al contrario, ser conservadores de tradiciones meramente humanas que se han superpuesto a modo de incrustación en la pintura, no dejando ya percibir la armonía del conjunto. En realidad, los dos opuestos acaban por coincidir, revelando su contradicción. Un ejemplo: los innovadores sostienen que la Misa antiguamente era celebrada dirigida al pueblo. Los estudios demuestran lo contrario: la orientación ad Deum, ad Orientem, es la propia del culto del hombre a Dios. Piénsese en el judaísmo. Aún hoy, todas las liturgias orientales lo conservan. ¿Como es posible que los innovadores, amantes de la restauración de los elementos antiguos en la liturgia posconciliar, no lo hayan conservado?

-¿Qué significado tiene la tradición en la historia y en la fe cristianas?

Bux: La tradición es una de las fuentes de la Revelación: la liturgia, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1124), es su elemento constitutivo. Benedicto XVI, en el libro Jesús de Nazaret, recuerda que la Revelación se ha hecho liturgia. Luego están las tradiciones de fe, de cultura, de piedad que han entrado y han revestido la liturgia, de modo que conocemos varias formas de ritos en Oriente y en Occidente. Todos comprenden por tanto por qué la Constitución sobre liturgia, en el n 22, § 3 afirme perentoriamente: “nadie, absolutamente, aunque sea sacerdote, se atreva, por iniciativa propia, a añadir, quitar o cambiar algo en materia litúrgica”.

- ¿Sería posible según usted volver hoy a la misa en latín?

Bux: El Misal Romano renovado por Pablo VI está en latín y constituye la edición llamada típica, porque a ella deben hacer referencia las ediciones en lenguas actuales preparadas por las Conferencias Episcopales nacionales y territoriales, aprobadas por la Santa Sede. Por tanto, la misa en latín se ha seguido celebrando también con el nuevo Ordo, aunque raramente. Esto ha terminado por contribuir a la imposibilidad de una asamblea compuesta de lenguas y naciones, de participar en una Misa celebrada en la lengua sagrada universal de la Iglesia católica de rito latino. Así, en su lugar, han nacido las llamadas Misas internacionales, celebradas de forma que las partes de las que se compone la Santa Misa se reciten o canten en muchas lenguas; ¡así cada grupo entiende sólo la suya!

Se había mantenido que el latín no lo entendía nadie; ahora, si la Misa en un santuario se celebra en cuatro idiomas, cada grupo acaba por comprender sólo la cuarta parte de ella. Aparte de otras consideraciones, como auguró el Sínodo de 2005 sobre la Eucaristía, se debe volver a la Misa en latín: al menos una dominical en las catedrales y en las parroquias. Esto ayudará, en la llamada sociedad multicultural actual, a recuperar la participación católica sea en cuanto a sentirse Iglesia universal, sea en cuanto a congregarse junto a otros pueblos y naciones que componen la única Iglesia. Los cristianos nacionales, aún dando espacio a las lenguas nacionales, han conservado el griego y el eslavo eclesiástico en las partes más importantes de la liturgia, como la anáfora y las procesiones con las antífonas para el Evangelio y el Ofertorio.

A instaurar todo esto contribuye enormemente el antiguo Ordo del Misal Romano anterior, restablecido por Benedicto XVI con el Motu proprio Summorum Pontificum, que, simplificando, se llama Misa en latín: en realidad es la Misa de san Gregorio Magno, en cuanto que su estructura básica se remonta a la época de este pontífice y ha permanecido intacta a través de los añadidos y simplificaciones de Pío V y de los demás pontífices hasta Juan XXIII. Los padres del Vaticano II la celebraron a diario sin advertir ninguna oposición con modernización que estaban realizando.

El Pontífice Benedicto XVI ha planteado el problema de los abusos litúrgicos. ¿De qué se trata?

Bux: A decir verdad, el primero en lamentar las manipulaciones en la liturgia fue Pablo VI, pocos años después de la publicación del Misal Romano en la audiencia general del 22 de agosto de 1973. Pablo VI, por otro lado, estaba convencido de que la reforma litúrgica realizada tras el Concilio, verdaderamente había introducido y sostenido firmemente las indicaciones de la Constitución litúrgica (discurso al sagrado colegio del 22 de junio de 1973). Pero la experimentación arbitraria continuaba y exacerbaba, al contrario, la nostalgia del rito antiguo. El papa, en el consistorio del 27 de junio de 1977 amonestaba a los “rebeldes” por las improvisaciones, banalidades, frivolidades y profanaciones, pidiéndoles severamente que se atuvieran a la norma establecida para no comprometer la regula fidei, el dogma, la disciplina eclesiástica, lex credendi y orandi; y también a los tradicionalistas, para que reconociesen la “accidentalidad” de las modificaciones introducidas en los sagrados ritos.

En 1975, la bula Apostolorum Limina de Pablo VI para la convocatoria del año santo, a propósito de la renovación litúrgica, observaba: “Estimamos extremadamente oportuno que esta obra sea reexaminada y reciba nuevas evoluciones, de modo que, basándose en lo que ha sido firmemente confirmado por la autoridad de la Iglesia, se pueda observar en todas partes los que son verdaderamente válidos y legítimos y continuar su aplicación con celo aún mayor, según las normas y los métodos aconsejados por la prudencia pastoral y por una verdadera piedad”.

Omito las denuncias de abusos y sombras en la liturgia por parte de Juan Pablo II en muchas ocasiones, en particular en la Carta Vicesimus quintus annus, desde la entrada en vigor de la Constitución sobre liturgia. Benedicto XVI, por tanto, ha pretendido volver a examinar y dar nuevo impulso precisamente abriendo una ventana con el Motu proprio, para que poco a poco cambie el aire y encarrile en su sitio todo lo que ha ido más allá de la intención y la letra del Concilio Vaticano II, en continuidad con toda la tradición de la Iglesia.

-Usted ha afirmado muchas veces que en una correcta liturgia es necesario respetar los derechos de Dios. ¿Nos explica qué intenta sostener?

Bux: La liturgia, término que en griego indica la acción ritual de un pueblo que celebra, por ejemplo, sus fiestas, como sucedía en Atenas o como sucede aún hoy con la inauguración de las Olimpiadas u otras manifestaciones civiles, evidentemente está producida por el hombre. La sagrada liturgia, ostenta este atributo porque no está hecha a nuestra imagen – en tal caso el culto sería idolátrico, es decir, creado por nuestras manos – sino que está hecha por el Señor omnipotente: en el Antiguo Testamento, con su presencia indicaba a Moisés cómo debía predisponer en sus mínimos detalles el culto al Dios único, junto a su hermano Aarón. En el Nuevo Testamento, Jesús hizo otro tanto al defender el verdadero culto expulsando a los mercaderes del Templo y dando a los Apóstoles las disposiciones para la Cena pascual. La tradición apostólica ha recibido y relanzado el mandato de Jesucristo. Por tanto, la liturgia es sagrada, como dice Occidente, es divina, como dice Oriente, porque está instituida por Dios. San Benito la define Opus Dei, obra de Dios, a la que nada debe anteponerse. Precisamente la función mediadora entre Dios y el hombre, propia del sumo sacerdocio de Cristo, y ejercida en la y con la liturgia por el sacerdote ministro de la Iglesia, atestigua que la liturgia desciende del cielo, como dice la liturgia bizantina en base a la imagen del Apocalipsis. Es Dios quien la establece y por tanto indica cómo se le debe “adorar en espíritu y en verdad”, es decir, en Jesús Hijo suyo y en el Espíritu Santo. Él tiene el derecho de ser adorado como Él quiere.

Sobre todo esto es necesaria una profunda reflexión, en cuanto que su olvido está en el origen de los abusos y de las profanaciones, ya descritas admirablemente en 2004 por la Instrucción Redemptionis Sacramentum de la Congregación para el Culto Divino. La recuperación del Ius divinum en la liturgia, contribuye mucho a respetarla como cosa sagrada, como prescribían las normas; pero también las nuevas deben volver a ser seguidas con espíritu de devoción y obediencia por parte de los ministros sagrados para edificación de todos los fieles y para ayudar a muchos que buscan a Dios a encontrarle vivo y verdadero en el culto divino de la Iglesia. Los obispos, los sacerdotes y los seminaristas deben volver a aprender y realizar los sagrados ritos con este espíritu, y contribuirán a la verdadera reforma querida por el Vaticano II y sobre todo a reavivar la fe que, como escribió el Santo Padre en la Carta a los Obispos del 10 de marzo de 2009, corre el riesgo de apagarse en muchas partes del mundo.

Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Inma Álvarez

Fuente: Zenit

quarta-feira, 17 de março de 2010

Benedicto XVI presidirá la Beatificación del Cardenal Newman



En el día de hoy ha sido confirmado lo que se comentaba, desde hace tiempo, como un rumor. El Papa Benedicto XVI ha decidido presidir personalmente la ceremonia de beatificación del Venerable Siervo de Dios Cardenal John Henry Newman, que tendrá lugar durante su viaje apostólico a Gran Bretaña en septiembre de este año.

De este modo, el Santo Padre realiza una excepción a la norma, que él mismo estableció al comienzo de su pontificado, de que el Sumo Pontífice no presida personalmente los ritos de beatificación y que lo haga, en su lugar, un representante que por lo general es el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Como en su momento explicó el Dicasterio competente, esta importante decisión del Papa respondía “a la exigencia, muy sentida, de: a) subrayar más, en las modalidades de celebración, la diferencia sustancial entre beatificación y canonización; b) implicar más visiblemente a las Iglesias particulares en el rito de beatificación de sus respectivos siervos de Dios”.

Sin embargo, como también se aclaró en aquel momento, el Santo Padre “obviamente podrá presidirla siempre, en las circunstancias y modos que considere oportunos”. Es a partir de esto que Benedicto XVI ha tomado la decisión, por primera vez en su pontificado, de presidir una ceremonia de beatificación. Sin duda, esto responde no sólo a la gran importancia del Cardenal Newman sino también a una particular devoción del actual Pontífice hacia este gigante de la Iglesia de Inglaterra, como poníamos de relieve en una de las primeras entradas de esta Buhardilla.

Roguemos que, cuando el próximo 19 de septiembre en la Arquidiócesis de Birmingham el Papa Benedicto XVI conceda que el Siervo de Dios John Henry Newman “de ahora en adelante sea llamado beato” (cfr. Fórmula de beatificación), el Señor se digne conceder abundantes gracias a toda la Iglesia por la intercesión del Cardenal Newman e ilumine especialmente a todos los anglicanos que, movidos por el Espíritu Santo, han pedido o pedirán “ser recibidos, también corporativamente, en la plena comunión católica”, un santo deseo para cuya realización el Sucesor de Pedro no puede dejar de predisponer los medios necesarios, como ha manifestado con la promulgación de la histórica Constitución apostólica Anglicanorum Coetibus.

segunda-feira, 15 de março de 2010

ENCONTRO SACERDOTAL SOBRE MOTU PROPRIO “SUMMORUM PONTIFICUM” CONTA COM O APOIO DA PONTIFÍCIA COMISSÃO "ECCLESIA DEI”



Dom Fernando Guimarães enviou a seguinte carta aos Exmos. Bispos Diocesanos em cujas Dioceses acontecem celebrações de Santas Missas segundo a Forma Extraordinária do Rito Romano:

Prot. N. xxxx∕10

Garanhuns, 10 de março de 2010

Caríssimo Irmão Dom NN.,

Alguns sacerdotes que, em comunhão com os próprios Ordinários diocesanos, acompanham grupos ligados à Forma Extraordinária do Rito Romano, pediram-me um encontro de formação, cientes de que, em Roma, trabalhei também com a Pontifícia Comissão Ecclesia Dei nesta área. Aceitei de bom grado, com o desejo de fortalecer sempre mais – como é o desejo do Santo Padre Bento XVI – os laços eclesiais daqueles que se sentem ligados à forma anterior da Liturgia Romana.

De comum acordo com nosso Irmão Dom Fernando Rifan, Bispo da Administração Apostólica São João Maria Vianney, de Campos, e referencial no Brasil para a Forma Extraordinária do Rito Romano, preparei um encontro informal para os dias 17 a 19 de junho próximos, aqui em Garanhuns. O encontro conta também com o apoio da Pontifícia Comissão Ecclesia Dei. Envio-lhe em anexo o programa.

Segundo informações que me foram transmitidas, em sua (Arqui)diocese, os Padres NN. (Paróquias N. e N.) celebram na Forma Extraordinária, com o apoio do seu Bispo. Caso V.Excia. esteja de acordo, eles poderiam participar de nosso encontro.

Com a expressão da minha cordial estima, desejo-lhe uma santa e feliz Páscoa.

Em Cristo e Maria, seu

+ Fernando Guimarães
Bispo Diocesano de Garanhuns



P.S. Recordando, porém, que segundo determinação de Dom Fernando Guimarães a prévia autorização escrita para os que vão participar do encontro deve ser do próprio Ordinário (o bispo para os padres diocesanos ou o superior religioso competente para os religiosos)

domingo, 14 de março de 2010

ENCONTRO DE FORMAÇÃO PERMANENTE PARA SACERDOTES SOBRE O MOTU PROPRIO “SUMMORUM PONTIFICUM”

"O encontro que estamos organizando de maneira privada, é simplesmente para responder ao pedido de alguns padres que atendem fiéis celebrando na Forma Extraordinária, de comum acordo com os próprios Bispos, para uma formação permanente dos mesmos e crescimento na autentica "communio" da Igreja".

+ Fernando Guimarães, Bispo Diocesano de Garanhuns



Local do Encontro - Seminário São José - Garanhuns


ENCONTRO SACERDOTAL SOBRE O MOTU PROPRIO
“SUMMORUM PONTIFICUM”
DE S.S. O PAPA BENTO XVI
“UM GRANDE DOM ESPIRITUAL E LITÚRGICO
PARA TODA A IGREJA”


Caro irmão no sacerdócio,

Laudetur Jesus Christus!

Temos a satisfação de convidá-lo a participar de um encontro sobre o Motu Proprio “Summorum Pontificum” e suas conseqüências no campo da liturgia, do direito litúrgico e da espiritualidade ao comemorarmos os três anos de sua publicação por S. S. o Papa Bento XVI.

Este encontro tem o patrocínio de Dom Fernando José Monteiro Guimarães, C.SS.R., Bispo diocesano de Garanhuns, o qual trabalhou muitos anos com o Card. Castrillón Hoyos em Roma e recentemente foi nomeado membro do Supremo Tribunal da Signatura Apostólica e conta com o apoio da Administração Apostólica São João Maria Vianney.

Realizar-se-á nos dias 17, 18 e 19 de Junho deste ano na cidade de Garanhuns, uma cidade serrana perto de Recife de clima muito ameno.

Aos que desejam participar pedimos a prévia autorização escrita do próprio Ordinário (o bispo para os padres diocesanos ou o superior religioso competente para os religiosos) que deverá ser enviada a:

Dom Fernando José Monteiro Guimarães, C.SS.R.
Av. Santo Antônio, 40 Centro
CEP 55293-000 Garanhuns – PE
Fone: 0 XX 87 3761 2765
E-mail: bispogaranhuns@yahoo.com

A respeito disto Dom Fernando Guimarães, C.SS.R. enviará um convite com a programação do encontro a todos os bispos do Brasil em cujas dioceses se celebra a Santa Missa na Forma Extraordinária do Rito ou de onde há padres interessados.

Aguardando a confirmação de sua participação a este momento de estudo, reflexão, oração e comunhão que será também uma graça para toda a Igreja contamos com suas orações e as de sua comunidade e o saudamos cordialmente.

A Comissão Preparatória

LOCAL DO ENCONTRO

Seminário São José
Av. Rui Barbosa, 200 - Garanhuns - PE, 55296-300
Fone: 0 XX 87 3761 3747‎


Santuário Diocesano de Nossa Senhora de Schoensttat - Garanhuns


PROGRAMAÇÃO

Dia 17 de Junho

19:30h Santa Missa de abertura do encontro celebrada por S. Exc. Rev.ma Dom Fernando Guimarães, C.SS.R. na Capela do Seminário São José.


Dia 18 de Junho

7:30h Laudes

8:00h Café

8:30h Conferência Introdutória: “O Motu Proprio “Summorum Pontificum”, um grande dom para o crescimento espiritual e litúrgico de toda a Igreja”
Conferencista: Dom Fernando Guimarães, C.SS.R., Bispo Diocesano de Garanhuns e Membro do Supremo Tribunal da Signatura Apostólica.

10h Intervalo

10:30h Conferência: “Considerações sobre os aspectos teológicos da Forma Extraordinária do Rito Romano, o pensamento litúrgico de Bento XVI e a hermenêutica da continuidade”.
Conferencista: Dom Fernando Rifan, Administrador Apostólico da Administração Apostólica São João Maria Vianney.

12:30h Almoço

14:00h Conferência: “A História do Rito Romano na sua forma clássica”
Conferencista: Pe. Claudiomar Silva Souza, Liturgista - Administração Apostólica São João Maria Vianney.

15:30h Intervalo

15:45h Ensaio litúrgico para o aperfeiçoamento da celebração da Santa Missa na Forma Extraordinária do Rito Romano - Pe. Claudiomar Silva Souza, Liturgista - Administração Apostólica São João Maria Vianney.

17:30h Adoração Eucarística, Vésperas e Benção do Santíssimo

19:30h Santa Missa Pontifical celebrada por S. Exc. Rev.ma Dom Fernando Rifan com Assistência Pontifical de S. Exc. Rev.ma Dom Fernando Guimarães, C.SS.R., na Catedral Diocesana de Santo Antônio.

Dia 19 de junho

7:30h Laudes

8:00h Café

8:30. Conferência: “O Motu Proprio “Summorum Pontificum” e suas consequências concretas para o Direito Litúrgico do Rito Latino”.
Conferencistas: Dom Fernando Guimarães, C.SS.R. e Pe. José Edilson de Lima, Canonista - Administração Apostólica São João Maria Vianney

10:00h Intervalo

10:15h Momento de encontro entre os participantes

11:00h Santa Missa de encerramento do encontro no Santuário Diocesano de Nossa Senhora de Schoensttat

segunda-feira, 1 de março de 2010

El sacerdote en el Ofertorio de la Santa Misa



Columna de teología litúrgica dirigida por don Mauro Gagliardi

ROMA, viernes 12 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- El artículo de hoy de nuestra columna – escrito originalmente en español por don Juan Silvestre, profesor de Liturgia en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y Consultor de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice – describe el papel del sacerdote en el Ofertorio de la Santa Misa, tomando en consideración sólo la forma ordinaria del Rito Romano, que ha sido simplificada, tanto en los gestos como sobre todo en las oraciones, respecto a la forma extraordinaria. El texto pone en evidencia la riqueza espiritual que, a pesar de esto, es aún posible encontrar en ella (Don Mauro Gagliardi).


Por Juan José Silvestre Valór

“En la Iglesia antigua existía la costumbre de que el Obispo o el sacerdote después de la homilía exhortara a los creyentes exclamando: “Conversi ad Dominum” –volveos ahora hacia el Señor. Eso significaba ante todo que ellos se volvían hacia el este, en la dirección por donde sale el sol como signo de Cristo que vuelve, a cuyo encuentro vamos en la celebración de la Eucaristía. Donde, por alguna razón, eso no era posible, dirigían su mirada a la imagen de Cristo en el ábside o a la cruz, para orientarse hacia el Señor. Porque, en definitiva, se trataba de este hecho interior: de la conversio, de dirigir nuestra alma hacia Jesucristo y, de ese modo, hacia el Dios viviente, hacia la luz verdadera”[1]. Estas palabras del santo Padre Benedicto XVI nos permiten introducirnos en el tema que nos ocupa: “el sacerdote en el Ofertorio de la Santa Misa”.

Una vez acabada la liturgia de la Palabra entramos en la liturgia Eucarística. Como sabemos bien, ambas –liturgia de la Palabra y de la Eucaristía–“están estrechamente unidas entre sí y forman un único acto de culto”[2]. De ahí que la oblatio donorum o presentación de las ofrendas, primer gesto que el sacerdote, representando a Cristo Señor, realiza en la Liturgia eucarística[3], no es sólo como un “intervalo” entre ésta y la liturgia de la Palabra, sino que constituye un punto de unión entre estas dos partes interrelacionadas para formar, sin confundirse, un único rito. De hecho, la Palabra de Dios, que la Iglesia lee y proclama en la liturgia, lleva a la Eucaristía.

La liturgia de la Palabra es un verdadero discurso que espera y exige una respuesta. Posee un carácter de proclamación y de diálogo: Dios que habla a su pueblo y éste que responde y hace suya esta palabra divina por medio del silencio, del canto; se adhiere a ella profesando su fe en la professio fidei, y lleno de confianza acude con sus peticiones al Señor[4]. Como consecuencia, el dirigirse recíproco del que proclama hacia el que escucha y viceversa, implica que sea razonable que se sitúen uno frente al otro[5].

Sin embargo, cuando el sacerdote deja el ambón o la sede, para situarse en el altar –centro de toda la liturgia eucarística[6]– nos preparamos de un modo más inmediato para la oración común que sacerdote y pueblo dirigen al Padre, por Cristo en el Espíritu Santo[7]. En esta parte de la celebración, el sacerdote únicamente habla al pueblo desde el altar[8], pues la acción sacrificial que tiene lugar en la liturgia eucarística no se dirige principalmente a la comunidad. De hecho, la orientación espiritual e interior de todos, del sacerdote –como representante de la Iglesia entera– y de los fieles, es versus Deum per Iesum Christum. Así entendemos mejor la exclamación de la Iglesia antigua: “Conversi ad Dominum”. “Sacerdote y pueblo ciertamente no rezan el uno hacia el otro, sino hacia el único Señor. Por tanto durante la oración miran en la misma dirección, hacia una imagen de Cristo en el ábside, o hacia una cruz o simplemente hacia el cielo, como hizo el Señor en la oración sacerdotal la noche antes de su Pasión”[9].


La oblatio donorum, es decir el ofertorio o presentación de los dones, prepara el sacrificio. En sus inicios se trataba de una simple preparación exterior del centro y cumbre de toda la celebración que es la Plegaria eucarística. Así lo vemos en los testimonios de Justino[10], o en el desarrollo más elaborado que presenta el Ordo Romanus I ya en el siglo VII. De todos modos, limitarse a considerar la oblación de los fieles, en estos primeros siglos, desde su simple veste exterior preparatoria significaría vaciar su significado ideal y concreto[11].

En realidad, muy pronto se entendió este gesto material de un modo mucho más profundo. Esta preparación no se concebirá únicamente como una acción exterior necesaria, sino como un proceso esencialmente interior. Por eso se relacionó con el gesto del cabeza de familia judío que eleva el pan hacia Dios para de nuevo recibirlo de Él, renovado. En un segundo momento, entendido de un modo más profundo, este gesto se asocia con la preparación que Israel hace de sí mismo para presentarse ante su Señor. De este modo, el gesto externo de preparar los dones se comprenderá, cada vez más, como un prepararse interiormente ante la cercanía del Señor que busca a los cristianos en sus ofrendas. En realidad “se hace patente que el verdadero don del sacrificio conforme a la Palabra somos nosotros, o hemos de llegar a serlo, con la participación en el acto con el que Jesucristo se ofrece a sí mismo al Padre”[12].

Esta profundización en el significado del gesto de presentación de los dones resulta una consecuencia lógica de la misma forma externa que presenta la Santa Misa[13]. Su elemento primordial, el novum radical que Jesús inserta en la cena sacrificial judía, es precisamente la “Eucaristía”, es decir, el hecho de que sea una oración memorial de acción de gracias. Esta oratio –la solemne plegaria eucarística- es algo más que una serie de palabras, es actio divina que se lleva a cabo a través del discurso humano. Por medio de ella los elementos de la tierra son trans-substanciados, arrancados, por así decirlo, de su enraizamiento creatural, asumidos en el fundamento más profundo de su ser y transformados en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Nosotros mismos, participando de esta acción, somos transformados y nos convertimos en el verdadero Cuerpo de Cristo.

Se entiende así que “el memorial de su total entrega no consiste en la repetición de la Última Cena, sino propiamente en la Eucaristía, es decir, en la novedad radical del culto cristiano. Jesús nos ha encomendado así la tarea de participar en su hora. La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega. Él nos atrae hacia sí”[14].

Es Dios mismo quien actúa en la plegaria eucarística y nosotros nos sentimos atraídos hacia esta acción de Dios[15]. En este camino que se inicia con la presentación de los dones, el sacerdote ejerce una función de mediación, como sucede en el canon o en el momento de la comunión. Si bien con la actual procesión de las ofrendas el papel de los fieles resulta destacado, permanece siempre la mediación sacerdotal pues el sacerdote recibe las ofertas y las dispone sobre el altar[16].

En esta vía hacia la oratio, que conlleva el ofrecimiento personal, las acciones externas resultan secundarias. Ante la oratio el hacer humano pasa a un segundo plano. Lo esencial es la acción de Dios, que a través de la plegaria eucarística quiere transformar a nosotros mismos y el mundo. Por este motivo, es lógico que a la plegaria eucarística nos acerquemos en silencio y rezando. Y resulta obligado que el proceso exterior de la presentación de los dones se corresponda con un proceso interior: “la preparación de nosotros mismos; nos ponemos en camino, nos presentamos al Señor: le pedimos que nos prepare para la transformación. El silencio común es, por tanto, oración común, incluso acción común; es ponerse en camino desde el lugar de nuestra vida cotidiana hacia el Señor, para hacernos contemporáneos de Él”[17].

Así pues, el momento de la oblatio donorum, “gesto humilde y sencillo, tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre”[18]. Es lo que podríamos denominar el carácter cósmico y universal de la celebración eucarística. El ofertorio prepara la celebración y nos inserta en el “mysterium fidei que se realiza en la Eucaristía: el mundo nacido de las manos de Dios creador retorna a Él redimido por Cristo”[19].

No es otro el sentido del gesto de elevación de los dones y de las oraciones que acompañan al gesto de presentación de los dones del pan y del vino. “Bendito seas Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos, él será para nosotros pan de vida”. Su contenido enlaza con las oraciones que los judíos recitaban en la mesa. Oraciones que en su forma de bendición, tienen como punto de referencia la Pascua de Israel, son pensadas, declamadas y vividas pensando en aquélla. Esto supone que han sido elegidas como una anticipación silenciosa del misterio pascual de Jesucristo. Por eso, la preparación y la realidad definitiva del sacrificio de Cristo se compenetran en estas palabras.

Por otra parte, “llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios”[20]. En realidad, “el celebrante, en cuanto ministro del sacrificio, es el auténtico sacerdote, que lleva a cabo –en virtud del poder específico de la sagrada ordenación– el verdadero acto sacrificial que lleva de nuevo a los seres a Dios. En cambio los que participan en la Eucaristía, sin sacrificar como Él, ofrecen con Él, en virtud del sacerdocio común, sus propios sacrificios espirituales, representados por el pan y el vino, desde el momento de su preparación en el altar”[21].

El pan y el vino se convierten, en cierto sentido, en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en ofrenda a Dios y que ofrece en espíritu. Esta es la fuerza y significado espiritual de la presentación de los dones[22]. Y en esta línea se comprende la incensación de esos mismos dones colocados sobre el altar, de la cruz y del altar mismo, que significa la oblación de la Iglesia y su oración que suben como incienso hasta la presencia de Dios[23].

Se entiende mejor ahora que la liturgia eucarística, con su carga de presentación y oferta de la creación y de sí mismos a Dios, empezase, en la Iglesia antigua, con aquella exclamación: “Conversi ad Dominum –siempre debemos apartarnos de los caminos equivocados, en los que tan a menudo nos movemos con nuestros pensamientos y obras. Siempre tenemos que dirigirnos a Él. Siempre hemos de ser convertidos, dirigir toda la vida a Dios”[24].

Este camino de conversión, que necesita ser más intenso e inmediato en este momento previo a la plegaria eucarística, debería ser orientado en primer lugar por la cruz. Una propuesta para hacerlo realidad la señala Benedicto XVI: “no proceder a nuevas transformaciones, sino proponer simplemente la cruz al centro del altar, hacia la cual puedan mirar juntos el sacerdote y los fieles, para dejarse guiar en tal modo hacia el Señor, al que todos juntos rezamos”[25].

Por otra parte el gesto de presentación de los dones y la actitud con que se realiza, estimulan los deseos de conversión y oblación de la propia persona. Son diversos los gestos y palabras que se dirigen a lograr este ojetivo. Veamos brevemente dos de ellos.

a) La oración “In spiritu humilitatis...”[26]. Esta fórmula entra en los libros litúrgicos de Francia en el siglo IX. Aparece por primera vez en el sacramentario franco de Amiens, en el sector ofertorial[27]. En la liturgia romana lo encontramos ya en el Ordo de la Curia y de ahí pasa el Misal de san Pío V.

Como señala Lodi, antes de empezar el texto de la gran plegaria eucarística (el Canon romano) que debe ser recitado fielmente y en el que las intenciones personales son más difícilmente expresables, encontramos esta oración que permite al celebrante poner de relieve sus sentimientos. Al mismo tiempo, por medio de la palabra bíblica que impregna toda esta oración, se expresa el sentido último de toda oblación exterior: el don del corazón acompañado por la disposición íntima del sacrificio personal[28].

Notamos que la articulación en plural parece indicar, una vez más, que el sacerdote celebrante la pronuncia en nombre suyo y del pueblo. No nos parece razón suficiente para calificarla de oración privada el que se pronuncie en secreto por el sacerdote, pues las mismas oraciones de presentación de los dones pueden ser pronunciadas en voz alta o secreto y en ningún momento se consideran como privadas.

El silencio que se produce en este momento del rezo de la apología, y la posición –profundamente inclinado– del sacerdote, que manifiesta un claro ademán penitencial, facilitan a los que participan en la celebración que sean capaces de penetrar las cosas invisibles, y acentúan la idea de la necesidad de la penitencia y la humildad al encontrarnos ante Dios. Humildad y reverencia delante de los santos misterios: actitudes que revelan la sustancia misma de cualquier Liturgia[29].

b) El lavabo[30]. El lavabo en la Misa por parte del presbítero no presenta una tradición universal (en Italia y en España no lo encontramos prácticamente hasta el siglo XV, mientras que en Francia es introducido a partir de los Ordines que llegaron de Roma hacia el siglo IX[31]). En Roma presentará una función únicamente práctica, si bien después adquirirá también una simbología[32].

En la actualidad, el lavabo es una acción puramente simbólica, como se deriva de la fórmula empleada, así como del hecho que, generalmente, se lavan únicamente las puntas de los dedos índice y pulgar –los que van a tocar la sagrada Forma–. Podemos decir que el rito expresa el deseo de purificación interior[33]. De ahí que algunos plantearon y siguen planteando la supresión de este rito. No compartimos esta idea pues pensamos que tiene un claro valor catequético y además constituye un renovado acto penitencial para el sacerdote que, en ese momento, se sitúa en vista de la acción eucarística y como preparación a la misma. Al mismo tiempo, como apunta Lodi[34], la fórmula que acompaña el gesto del lavado de las manos, ya está presente desde la antigüedad cristiana como uso solemne practicado antes de que el sacerdote se recoja en oración, como se testimonia en Tertuliano[35] y en la Tradición apostólica[36].

El sacerdote concluye la presentación de los dones, dirigiéndose a los fieles pidiéndoles que recen para que: este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. “Tales palabras tienen un valor de compromiso en cuanto expresan el carácter de toda la liturgia eucarística y la plenitud de su contenido tanto divino como eclesial”[37]. Y lo mismo podría decirse de la respuesta de los fieles: el Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. Así pues resulta lógico que “la conciencia del acto de presentar las ofrendas, debería ser mantenida durante toda la Misa”[38], pues los fieles deben aprender a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada, no sólo por manos del sacerdote sino también juntamente con él[39].



[1] BENEDICTO XVI, Vigilia pascual, Homilía Sábado Santo 22.III.2008.

[2] IGMR, n. 28; cf. CONC. ECUM. VATICANO II, Const. Sacrosanctum concilium, n. 56.

[3] Cf. IGMR, n. 72-73.

[4] Cf. IGMR, n. 55.

[5] Cf. J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 102.

[6] Cf. IGMR, n. 73.

[7] Cf. IGMR, n. 78.

[8] Cf. Pregare “ad Orientem versus”, Notitiae 322 vol. 29 (1993), p. 249.

[9] BENEDICTO XVI, Opera omnia, Prefacio.

[10] Cf. Apol. 1, 65 ss.

[11] Cf. V. RAFFA, “Oblazione dei fedeli” en Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia e dalla teologia alla pastorale pratica, CLV-Edizioni Liturgiche, Roma 2003, p. 405.

[12] J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 237.

[13] Cf. J. RATZINGER, “Forma y contenido de la celebración eucarística” en La fiesta de la fe, pp. 43-66.


[14] BENEDICTO XVI, Exh. apost. post. Sacramentum caritatis, n. 11.

[15] “La grandeza de la obra de Cristo consiste precisamente en el hecho de que él no permanece aislado y separado frente a nosotros, que no nos deja a una simpe pasividad; no solo nos soporta, sino que nos lleva, se identifica con nosotros, que a él pertenecen nuestros pecados, a nosotros su ser: él nos acoge realmente, para que seamos activos con él y a partir de él, actuemos con él y participemos por tanto en su sacrificio, compartamos su misterio. Así también nuestra vida y nuestro sufrimiento, nuestra esperanza y nuestro amor, se convierten en fecundos en el nuevo corazón que él nos ha dado” (J. RATZINGER, Il Dio vicino, p. 47-48).

[16] Cf. IGMR, n. 73.

[17] J. RATZINGER, El espíritu de la liturgia. Una introducción, p. 236.

[18] BENEDICTO XVI, Exh. apost. post. Sacramentum caritatis, n. 47

[19] JUAN PABLO II, Enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 8. “Se explique la cosa como se explique, objetivamente hablando no parece poderse negar la efectiva implicación ya actual en la acción y en el movimiento, que diríamos de naturaleza oblativa (offerimus), de la tierra, del hombre y de su actividad creativa, obviamente no como objeto absoluto cerrado en sí mismo y concluido definitivamente en el momento, sino dinámico, abierto a una conversión y centrado en un objetivo futuro en sí mismo, pero ya presente en la mente y en el corazón. El sacrificio ritualmente se representará, ciertamente, solo en la plegaria eucarística. Con todo no será como un evento que surge de la nada. Será en cambio el culmen de una ascensión vivida interiormente y dirigida completamente hacia él” (V. RAFFA, Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia e dalla teologia alla pastorale pratica, p. 415).

[20] BENEDICTO XVI, Exh. apost. post. Sacramentum caritatis, n. 47

[21] JUAN PABLO II, Carta apost. Dominicae Cenae, 24.II.1980, n. 9.

[22] Cf. IGMR, n. 73.

[23] Cf. IGMR, 75.

[24] BENEDICTO XVI, Vigilia pascual, Homilía Sábado Santo 22.III.2008.

[25] BENEDICTO XVI, Opera omnia, Prefacio.

[26] Cf. J. JUNGMANN, El sacrificio eucarístico, II, n. 52, 58, 60, 105. M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia II, 292.

[27] Cf. P. TIROT, “Histoire des prières d'offertoire dans la liturgie romaine du VIIe au XVIe siècle”, Ephemerides Liturgicae 98 (1984), p. 169.

[28] Cf. E. LODI, “Les prières privées du prêtre dans le déroulement de la messe romain”, en L'Eucharistie: célebrations, rites, piétés, BEL Subsidia 79, CLV-Edizioni Liturgiche, Roma 1995, p. 246.

[29] Cf. JUAN PABLO II, Mensaje a la Asamblea plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (21.IX.2001)

[30] Cf. J. JUNGMANN, El sacrificio eucarístico, nn. 83-84. M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia II, 282-284.

[31] Cf. P. TIROT, “Histoire des prières d'offertoire dans la liturgie romaine du VIIe au XVIe siècle”, 174-177.

[32] Conviene no olvidar que una ablución simbólica en la liturgia de la Misa oriental es muy antigua. Aparece atestiguada ya en la catequesis mistagógica atribuida a Cirilo de Jerusalén (+387) V, 2; ed. A. PIÉDAGNEL, sC 126, 146-148 y también en el Pseudodionisio (s. V-VI), Eccl. Hier. III, III, 10; PG 3, 437D-440AB.

[33] IGMR, n. 76: “Deinde sacerdos manus lavat ad latus altaris, quo rito desiderium internae purificationis exprimitur”.

[34] Cf. E. LODI, “Les prières privées du prêtre dans le déroulement de la messe romain” , 246.
[35] Cf. TERTULIANO, De oratione III, CSEL 20, 188.

[36] Cf. Tradition Apostolique, 41, sC 22 bis, Paris 1968, 125.

[37] JUAN PABLO II, Carta apost. Dominicae Cenae, 24.II.1980, n. 9.

[38] Idem.

[39] Cf. CONC. ECUM. VATICANO II, Cons. Sacrosanctum concilium, n. 48.

Fuente: Zenit