quarta-feira, 22 de setembro de 2010

Diversos tipos de celebración de la Santa Misa en la Forma Extraordinaria y la participación de los fieles



Algunos sacerdotes de diversos lugares del mundo, la mayoría jóvenes, ilusionados con comenzar en su parroquia o comunidad algún tipo de celebración pública de la Misa en la forma extraordinaria, más allá de las misas privadas en las que poco a poco se han ido iniciando, me preguntan qué tipos de celebración pueden llevar a cabo y cual es el más aconsejable para las diversas condiciones pastorales de sus comunidades.

Están deseosos de llevar esa forma litúrgica al pueblo y descubrírsela como ellos la han descubierto. Tienen miedo de que los fieles sean incapaces de comprender rectamente los ritos y las ceremonias y que les resulte “infructuosa” la celebración. Más allá de insistir que aunque todos los ritos les resultasen oscuros e incomprensibles racionalmente no por ello su participación sería “infructuosa”, es decir sin fruto espiritual para sus almas, quiero reiterarles, siguiendo el pensamiento de Pío XII en la “Mediator Dei” que “el ingenio, el carácter y la índole de los hombres son tan variados y diferentes que no todos pueden ser igualmente impresionados y guiados por las oraciones o las acciones sagradas realizadas en común. Además las necesidades y disposiciones de las almas no son iguales en todos ni son siempre las mismas en cada persona”.

Dicho esto, y ateniéndonos a la legislación universal en vigor a partir del Motu proprio “Summorum Pontificum cura” y a los privilegios otorgados y a las costumbres legitimas en uso, deseo recordar que existen diversos tipos posibles de Misas.

Existen misas rezadas y Misas cantadas, según que el celebrante mismo lea o cante las partes que le corresponden.

Las misas cantadas lo son en gregoriano o polifonía clásica. Las diócesis alemanas y austriacas tienen el privilegio de que en las misas cantadas cante el pueblo en lengua vulgar los cantos del ordinario. Es la “Deutsches Hochamt”, la Misa alemana con músicas de Haydn, tan popular desde finales del siglo XVIII.

Pero entre las misas rezadas, pueden distinguirse al menos cinco tipos de celebración:

1º Misa rezada en la que responde sólo el ayudante.

2º Misa rezada dialogada con todos los presentes.

3º Misa rezada dialogada con exhortaciones y lecturas en lengua vernácula hechas por un lector.

4º Misa rezada con cantos.

5º Misa rezada dialogada con exhortaciones y lecturas en lengua vernácula con cantos.

La Iglesia se preocupa y desea de que en cada una de estas formas de celebración la “actuosa participatio” sea lo más intensa posible. Es evidente que no todos esos tipos son igualmente favorables para la plena participación activa interna y externa, que es el ideal de la vida litúrgica, según nos recuerdan la “Mediator Dei” de Pío XII y la Constitución “Sacrosanctum Concilium” del Vaticano II.

El pastor de almas ha de elegir entre todos el más favorable, según las circunstancias en las que se encuentra su parroquia o comunidad religiosa. Me parece más que evidente que el tipo de misa rezada de una parroquia de un barrio popular de una gran ciudad europea que empieza a iniciarse en la misa extraordinaria no será el mismo que una comunidad contemplativa claustral que llevase años celebrándola.

En este sentido, el grado más ínfimo de participación se tiene en la Misa rezada en la que sólo responde el ayudante. Lo cual no significa que, también en este grado, no pueda existir y no exista de hecho una participación verdaderamente fructuosa de los fieles en la liturgia. Existe, ante todo, la posibilidad de que los fieles rueguen realmente asociados, lo mejor que puedan a la acción sagrada, al menos con piadosos pensamientos y meditaciones, según sus posibilidades. Aunque se trate de un grado ínfimo desde el punto de vista del ideal que debemos perseguir, también esta forma es legítima y, a su modo, fructuosa. Un grado más alto en la participación en la Misa rezada en este tipo se tiene en los que siguen privadamente, aún sin responder, las mismas oraciones del sacerdote siguiendo una traducción de las mismas, con su “Misal de los fieles” en la mano. Poco a poco la traducción les hará seguir los ritos para más tarde comprenderlos con fruto.

La misa rezada dialogada, en la que responden todos los presentes, puede tener varios grados, en los que es oportuno introducir sucesivamente al pueblo. Primero exhortándolo a responder: “Amen” y “Et cum spiritu tuo”, luego añadiendo también otras respuestas que, de otro modo, debiera hacer el ayudante: las preces al pie del altar con Confiteor incluido, la respuesta al “Orate fratres” y las aclamaciones al inicio del “Prefacio”, por último, haciéndoles recitar junto con el sacerdote el Gloria, el Credo, el Sanctus y el Agnus Dei.

Un grado superior de participación litúrgica es la Misa dialogada con exhortaciones y lecturas (epístola y evangelio) hechas en vernáculo por un lector, según las normas y las traducciones aprobadas por la Iglesia.

Sin embargo, las exhortaciones o fervorines deben ser de suma sobriedad y discreción, evitando el peligro de que lleguen a ser una predicación o que distraigan a los fieles en vez de concentrarles en el rito litúrgico rompiendo los intervalos de silencio indispensables para la oración. A mi gusto, con una breve reseña antes de iniciarse la celebración, sobre la misa del día y sus particularidades o una breve referencia al santo conmemorado en la liturgia, es más que suficiente.

La misa rezada con cantos en lengua vernácula o con motetes o cantos gregorianos en latín correspondientes a las diversas partes del sacrificio, es otra forma de participación, bajo cierto aspecto, todavía mejor, porque el gran medio de la participación activa es siempre el canto de toda la asamblea. Estos cantos, por expresa prohibición de la Santa Sede, no pueden ser traducciones literales de los textos latinos que en aquel momento lee el sacerdote en el altar. Sin embargo es posible ir combinando Kyries, Gloria, Credo y Agnus con cantos vernáculos y motetes. Es la llamada “Misa solemnizada” que aunque no incluye el canto del Introito ni del Ofertorio o el canto de Comunión o aunque el celebrante no pueda cantar, porque esté impedido o sea incapaz, lo que le corresponde en una misa cantada (oraciones, prefacio, etc…)

5º Por ultimo, la Misa dialogada, con exhortaciones y lecturas en lengua vulgar y cantos en lengua vulgar ofrece también muchas cosas positivas, la más importante es que puede ser un buen eslabón o tramo de tránsito hacia la misa cantada, especialmente en algunas parroquias donde paulatinamente se desea reinstaurar la misa tradicional de manera estable en horario dominical.

Aún con todo, la misa a la que debemos aspirar, todos los que tenemos cura de almas y deseamos acercar la forma extraordinaria al pueblo, es la tradicional misa cantada en gregoriano, incluso mezclando la polifonía clásica (misas de Sancho Márraco, de Vilaseca, de Perosi, etc…) en la que la masa de pueblo presente puede tomar parte activa y vital redescubriendo el canto de la Iglesia y la majestuosidad de la liturgia tradicional. Esta celebración no es sólo cosa de ambientes escogidos y restringidos, de monasterios y fieles selectos.

Con un poco de esfuerzo la Misa cantada en gregoriano no es para especialistas. La ejecución práctica de este tipo de Misa debe ser una de las metas mayores que nos debemos proponer, haciéndola penetrar largamente en todas partes. Debe ser un ideal no para grupos capaces por su conocimiento del latín y habilidad en cantar gregoriano, sino para todo el pueblo fiel. No desestimemos al laicado, no le infravaloremos. No menospreciemos su sensibilidad ni queramos tutelar clericalmente su derecho a la belleza litúrgica de la Tradición de la Iglesia.

Os sorprenderíais como valoran los fieles, incluso en las parroquias más humildes, a un sacerdote considerado que no les trata elitistamente como a gente de segundo orden y que, al contrario, los implica en una educación litúrgica de la parroquia.

¡Que reverdecer litúrgico esta asegurado a las parroquias que tienen esa suerte!