segunda-feira, 19 de outubro de 2009

Missa Pontifical segundo o Rito Gregoriano na Basílica de São Pedro




Presidida pelo arcebispo Burke ao concluir um congresso sobre “Summorum Pontificum”

CIDADE DO VATICANO, segunda-feira 19 de outubro de 2009 (ZENIT.org).- Com uma missa segundo a forma extraordinária do rito romano (missal precedente ao Concílio Vaticano II) concluiu este domingo na Basílica de São Pedro um congresso sobre a vivência do rito antigo na Igreja.

A missa foi celebrada na Capela da Adoração Eucarística pelo arcebispo Raymond Leo Burke, prefeito do Supremo Tribunal da Assinatura Apostólica.

No ato, participou também Dom Guido Pozzo, recentemente nomeado pelo Papa secretário da Comissão Pontifícia Ecclesia Dei, encarregada do diálogo com os seguidores da Fraternidade São Pio X, fundada pelo arcebispo Marcel Lefebvre.

A capela não pôde acolher todo que quiseram participar da missa, pois ficou pequena para os 70 sacerdotes e 400 pessoas.

Depois da missa, os participantes no congresso se reuniram na praça de São Pedro para rezar a oração do Ângelus junto ao Papa, que lhes dirigiu uma saudação especial em italiano.

Com o título “Um grande dom para toda Igreja”, o congresso analisou a aplicação do motu proprio "Summorum Pontificum", sobre o uso da liturgia romana anterior à reforma de 1970.

O encontro, celebrado entre 16 e 18 de outubro na Casa Bonus Pastor, em Roma, foi organizado por “Jovens e Tradição” e “Amizade Sacerdotal Summorum Pontificum".

O dia intermediário, sábado, foi encerrado com o canto do Te Deum e a bênção eucarística, celebrada por Dom Camille Perl, vice-presidente emérito da Comissão Ecclesia Dei.

Ao inaugurar o congresso, o organizador, padre Vincenzo Nuara O.P., constatou as dificuldades encontradas por quem quer aplicar o motu proprio Summorum Pontificum.

“Podem os homens da Igreja rejeitar a missa no rito antigo?”, perguntou o padre Nuara.

“Se isso suceder, tem lugar um grande problema para a Igreja –disse. Mas, com frequência, onde bispos e párocos se opõem, o resultado é que leva jovens (leigos e sacerdotes) a amá-la e praticá-la. Há, de todos os modos, grandes sinais de esperança, em particular com o surgimento de novas vocações para a missa no rito antigo”, afirmou o sacerdote.

Fonte: Zenit

quinta-feira, 15 de outubro de 2009

Las medidas litúrgicas del Arzobispo Ranjith


El Arzobispo de Colombo, Mons. Albert Malcolm Ranjith, ha publicado una Carta Circular sobre la Sagrada Liturgia, recordando algunas nociones, corrigiendo abusos y emanando normas referidas especialmente a las actividades de diversos movimientos y servicios religiosos.

A todos los Reverendos Padres, Hermanos y Hermanas y fieles laicos de Colombo

Queridos hermanos y hermanas:

Últimamente numerosos movimientos de renovación católica y personas particulares han estado dirigiendo muchos actos para-litúrgicos fuera de los normales horarios parroquiales. No obstante aprecie las muchas conversiones, los valores de testimonio, el renovado entusiasmo por la oración, la vibrante participación y la sed por la Palabra de Dios, yo, como obispo diocesano, dispensador en jefe de los misterios de Dios en la iglesia particular confiada a mi cuidado y, en consecuencia, moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Archidiócesis de Colombo, llamo vuestra amable atención sobre los siguientes aspectos litúrgicos y eclesiológicos de esta nueva situación, urgiéndoos seriamente a adheriros con efecto inmediato a las directivas expuestas en esta circular.

1. La Eucaristía es la celebración del Misterio Pascual por excelencia dado a la Iglesia por el mismo Jesucristo. Jesucristo es el principio de toda la liturgia en la Iglesia y, por lo tanto, toda liturgia es primariamente de origen divino. Ella es el ejercicio de Su oficio sacerdotal; de ahí que no se trate de una empresa meramente humana o de una innovación quimérica. Así pues, no es apropiado llamarla una simple celebración de vida. Hay mucho más que eso. Ella es la fuente y la cima de todo, de la cual mana toda gracia divina en la Iglesia. Este sacratísimo misterio ha sido transmitido a los Apóstoles por el Señor, y la Iglesia ha estado salvaguardando laboriosamente la celebración de este misterio a través de los siglos, dando lugar de ese modo a toda una sagrada tradición y a una teología no sujetas a la interpretación individual o privada. Por consiguiente, ningún sacerdote, sea diocesano, religioso o alguno invitado de fuera de la Archidiócesis o de cualquier otro país para dirigir especiales actos religiosos, está autorizado a cambiar, añadir, o quitar algo en el sagrado rito de la Misa. Esto no es nada nuevo y fue firmemente establecido en la constitución dogmática Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, promulgada en 1963 (nn. 22-23) y retomado más tarde repetidamente en varios documentos como la encíclica Ecclesia de Eucharistia del Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, o la exhortación apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis de Su Santidad el Papa Benedicto XVI (n. 55).

Ciertos elementos que deben ser indicados específicamente al respecto:

a) No se permite a los sacerdotes cambiar o improvisar la Plegaria Eucarística o cualquier otra oración inmutable de la Misa, inclusive si la intención es desarrollar algún elemento implícito en ella mediante el canto de varios coros o añadiendo explicaciones. Es necesario entender que la Liturgia de la Iglesia está estrechamente vinculada con su fe y tradición: Lex orandi, Lex credendi: ¡la regla de la plegaria es la regla de la fe! Es el Señor y no otro quien nos ha dado la liturgia; es por ello por lo que nadie más tiene derecho a cambiarla.

b) Los llamados elementos “Alaba y Adora” [Praise and worship] no están permitidos en ninguna parte del rito de la Misa. Música excesiva y demasiado alta, aplausos, largas intervenciones y gestos que perturban la sobriedad de la celebración, tampoco. Es muy importante que comprendamos la sensibilidad cultural religiosa del pueblo cingalés. Alrededor de nosotros, la mayoría son budistas, cuya forma de culto es sumamente sobria, y musulmanes e hinduistas, que tampoco crean ninguna conmoción con su culto. Sabemos, además, que hay en este país una fuerte oposición a las sectas cristianas fundamentalistas y nosotros, los católicos, nos hemos esforzado por explicar que el Catolicismo es diferente de tales sectas. Sin embargo, algunas de las prácticas “Alaba y Adora” son más parecidas a los actos religiosos de los fundamentalistas que a los de los del Catolicismo Romano. Respetemos, pues, nuestra diversidad y sensibilidad culturales.

c) La Palabra de Dios establecida no puede ser cambiada al azar y de cualquier manera y el salmo responsorial debe ser cantado sin sustituirlo por himnos de meditación. La dimensión contemplativa de la Palabra de Dios es de suma importancia. En algunos servicios para-litúrgicos, la gente tiende a una excesiva verbosidad. Es Dios quien habla y nosotros los que necesitamos escuchar; y escuchar requiere más bien silencio y contemplación que exuberancia cacofónica.

d) Los sacerdotes deben predicar acerca de la Palabra de Dios y de los misterios litúrgicos celebrados. Las predicaciones por los laicos están rigurosamente prohibidas durante las celebraciones litúrgicas.

e) La Santísima Eucaristía debe ser distribuida con el mayor cuidado y reverencia y sólo por aquellos que están autorizados. Todos los ministros, sean ordinarios como extraordinarios, deben estar revestidos con la adecuada indumentaria ministerial. Yo recomendaría a todos los fieles, incluyendo a los religiosos, que reciban la comunión reverentemente de rodillas y en la lengua. La práctica de la comunión “auto-servicio” está prohibida y humildemente pido a los sacerdotes que están permitiendo que los fieles se acerquen a tomar la comunión por sí mismos que suspendan de inmediato dicha práctica.

f) Se espera de todos los sacerdotes que se atengan a lo estipulado en el rito de la Misa, de modo que no haya lugar a comparaciones ni contrastes entre Misas, como si las celebradas por ciertos sacerdotes fueran superiores a las celebradas por los demás.

g) El Tetragrama YHWH no se debe pronunciar en las oraciones o himnos debido a su naturaleza sagrada (Carta de la Congregación para el Culto Divino sobre el Nombre de Dios, Prot. n. 213/08/L), lo cual tiene en cuenta la sensibilidad a este respecto de la comunidad judía, de la cual hemos heredado mucho en nuestro culto.

H) Las bendiciones litúrgicas están reservadas sólo a los ministros ordenados, es decir: obispos, sacerdotes y diáconos. Cualquier persona puede rezar sobre otra, pero se recomienda seriamente no usar gestos que puedan inducir en ilusión, confusión o malinterpretación.

2. Debe considerarse la celebración dominical de la Eucaristía de la comunidad parroquial como la práctica litúrgica central de los católicos. El Papa Juan Pablo II exhortó en su carta apostólica Dies Domini de 1998 a mantener y estimar la Eucaristía dominical como el acontecimiento central que une a todos los fieles de la comunidad local. A este respecto, una importante enseñanza es saber que el Dies Domini es el Dies Ecclesiae. Así pues, todos los sacerdotes, religiosos y laicos de una determinada parroquia deberían esforzarse por asistir a la Misa dominical de su iglesia parroquial, sin buscar “Misas de conveniencia” o Misas especiales celebradas por grupos particulares fuera de los límites de su parroquia.

Los movimientos religiosos, incluso si están aprobados, no deberían organizar celebraciones paralelas los domingos en la misma parroquia. Las casas religiosas que tienen Misas los domingos para sus miembros ancianos o en razón de la clausura de sus comunidades, deberían exhortar seriamente a los laicos y religiosos que asisten a esas misas a volver a las de sus comunidades parroquiales. El Papa Juan Pablo II explica las razones de no permitir a pequeños grupos que tengan sus propias celebraciones los domingos. Bajo el pretexto de buscar liturgias mejores y más vibrantes, se daña la integridad de la comunidad parroquial y se la destruye gradualmente. Los servicios dominicales paralelos fomentan indirectamente los cultos a la personalidad y llevan así a rupturas y divisiones en el cuerpo del Señor en la parroquia. En la Ordenación General del Misal Romano (edición típica de 2002) se dice: “Eviten [los fieles], por consiguiente, toda apariencia de singularidad o de división, teniendo presente que es uno el Padre común que tienen en el cielo, y que todos, por consiguiente, son hermanos entre sí” (n. 95).

Todos los movimientos que funcionan en la Archidiócesis deberían ofrecer su total cooperación para fomentar y alimentar la liturgia parroquial dominical, sin preocuparse tanto por edificar sus propios reinezuelos. ¡Donde hay división hay pecado! Las celebraciones de la Palabra que acaban con la bendición Eucarística no substituyen a la Eucaristía dominical. A este respecto, he indicado muy claramente a los sacerdotes de la Archidiócesis que obtengan mi personal licencia para asistir a dichos servicios para impartir la bendición Eucarística. Últimamente, algunos han empezado a tomar el Santísimo expuesto para ostentarlo de casa en casa, como si se tratase de una estatua que es traída y llevada. La bendición Eucarística debe celebrarse con sumo cuidado y con reserva, y no debe ser objeto de abuso para dar "apariencia católica" o servir de camuflaje a algo que puede no parecer tan católico al cabo de una interminable reunión. Tocar con la custodia las cabezas de los fieles está estrictamente prohibido.

En esta misma línea de pensamiento, no se les permite a los movimientos y grupos religiosos formar a sus propios hijos y grupos juveniles. Las estructuras parroquiales y diocesanas ya proveen a estas necesidades y debe hacerse uso de ellas sin multiplicar estructuras paralelas, no sea que se propicien comparaciones y hasta disensiones. En todo esto debemos salvaguardar apasionadamente la unidad de la Iglesia. Jesús rogó por la unidad de su pueblo y oró para que todos fueran uno (cf. Ioann. XVII, 21).

En un futuro próximo espero publicar un folleto en el que se explicarán en detalle muchas más cosas concernientes a la vida litúrgica de la Archidiócesis de Colombo. Humilde y respetuosamente pido a todos los sacerdotes, religiosos y laicos de la Archidiócesis de Colombo que presten su colaboración en salvaguardar la sacralidad de la liturgia en esta iglesia particular. Estoy seguro que estas instrucciones serán puestas inmediatamente por obra, de modo que las preocupaciones litúrgicas más urgentes sean pronto solventadas.

¡Gracias y que Dios os bendiga!

Con la seguridad de mis oraciones y mi cordial bendición, devotamente vuestro en Cristo,

+ Malcolm Ranjith
Arzobispo de Colombo

Tradución: La Buhardilla

Descargar aquí el texto de la Carta en formato word
(incluye las notas).

domingo, 11 de outubro de 2009

Devolvamos beleza à liturgia!


O site New Liturgical Movement traz neste domingo uma homilia extraordinária do Padre Franklyn M. McAfee sobre a beleza na liturgia, a qual foi traduzida para o português por OBLATVS.

“A thing of beauty is a joy foreverIts loveliness increases;
It will never pass into nothingness.”
John Keats

Quando os enviados de Vladimir, Príncipe de Kiev, retornaram de uma visita a Constantinopla, onde assistiram à Divina Liturgia na Catedral de Santa Sofia no século X, eles fizeram o seguinte relatório: “Não sabíamos se estávamos no céu ou na terra, com certeza não há tal esplendor e beleza em outro lugar sobre a terra. Não somos capazes de descrevê-lo a vós; só isto sabemos, que lá Deus habita entre os homens, e que o seu culto supera o de outros lugares. Porque não podemos esquecer a beleza!”

O Presidente John Adams, numa carta a sua esposa Abigail, contou uma visita a uma “Capela Romanista”, onde diz: “A Música, que consistia em um órgão e um Coro de cantores, tomou toda a Tarde, excetuando-se o Momento do sermão, e a Assembleia cantava – na maioria do tempo suave e agradavelmente. Isto é Tudo que pude captar com um golpe de Visão, Audição e Imaginação. Todas as Coisas que podem seduzir e encantar o simples e ignorante. Eu imagino como Lutero pôde ter quebrado o encantamento.”

Santa Teresa d’Ávila declarou: “Eu sempre sou tocada pela grandeza das cerimônias da Igreja”. O amor à beleza e a expressão desse amor pela obra de arte não é beleza em si mesmo, mas sua expressão é homenagem a Deus porque, segundo São Tomás de Aquino, “beleza é um dos nomes de Deus”. Por conseguinte a Igreja, quando é convocada a celebrar os Divinos Mistérios, utiliza-se de todas as artes que despertam os sentidos porque a beleza é “id quod visum placet”, “aquilo que agrada à visão”. A sobriedade dos cantos, o esplendor dos instrumentos, a festividade dos paramentos, a pompa do incenso, as velas, os vasos, a água benta – todas estas coisas ajudam-nos em nossa adoração ao Deus Triuno que criou a beleza, sustenta a beleza, redimiu a beleza e é a própria Beleza.

A Igreja tradicionalmente revestiu o Santo Sacrifício da Missa com o mistério. Usando as coisas boas criadas, a Igreja em sua terrena transcendência conduz seus filhos a Deus e Deus, pelos mesmos meios, desce até eles. A Igreja às vezes esqueceu-se disto. O Papa Bento XVI (como Cardeal Ratzinger) lamentou: “Desde o Concílio Vaticano [Segundo] a Igreja deu as costas à beleza”. Há alguns anos atrás o Pontifício Conselho para a Cultura em Roma fazia este pedido: “devolvam a beleza aos edifícios eclesiásticos, devolvam a beleza aos objetos litúrgicos!” A Igreja não apenas deu as costas à beleza, como parece se envergonhar dela. Ele que um dia foi a promotora das artes.

Nós nos empobrecemos. Nós, para usar uma frase de Paul Claudel, “vivemos numa época de imaginação escassa”. Segundo o filósofo Plotino, “a alma precisa subir a escada do belo antes de poder encontrar a visão da Beleza Primeira”. Mas o que acontece quando se removem os degraus da escada?

Os cientistas nos dizem que o lado esquerdo do cérebro especializa-se em matemática, análise, ciência e assim por diante. E que o lado direito do cérebro é incuravelmente romântico, seu terreno é poesia, amor, arte, música. É o lado direito do cérebro que é envolvido pela mais elevada forma de Liturgia. Um autor disse certa vez: “Durante um exemplo mais desritualizado da Missa vernácula, o cérebro direito, miniatura de Homer ou Shakespeare que há em todos nós, é sufocado até a morte”.

H. L. Menken que escrevia para um jornal de Baltimore, e não era um amigo da religião, pegou-se admirando a Igreja Católica conforme disse em 1923: “A Igreja Latina, à qual eu me pego constantemente admirando, a despeito de suas frequentes incríveis imbecilidades, sempre teve claro diante de si o fato de que a religião não é um silogismo, mas um poema... Roma, de fato, não apenas preservou a poesia original do Cristianismo; ela fez ainda acréscimos capitais àquela poesia – por exemplo, a poesia dos Santos, de Maria, da própria liturgia”. “Uma Missa Solene”, conclui, “deve ser mil vezes mais impressionante que o mais poderoso sermão já ecoado numa nave... diante de tão envolvente beleza não é necessário cansar os fiéis com lógica; eles se convencem mais se deixados em paz.”

Ouçam os inimigos da Igreja. Eles tremem a cada balanço do turíbulo e a cada genuflexão. Em 1888 um adventista ‘do sétimo dia’ publicou um livro sobre a Prostituta da Babilônia. Quando o Juiz Clarence Thomas (católico) foi nomeado para a Suprema Corte o livro foi reimpresso. Eis o que o autor fala sobre o Culto Católico... lembrem-se de que isto foi no século XIX: “Muitos Protestantes supõem que a religião católica não é atrativa e que seu culto é uma série pálida de cerimônias sem sentido. Eis o erro. Embora o Romanismo seja baseado num engano, não é uma impostura grosseira e tosca. O serviço religioso da Igreja Romana é o cerimonial mais impressionante. Seu visual esplêndido e ritos solenes fascinam os sentidos do povo e silenciam a voz da razão e da consciência. O olhar fica encantado. Igrejas magnificentes, procissões imponentes, altares dourados, santuários preciosos, pinturas escolhidas e esculturas refinadas apelam para o amor à beleza. O ouvido também é cativado. A música é insuperável. As ricas notas de um órgão sonoro, misturado à melodia de muitas vozes que sobe pelas majestosas cúpulas e naves de suas grandes catedrais, não podem senão impressionar a mente com admiração e reverência. A pompa e cerimônia do culto católico tem o poder sedutor e encantador pelo qual muitos são enganados; e eles chegam a ver a Igreja Romana como a verdadeira porta do céu”.

Desta forma, muitos corações insensíveis à Igreja e a seus ensinamentos se enterneceram; como foi o caso dos “decadentes” – Baudelaire, Verlaine, Aubrey, Oscar Wilde e outros. “A beleza pode então ser adequadamente chamada evangélica, beleza evangélica, via pulchritudinis, pode abrir o caminho para a busca de Deus e dispor o coração e o espírito para encontrar Cristo que é a beleza da Santidade Encarnada oferecida por Deus ao homem para sua salvação”.

Segundo Santo Tomás de Aquino, para algo ser considerado belo deve ter três qualidades: integridade, harmonia e clareza ou resplendor. Quando o resplendor irrompe e os ensinamentos da Igreja se tornam manifestos, a Igreja Católica é reconhecida como o lugar onde a verdade habita e o lar da beleza. Hans Urs von Balthasar escreveu que quando “o bem perdeu seu poder de atração, quando as provas perderam seu caráter conclusivo; então restará a beleza para compelir”.

O Papa Bento XVI, em sua citação da visita dos delegados do Príncipe Vladimir de Kiev à Constantinopla disse que a delegação e o príncipe aceitaram a verdade do Cristianismo não pela persuasão de seus argumentos teológicos mas pela beleza do mistério de sua Liturgia.

O poeta Baudelaire escreveu: “É de imediato através da poesia e pela poesia, através e pela música, que a alma vislumbra o esplendor situado além do túmulo; e quando um poema estupendo traz lágrimas aos olhos, estas lágrimas não são prova de alegria excessiva. Elas são testemunho de uma melancolia impaciente, uma exigência dos nervos, de uma natureza exilada no imperfeito, e agora desejosa de tomar posse daquele mundo”.

Baudelaire foi influenciado significativamente em sua ideia de beleza por um escritor americano que ele muito admirava, Edgar Allan Poe. Poe dizia da beleza: “Nós ainda temos uma sede insaciável, a sede que pertence à imortalidade do homem. Ela é consequência imediata e uma indicação desta natureza perene. É o desejo da mariposa pelas estrelas. Não é mera apreciação da beleza diante de nós, mas um esforço velado para alcançar a beleza acima de nós”.

Por que então a Liturgia deve ser bela? Porque a beleza oferece um veículo para transcender nossas vidas presentes e para tocar as bordas do céu. Quando nós encontramos a beleza finita se engendra um desejo mais ardente pela beleza imortal absoluta da qual a beleza temporal do mundo é apenas uma efêmera epifania.

Na Epístola aos Hebreus, Cristo é chamado o “leiturgos”, o Liturgista que preside todos nossos rituais, Ele próprio oferece a Liturgia. Uma vez que Cristo é o “leiturgos” e Cristo é a Beleza Encarnada, toda beleza deve refleti-Lo e deve fluir d’Ele na Liturgia. Cristo, o Verbo Feito Carne, é a maior obra-prima. Cristo é a mais perfeita sinfonia. Cristo é a pintura mais preciosa. Cristo é o ritmo cósmico no poema eterno.

São João da Cruz dizia: “Deus passa pelos matagais do mundo e onde Seu olhar recai, ele conduz todas as coisas à beleza”.

São Paulo escreveu a Timóteo: “Ele é o Rei dos Reis e Senhor dos Senhores. Ele possui a imortalidade e habita em luz inacessível”. Já na Divina Liturgia da Missa nós nos encorajamos a nos aproximarmos d’Ele que vive em luz inacessível.

Como posso descrever a Liturgia? Posso descrever a Liturgia com uma palavra. Nas cortes celestes, entre os coros dos anjos, somente uma palavra é falada, uma palavra solitária que os querubins e os serafins pronunciam diante da majestade da liturgia cósmica do Cordeiro glorificado, outrora morto mas agora ressuscitado, e a palavra é...

Aquela simples palavra...

Aquela gloriosa, triunfante palavra é...

AHHH!

Fonte: New Liturgical Movement
Tradução: OBLATVS

terça-feira, 6 de outubro de 2009

Los medios de comunicación y el Papa: un año difícil


El Cardenal Angelo Bagnasco, Arzobispo de Génova y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la Asamblea Plenaria del episcopado europeo que está realizándose en estos días en París, pronunció un interesante discurso que ofrecemos ahora la traducción al español.

Saludo y agradezco a Su Eminencia, el Cardenal Presidente, y a todos los hermanos en el Episcopado por la invitación a ilustrar este significativo tema: “Los medios y el Papa: un año difícil”.

Se trata de un tema complejo y muy relevante, considerada la importancia que asumen en la actual sociedad globalizada los medios de comunicación y los riesgos relacionados a un uso indebido de los mismos, sobre todo hoy que, “de manera cada vez más marcada, en ocasiones la comunicación parece tener la pretensión no sólo de representar la realidad, sino también de determinarla gracias al poder y a la fuerza de sugestión que posee” (Benedicto XVI, Mensaje para la 42º Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2008).

En base al análisis de la experiencia italiana, que ofrece un punto de observación privilegiado en muchos aspectos, se puede afirmar que, en un primer período, la representación mediática del pontificado de Benedicto XVI ha sido, en conjunto, adecuada y sustancialmente positiva.

Las perplejidades de algunos comentadores, ligadas en su mayoría a la proyección sobre el nuevo Pontífice de los estereotipos no siempre positivos referidos al cardenal Ratzinger, o a su presuntamente escasa capacidad comunicativa, pronto fueron superadas o redimensionadas por un juicio más atento a los contenidos del magisterio y por el reconocimiento del particular atractivo ejercido por el Papa sobre las multitudes, no obstante su estilo intencionalmente sobrio, centrado más en la palabra que en los gestos.

Este atractivo ha sido alimentado por algunos grandes eventos que se impusieron desde el punto de vista mediático, como por ejemplo la visita a la sinagoga de Colonia, realizada el 19 de agosto de 2005 durante el primer viaje a Alemania, o la visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, realizada el 28 de mayo de 2006 con ocasión del viaje a Polonia, o incluso la visita a la Mezquita Azul de Estambul, realizada el 30 de noviembre de 2006 durante el viaje a Turquía, o finalmente la lectio magistralis en la Universidad de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006.

Además de estos eventos de notable impacto, la atención de los medios ha sido catalizada por las intervenciones de Benedicto XVI sobre los llamados “principios no negociables” o sobre las raíces cristianas de Europa, que han suscitado un debate vivaz en la opinión pública de los principales países europeos.

Una menor consideración se ha reservado, en cambio, a algunos encuentros llenos de significado para la vida ordinaria de la Iglesia, como las visitas a las parroquias de Roma, los diálogos con los grupos, y las catequesis de los miércoles, que en realidad representan, con frecuencia, la ocasión para una actividad de predicación y testimonio por parte del Papa que bien merecería mayor relieve y profundización.

Se advierte aquí el riesgo, que ha surgido ya desde el segundo año de pontificado y poco a poco se ha ido acentuando, de una representación mediática reduccionista que tiende a infravalorar al Papa testigo y predicador del Evangelio y a sobredimensionar al Papa intelectual y político, enfatizando las intervenciones consideradas potencialmente conflictivas y juzgadas más útiles para hacer noticia, y descuidando algunos temas de fondo que revelan las prioridades del pontificado. Estas bien conocidas prioridades pueden ser brevemente recordadas.

La primera está representada por Dios mismo, por la relación con Él y por la fe en Él a través del Señor Jesucristo que nos lo ha revelado. En esta perspectiva, se puede hablar también de una prioridad “cristológica”, manifestada particularmente en el libro “Jesús de Nazaret” que lleva a Benedicto XVI a reafirmar con fuerza que Jesucristo es el camino a Dios Padre, nuestro único Salvador, la verdadera sustancia de la fe cristiana.

La Iglesia debe hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. Esta misión se realiza sobre todo a través de la oración, personal y litúrgica, y requiere preocuparse por la unidad de los creyentes: la oración y la unidad de los creyentes son ulteriores prioridades del actual pontificado que implican a todos, cada uno según la propia responsabilidad.

Una última prioridad que parece oportuno recordar aquí concierne a la clarificación de un auténtico concepto de libertad, necesario para la vida de la persona y para el bien de la sociedad. Al respecto, Benedicto XVI, rechazando toda ética y concepción referibles a lo que ha definido como “dictadura del relativismo”, subraya que la libertad de la persona es relacional por naturaleza y no puede excluir la responsabilidad hacia el otro. La libertad es tal, se puede observar, sólo en relación con el valor inalienable de cada vida, de la paz, de la justicia, de la solidaridad y de todos los bienes humanos fundamentales, a cuyo aprecio y respeto debe ser educada.

Si se ignora o descuida este cuadro de prioridades en el cual se colocan las diversas intervenciones del Pontífice, es difícil evitar representaciones parciales y engañosas, críticas ideológicas y preconcebidas, lecturas dirigidas a hacer decir al Papa aquello que con toda evidencia él no dice, hasta alimentar incluso formas de ostracismo extrañas a la dialéctica democrática.

En este tipo de derivas mediáticas se incluyen algunas polémicas recientes, como por ejemplo las que siguieron al célebre discurso de Ratisbona, al Motu Proprio que permite el uso de la liturgia preconciliar, a la remisión de la excomunión a los cuatro obispos lefebvristas, a las aclaraciones acerca de la naturaleza del diálogo interreligioso, o a las consideraciones sobre los límites del uso de preservativos realizadas durante el viaje a África.

En todos estos casos, una representación correcta habría permitido superar los malos entendidos y aclarar el alcance efectivo de intervenciones que, lejos de justificar algunas ásperas críticas que se registraron, en realidad desarrollan coherentemente algunas directrices del pontificado y las prioridades antes expuestas.

Por el contrario, se ha preferido una lectura parcial y muchas veces francamente incorrecta que lleva a preguntarse si en algunos componentes de la cultura y de los medios de comunicación no se está abriendo paso a un anticlericalismo interesado en esconder el verdadero rostro de la Iglesia y en distorsionar el significado de su mensaje, de modo que éste resuene como incoherente o anacrónico y la Iglesia parezca animada sólo por la voluntad de “levantar muros y cavar fosas”, sobre todo en materia de ética. Esta sería la Iglesia de los “no”, enemiga del hombre e indiferente a sus necesidades, oscurantista y contraria a la racionalidad científica.

En realidad, señalar los riesgos que la falta de respeto incondicional por el ser humano puede comportar para la dignidad del hombre no es ciertamente signo ni de hostilidad hacia la ciencia ni de obtusa resistencia hacia lo moderno; es deber de la Iglesia señalarlos y el hacerlo es, más bien, un síntoma de solicitud y de amistad: el amigo no puede no señalar un peligro.

La mayor parte de la Iglesia puede condensarse en el gran “sí” con que responde al amor del Señor, indicándolo a todos. Por eso habla principalmente de Dios y de la vida eterna, destinada a no terminar. Habla de esperanza y de felicidad. Algunos “no”, que en un cierto punto la Iglesia considera que debe decir, son la contracara exacta de una ética del “sí” y, aún más a fondo, de una ética del amor, en nombre de la cual no se puede intercambiar el mal por el bien para obtener un consenso tan fácil como efímero.

Tal vez se querría, por parte de algunos ambientes, una Iglesia alineada en forma supina a la opinión que se autoproclama prevalente y progresista, o una Iglesia simplemente muda. Las líneas de demarcación claras, que imponen opciones a veces lacerantes para las conciencias y casi siempre no fáciles, no están ciertamente en sintonía con un mundo donde la relatividad (o el relativismo) de la ética y de la moral sustrae la elección a la conciencia para entregarla a un limbo donde todo está más allá del bien y del mal.

Sin embargo, la Iglesia no puede faltar a la propia misión. Expresar libremente la propia fe, participar en el debate público en nombre del Evangelio, llevar serenamente la propia contribución a la formación de las orientaciones político-legislativas aceptando siempre las decisiones tomadas por la mayoría, no puede ser confundido con una amenazada a la laicidad del Estado.

La Iglesia no quiere imponer a nadie la propia moral “religiosa”: ella enuncia desde siempre, y no puede no enunciar, - junto a principios típicamente religiosos – los valores fundamentales que definen a la persona y garantizan su dignidad, sin alimentar polémicas pero privilegiando siempre el método de un debate sereno y constructivo y la búsqueda del bien común.

Un rol esencial para el conocimiento y la difusión de tales valores, recordados con ejemplar claridad por el magisterio de Benedicto XVI, corresponde hoy a los medios de comunicación. Es de desear que, en el ejercicio de una tarea tan delicada, prevalezcan siempre las razones y los criterios de una responsabilidad deontológica que, aunque no excluye la posibilidad de críticas fundadas y constructivas, encuentra su última verificación en la capacidad de contribuir al conocimiento y a la búsqueda de la verdad.

Fuente: Papa Ratzinger Blog
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

terça-feira, 29 de setembro de 2009

Sancte Michael Archangele, defende nos in prælio!


Sancte Michael Archangele, defende nos in prælio; contra nequitiam et insidias diaboli esto præsidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiæ cælestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute in infernum detrude. Amen.

São Miguel Arcanjo, defendei-nos no combate, cobri-nos com o vosso escudo contra os embustes e ciladas do demônio. Subjugue-o Deus, instantemente o pedimos. E vós, príncipe da milícia celeste, pelo divino poder, precipitai no inferno a Satanás e a todos os espíritos malignos que andam pelo mundo para perder as almas. Amém.