quarta-feira, 29 de setembro de 2010

Las preces prescritas por S.S. León XIII


Castillo del Santo Angel - Roma


¿Cuál es el origen de estas preces?

En 1859, el beato Pío IX dispuso que todos los sacerdotes en el territorio de los Estados Pontificios rezaran de rodillas, inmediatamente después de la misa y juntamente con el pueblo, tres avemarías y una salve seguidas de una oración pidiendo la intercesión de los santos para conjurar los graves peligros que amenazaban el poder temporal de la Iglesia por obra de los sectarios. Éstos, no se olvide, llevaban a cabo una campaña de desprestigio y de odio contra el papa Mastai, semejante a la que hoy se desarrolla contra Benedicto XVI (el nivel de inquina contra el beato Pío IX era tal que durante sus funerales se llegó a pretender lanzar al Tíber el féretro con sus restos mortales, lo cual fue evitado a duras penas). Las preces ordenadas por aquél continuaron rezándose aún después de la caída de Roma y la expoliación sardo-piamontesa, pues el nuevo régimen emprendió una política anticlerical (con desamortización incluida). En 1884, León XIII renovó el mandato de rezar las oraciones de su predecesor y las extendió a todo el mundo para obtener la libertad de la Iglesia en Alemania, perseguida por Bismarck y su Kulturkampf. Después de la pacificación con el Reich, el mismo papa ordenó tres años más tarde que las preces pianas se rezaran por la conversión de los pecadores, pero modificó la oración después de la salve y añadió otra en forma de exorcismo dirigida a San Miguel Arcángel. Desde entonces pasaron a llamarse preces leoninas. En 1904, san Pío X añadió la triple invocación al Sagrado Corazón de Jesús. Finalmente, Pío XI -que había presenciado de cerca los horrores del comunismo cuando, antes de ser papa, fue nuncio en Polonia- estableció que las preces leoninas se ofrecieran por la conversión de Rusia.


¿Cuál es el origen de la oración a san Miguel Arcángel?

En Octubre 13, 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la Santa Misa, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo el veía. Su rostro tenía expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporo, levanto su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente mal? El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.

¿Qué vio León XIII? "Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que el podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo." También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.

Después de media hora, llamó al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entrego una hoja de papel y le ordenó que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenia que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí el había escrito, junto con las otras oraciones al pie del altar que se decían siempre despues de cada misa rezada.


¿Cómo se rezan esas oraciones en la Forma Extraordinaria?

El sacerdote, después del último evangelio desciende al plano del altar y se arrodilla para recitar tres avemarías, una salve con versículo y oración, el exorcismo corto de San Miguel y tres jaculatorias al Sagrado Corazón de Jesús. Tras lo cual se levanta, sube a la predela del altar para tomar el cáliz y retirarse hacia la sacristía.

De forma similar podría rezarse en la forma ordinaria despues de despedir al pueblo diciendo "Podéis ir en paz" o incluso diciendo: "Bendigamos al Señor".


¿Cuándo han de decirse en la forma extraordinaria?

Siempre, pero pueden omitirse por Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos de 1960:

1.- Cuando se celebra la Misa de Desposorios, o con ocasión de primera Comunión, Comunión general, sagrada Confirmación, Ordenación sagrada o Profesión religiosa.

2.- Cuando se siga inmediata y legítimamente alguna otra función o ejercicio piadoso.

3.- Cuando se tenga homilía en medio de la Misa.

4.- Cuando se celebra Misa dialogada, pero sólo en los domingos y días de fiesta.

5.- Además, los Ordinarios de lugar pueden permitir que dichas preces se digan en lengua vernácula, según texto aprobado por ellos.


¿Cómo comenzar a decirlas en la misa según la forma ordinaria?

Sería conveniente, explicar brevemente a los fieles el origen de estas oraciones y la conveniencia de volver a recitarlas al final de la misa como acción de gracias y petición al Señor, a la Santísima Virgen y a los santos.


¿Cómo argumentar este acto de piedad ante los liturgistas 'extremos'?

Sería suficiente citar la Constitución Sacrosanctum Concilium en sus números 12 y 13:

"La participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol. Y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo, para que también su vida se manifieste en nuestra carne mortal. Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, "recibida la ofrenda de la víctima espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para Sí.

Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se hacen por mandato de la Sede Apostólica.

Gozan también de una dignidad especial las prácticas religiosas de las Iglesias particulares que se celebran por mandato de los Obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente aprobados.

Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos.

Acordémonos también de lo que dijo Juan Pablo II en el Regina Coeli de 24 de abril de 1994:

"Quiera Dios que la oración nos fortalezca para la batalla espiritual de la que habla la carta a los Efesios: «Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder» (Ef 6, 10). A esa misma batalla se refiere el libro del Apocalipsis, reviviendo ante nuestros ojos la imagen de san Miguel arcángel (cf. Ap 12, 7). Seguramente tenía muy presente esa escena el Papa León XIII cuando, al final del siglo pasado, introdujo en toda la Iglesia una oración especial a san Miguel: «San Miguel arcángel, defiéndenos en la batalla contra los ataques y las asechanzas del maligno; sé nuestro baluarte...».

Aunque en la actualidad esa oración ya no se rece al final de la celebración eucarística, os invito a todos a no olvidarla y a rezarla para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas y contra el espíritu de este mundo".

 
TEXTO DE LAS ORACIONES LEONINAS


S. Dios te salve, María, llena eres de gracia…

P. Santa María, Madre de Dios…
(3 veces)

Dios te salve, Reina y Madre …

S. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

R. Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

S. Oremos: Oh Dios, refugio y fortaleza nuestra, mira propicio al pueblo que clama a Ti: y, por intercesión de la gloriosa e Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, y del Bienaventurado San José, su esposo, y de tus Santos apóstoles Pedro y Pablo, y de todos los santos, escucha misericordioso y benigno las preces que te dirigimos por la conversión de los pecadores y por la libertad y exaltación de nuestra Santa Madre la Iglesia. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

P. Amén

Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio. Reprímalo, Dios, pedimos suplicantes y tú, Príncipe de las milicias celestiales, lanza al infierno, con el divino poder, a Satanás, y a los demás espíritus malignos, que vagan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén

S. Corazón Sacratísimo de Jesús

P. Ten piedad de nosotros.
(3 veces)

***

S. Ave María…

P. Sancta María, Mater Dei…
(3 veces)

Salve Regina…

S. Ora pro nobis, Sancta Dei Génitrix

R. Ut digni efficiámur promissionibus Chrsiti.

S. Oremus :

Deus, refúgium nostrum et virtus, pópulum ad te clamántem propítius réspice; et intercedénte gloriósa et imaculáta Vírgine Dei Genitríce María, cum beáto Joseph, ejus sponso, ac beatis apóstolis tuis Petro et Paulo, et ómnibus sanctis, quas pro conversióne peccatórum, pro libertáte et exaltatióne sanctæ Matris Ecclésiæ, preces effúndimus, miséricors et benígnus exáudi. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.


R. Amén

Sancte Míchaël Archángele, defénde nos in prǽlio; contra nequítiam et insídias diáboli esto præsídium. Ímperet illi Deus, súpplices deprecámur: tuque, Prínceps milítiæ cæléstis, Sátanam aliósque spíritus malígnos, qui ad perditiónem animárum pervagántur in mundo, divína virtúte in inférnum detrúde. Ámen.

S. Cor Jesu Sacratíssimum

P. Misérere nobis.
(3 veces)