segunda-feira, 29 de novembro de 2010

Entrevista al maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias sobre el Adviento


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No hay que olvidar nunca que las celebraciones presididas por el Papa están llamadas a ser punto de referencia para toda la Iglesia. Es el Papa, el Sumo Pontífice, el gran liturgo de la Iglesia, aquel que, también a través de la celebración, ejerce un auténtico magisterio litúrgico al que todos deben mirar.
Mons. Guido Marini

Monseñor Marini, ¿cuál es el significado del Adviento?

El Adviento es el tiempo de la espera. De la espera que hace referencia a una venida, la del Señor Jesús, el Hijo de Dios, el único Salvador del mundo. El pueblo cristiano, en este tiempo fuerte del año litúrgico, vive la propia fe renovando la conciencia gozosa de una triple venida del Señor, de la que hablan también los Padres de la Iglesia.

¿Qué significa?

Una primera venida, de la cual hacer grata memoria, es la del Hijo de Dios en la historia de los hombres, al momento de la Encarnación. Una segunda venida es la que se realiza en el hoy de la vida, y que es incesante. Ésta toma forma en una multiplicidad de modos, comenzando por la Eucaristía, presencia real del Señor en medio de los suyos, para continuar con los sacramentos, la palabra de la divina Escritura, los hermanos, sobre todo los pequeños y necesitados. Una tercera venida, para esperar en la esperanza, es la que se realizará al final de los tiempos cuando el Señor volverá en la gloria y todo será recapitulado en Él.

El Adviento tiene también una dimensión mariana…

En el tiempo del Adviento el pueblo cristiano está llamado a renovar la conciencia de que su vida está toda contenida en el misterio de Cristo, Aquel que era, que es y que viene. También por esto el Adviento es un tiempo marcadamente “mariano”. La Santísima Virgen es aquella que, de modo único e irrepetible, ha vivido la espera del Hijo de Dios, es aquella que de modo singular está toda contenida en el misterio de Cristo.

¿De qué modo los fieles y las comunidades cristianas pueden ayudarse a vivir mejor este momento fuerte del tiempo litúrgico de la Iglesia?

Entrando en este tiempo con la actitud interior de quien se prepara a vivir un período de conversión y de renovación, orientando con decisión la propia vida al Señor Jesús. La Iglesia, con el año litúrgico, nos ofrece periódicamente la gracia de vivir momentos espiritualmente fuertes, ocasiones propicias para reencontrar el impulso del camino hacia la santidad. En el Adviento, tal impulso tiene un tono singular, que es el de la alegría. La alegría por el pensamiento de que el Señor es nuestro contemporáneo y está cerca de nosotros hoy, en el presente de nuestra existencia, en la cotidianeidad sencilla de nuestras jornadas. La alegría ante el pensamiento de que el futuro no está envuelto en la oscuridad sino que brilla la luz del Cielo de Dios en Cristo. Todo esto se convierte en experiencia de vida también en virtud de un camino personal y comunitario de conversión, hecho de una más intensa y prolongada oración, de alguna forma penitencial y de separación de la mentalidad del siglo presente, de una caridad más generosa y auténticamente cristiana.

¿Cuáles son las características de las celebraciones en este período?

La Liturgia, a través de los ritos y de las oraciones, conduce a la participación activa del misterio celebrado. Por lo tanto, en la celebración del tiempo de Adviento, debe transmitir el sentido de la espera típico del Adviento. Lo debe hacer con sus oraciones, con su canto, con su silencio, con sus colores y con sus luces. En todo debe hacerse presente el misterio del Señor que viene, Él que es el Principio y el Fin de la historia; en todo debe mostrarse de qué modo es tangible la alegría verdadera y sobria de la fe; en todo debe transparentarse el compromiso por el cambio del corazón y de la mente para una pertenencia más radical a Dios.

¿Y cuáles son las particularidades de las liturgias pontificias?

Si bien en un contexto peculiar, como es el debido a la presencia del Santo Padre, las liturgias pontificias no pueden presentar sino las características típicas de este tiempo del año. Con una característica adicional: la ejemplaridad. Porque no hay que olvidar nunca que las celebraciones presididas por el Papa están llamadas a ser punto de referencia para toda la Iglesia. Es el Papa, el Sumo Pontífice, el gran liturgo de la Iglesia, aquel que, también a través de la celebración, ejerce un auténtico magisterio litúrgico al que todos deben mirar.

Este año en particular la liturgia de las primeras Vísperas de Adviento está insertada en una “Vigilia por la vida naciente”. ¿Cuál es el significado de esta particular “combinación”?

Se trata de una combinación que se está revelando feliz. La iniciativa de una “Vigilia por la vida naciente”, promovida por el Pontificio Consejo para la Familia, se inserta de este modo en la celebración de inicio del Adviento, un tiempo muy indicado para llamar la atención sobre el tema de la vida. El Adviento es el tiempo de la espera de María, que llevaba en su seno al Verbo de Dios hecho carne. El Adviento es la espera de la Vida verdadera, que se ha manifestado en el Hijo de Dios hecho hombre, plenitud y cumplimiento del designio de Dios sobre la humanidad. En aquella Vida, aparecida en Belén, ha encontrado un significado nuevo y definitivo la dignidad de toda vida humana. De este modo, realmente, rezar por la vida naciente, en el contexto de la celebración de las primeras Vísperas para el comienzo del año litúrgico, resulta significativo y providencial.

A nossa "estatura" moral e espiritual pode-se medir por aquilo que esperamos: Bento XVI, ao Angelus, falando da expectativa e da esperança que caracterizam o tempo litúrgico do Advento




“O homem vive na medida em que espera, na medida em que no seu coração está viva a esperança; é pelas suas expectativas que se reconhece um homem”: considerações de Bento XVI, na alocução do meio-dia, na Praça de São Pedro, neste primeiro domingo do Advento, início de um novo ano litúrgico. O Papa deteve-se a reflectir sobre o tema da “expectativa”, da “espera”. Trata-se – observou – de “um aspecto profundamente humano, em que a fé se torna, por assim dizer, uma só coisa com a nossa carne e o nosso coração”.

“A expectativa, o esperar é uma dimensão que atravessa toda a nossa existência pessoal, familiar e social. A espera está presente em mil situações, desde as mais pequenas e banais, até às mais importantes, que nos afectam totalmente, no mais profundo da nossa existência”. Caso, por exemplo, dos esposos que aguardam o nascimento de um filho; ou de um parente ou amigo que, de longe, nos vem visitar; ou de um jovem que aguarda os resultados de um exame decisivo, ou de um colóquio de trabalho; nas relações afectivas, o aguardar a pessoa amada, a resposta a uma carta, a aceitação de um pedido de perdão…

“Poder-se-ia dizer que o homem está vivo na medida em que espera, se e enquanto no seu coração permanece viva a esperança. É pelas suas expectativas que se reconhece um homem: a nossa estatura moral e espiritual pode-se medir a partir daquilo que nós aguardamos, daquilo em que esperamos”.

“Especialmente neste tempo do Advento, é o caso que cada um se interrogue: O que é que eu espero? Neste momento da minha vida, para onde é que está voltado o meu coração?” A mesma questão deveria ser formulada a nível de cada família, comunidade, nação. “O que é que, conjuntamente, nós esperamos? O que é que une as nossas aspirações, o que é que as irmana?”

No tempo que precedeu o nascimento de Jesus, era fortíssima em Israel a expectativa do Messias, isto é, de um Consagrado, descendente do rei David, que libertaria finalmente o povo de todas as escravidões morais e políticas, instaurando o Reino de Deus…

“Mas nunca teria mais imaginado que o Messias pudesse nascer de uma humilde jovem como Maria, noiva do justo José. Nem sequer ela própria o teria pensado, e contudo no seu coração a expectativa do Salvador era tão grande, a sua fé e esperança eram tão ardentes, que Ele pôde encontrar nela uma digna mãe.”

“Existe uma misteriosa correspondência entre a expectativa de Deus e a de Maria, a criatura cheia de graça, totalmente transparente ao desígnio de amor do Altíssimo. Aprendamos dela, Mulher do Advento, a viver os gestos de cada dia com um espírito novo, com o sentimento de uma profunda expectativa, que só a vinda de Deus pode satisfazer.”

domingo, 28 de novembro de 2010

Respeita, defende, ama e serve a vida, cada vida humana! Unicamente por esta estrada, encontrarás justiça, progresso, verdadeira liberdade, paz e felicidade! Bento XVI na vigília de oração pela vida nascente.




(27/11/2010) Por iniciativa de Bento XVI, a Igreja Católica celebrou neste sábado , em todo o mundo, uma vigília de oração pela “vida nascente”.

O próprio Papa assinalou a data, na Basílica de São Pedro, com a celebração das I vésperas do início do Advento, tempo litúrgico que antecede o Natal.

Na homilia Bento XVI agradeceu antes de mais a todos aqueles que aderiram a este convite e a rtodos aqueles que se dedicam de maneira especial a acolher e guardar a vida humana nas varias situações de fragilidade, em particular no seu inicio e nos seus primeiros passos.

Acreditar em Jesus Cristo – salientou o Papa – exige também que se assuma uma olhar novo sobre o homem, um olhar de confiança, de esperança…O ser humano tem a exigência de ser reconhecido como valor em si mesmo e merece que o escutem sempre com respeito e com amor. Tem o direito de não ser tratado como um objecto que se deve possuir ou como uma coisa que se pode manipular á vontade, de não ser reduzido a simples instrumento em vantagem de outros e dos seus interesses.. A pessoa – acrescentou Bento XVI - é um bem em si mesma e é necessário procurar sempre o seu desenvolvimento integral. Depois – acrescentou o Papa – se o amor para com todos é sincero tende espontaneamente a tornar-se atenção preferencial pelos mais débeis e pelos mais pobres. É nesta linha que se coloca a solicitude da Igreja pela vida nascente, a mais frágil, a mais ameaçada pelo egoísmo dos adultos e pelo obscurecimento das consciências .

Na sua homilia durante a celebração das Primeiras Vésperas de Advento, na Basílica de S. Pedro o Papa salientou a existência de tendências culturais que procuram anestesiar as consciências com motivações pretestuosas. Acerca do embrião no seio materno, a própria ciência põe em evidencia a autonomia capaz de interacção com a mãe, a coordenação dos processos biológicos, a continuidade do desenvolvimento, a complexidade crescente do organismo. Não se trata – disse o Papa – de um cumulo de material biológico, mas sim de um novo ser vivo, dinâmico e maravilhosamente ordenado, um novo individuo da espécie humana.

Infelizmente – prosseguiu o Papa – também depois do nascimento, a vida das crianças continua a ser exposta ao abandono, á fome, á miséria, á doença, aos abusos, á violência, á exploração. Ás múltiplas violações dos seus direitos que se cometem no mundo ferem dolorosamente a consciência de cada homem de boa vontade. Perante o triste panorama das injustiças cometidas contra a vida do homem, antes e depois do nascimento faço meu - disse Bento XVI – o apelo apaixonado do Papa João Paulo II á responsabilidade de todos e de cada um:” respeita, defende, ama e serve a vida, cada vida humana! Unicamente por esta estrada, encontrarás justiça, progresso, verdadeira liberdade, paz e felicidade!

Exorto os protagonistas da politica, da economia e da comunicação social –disse a concluir – a fazerem tudo o que é possível para promover uma cultura sempre respeitosa da vida humana, para procurar condições favoráveis e redes de apoio ao seu acolhimento e desenvolvimento.

sábado, 27 de novembro de 2010

PRIMEIRO DOMINGO DO ADVENTO


Card. Piacenza: “Toda reforma de la Iglesia nace doblando las rodillas”


PIACENZA
El Card. Piacenza recibe el anillo cardenalicio de manos de Benedicto XVI

La formación del clero y un volver a centrarse en lo esencial en la vida del sacerdote son las prioridades que el nuevo cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, ve en su misión al frente de dicho dicasterio, como explica en esta entrevista al periódico Avvenire, que ofrecemos en lengua española.

Excelencia, el Papa lo ha llamado a guiar una Congregación de la Curia Romana y luego lo ha insertado en el Colegio Cardenalicio. ¿Cómo ha vivido este momento particularmente intenso de su vida?

Como una ulterior llamada a profundizar la relación personal con Cristo Señor, de la cual surge todo servicio eclesial y que es la única garantía posible de fidelidad en el camino de santificación personal. Podría decir que es una “llamada en la llamada”, que incluye la vocación al martirio, o sea, a la coherencia. Creo que cada oficio conferido requiere un suplemento de amor y el amor en el tiempo que avanza asume el nombre de fidelidad.

¿Con qué espíritu guiará la Congregación para el Clero?

¡Espero que con el Espíritu Santo! Y se tiene la seguridad de actuar en el Espíritu Santo si se está en comunión verdadera, leal y efectiva con el Papa. El servicio a los sacerdotes ha animado siempre, como característica peculiar, mi ministerio; desde joven lo he sentido como una exigencia de mi mismo ser sacerdote. Estoy muy contento, hoy, de poder ofrecer mi humilde colaboración al Santo Padre en el cuidado de aquellos que son “pupila oculi” del Papa, indispensables colaboradores del Orden episcopal para la misión de la Iglesia.

¿Cuáles son las principales líneas de acción que seguirá en esta tarea?

La formación del clero, en las actuales circunstancias, representa ciertamente una prioridad a la cual quisiera poner la justa atención, teniendo presente que toda reforma de la Iglesia nace doblando las rodillas; nace de aquel espíritu de oración que reconoce el primado absoluto de Dios en la propia existencia y en la historia. De aquí brotan las consecuencias operativas.

Usted ha seguido muy de cerca la concepción y la realización del Año Sacerdotal. ¿Qué herencia deja este período vivido tras la huella de la memoria de san Juan María Vianney?

Ciertamente una re-centralización en aquello que, en la vida del sacerdote, es esencial, superando los diversos “reduccionismos secularizantes” que se han sucedido en las últimas décadas. Mirar a san Juan María Vianney significa redescubrir el primado de la Eucaristía, cotidianamente celebrada y adorada, de la Confesión sacramental, recibida y ofrecida, y de la paciente escucha de los hermanos en aquel importantísimo servicio de guía de las conciencias que es la dirección espiritual. Mirar al Cura de Ars significa mirar a un sacerdote auténtico, que vive el Amor del Corazón de Jesús, significa comprender qué se debe hacer para formar a los sacerdotes y para la eficacia del ministerio pastoral.

En los últimos años ha tenido un gran énfasis el triste fenómeno de los abusos sexuales. ¿De qué modo la Iglesia puede vivir y superar esta crisis?

Con la claridad sobre la responsabilidad de los individuos, siguiendo el ejemplo del Papa Benedicto XVI; con el atento y debido cuidado pastoral de las víctimas; redescubriendo el gran valor de la penitencia y de la reparación y, ciertamente, viviendo aquella fidelidad radical a Cristo, a la Iglesia y al propio estado de vida, que es capaz por sí sola de volver a presentar al mundo la verdadera figura del sacerdote.

¿De qué modo se puede responder a la crisis de vocaciones que amenaza a nuestras comunidades?

A través de la oración al Señor de la mies, a través del claro y humilde reconocimiento de los errores cometidos, a través de la fidelidad a lo que somos y a lo que debemos ser. Las vocaciones – es un hecho – florecen allí donde hay radicalidad en la fe, caridad evangélica, claridad de identidad y alegre entusiasmo. Los movimientos y las nuevas comunidades son ejemplares en este sentido. Haber diluido, casi perdiéndola, la identidad sacerdotal, que se deriva de la configuración ontológica a Cristo Sacerdote, no ha acercado a los jóvenes sino que ha hecho perder toda forma de interés por la especificidad de la vocación sacerdotal. No nos hacemos sacerdotes para ser “super-animadores” de la comunidad sino para ser en el mundo la representación sacramental, por tanto real, de Jesucristo.

¿Cómo valora la experiencia de las llamadas “unidades pastorales” que se están difundiendo también en Italia?

Si representan el intento de mantener en pie una gran estructura con menos personal no tendrán un gran futuro. Si, por el contrario, son vividas como estructuras de comunión reales, en el pleno respeto de la distinción esencial entre sacerdocio bautismal y sacerdocio ordenado, y, sobre todo, en el respeto de la idea teológica y canónica del sacerdote como pastor propio de la comunidad, entonces podrán tener un futuro benéfico.

Excelencia, usted viene de Génova. ¿Qué vínculos ha conservado con la diócesis donde nació y desarrolló sus primeros años de sacerdocio?

Los vínculos que se tienen con la propia casa y con las propias raíces. La Iglesia que vive en Génova me ha hecho cristiano con el Santo Bautismo y la Confirmación, en ella he recibido, por primera vez, a Jesús Eucaristía, y en ella he recibido los tres grados del sacramento del Orden. Los dones más importantes de mi vida, tanto terrena como eterna, los he recibido en Génova. Por lo tanto, ¡el vínculo sólo puede “vital”!

Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

sexta-feira, 26 de novembro de 2010

O Tempo do Advento na Forma Extraordinária do Rito Romano




a) Os domingos: são de 1a. classe. Não admitem comemoração, nem solenidade, nem festa, exceto a festa da Imaculada Conceição. As festas de 1a. classe que ocorrerem, são transferidas para a segunda-feira, com comemoração nas II Vésperas do domingo.

b) As férias do Advento: não admitem Missa votiva de 4a. classe, nem a quotidiana dos defuntos.

c) Missa ferial: não há Glória, nem Aleluia.

d) Comemoração da féria: é privilegiada. Faz-se antes de todas as outras em Laudes, Vésperas e em todas as Missas, mesmo cantadas.

e) Prefácio do Advento: deve ser usado em todas as missas no tempo e nas demais missas que não tiverem prefácio próprio. Este prefácio encontra-se no suplemento de alguns missais (edição de 1962). Na falta deste, usa-se o prefácio da Ssma. Trindade aos domingos e, nos demais dias que não tiverem prefácio próprio, o pref. comum.

f) Nos domingos e férias: o órgão só é permitido para acompanhar o canto e proibi-se o uso de flores (salvo no 3o. domingo).

g) A partir da tarde do sábado: fecha-se a solenidade das núpcias. Admoeste-se aos esposos que se abstenham de demasiada pompa.


Para o início do Advento: Rorate Caeli




Roráte caeli désuper, et nubes pluant iustum.

Ne irascáris, Dómine, / ne ultra memíneris iniquitátis:
ecce cívitas Sancti tui / facta est desérta:
Sion desérta facta est: / Ierúsalem desoláta est:
domus sanctificatiónis tuae et glóriae tuae, / ubi laudáverunt te patres nostri

Roráte caeli désuper, et nubes pluant iustum.

Peccávimus, et facti sumus tamquam immúndus omnes nos,
et cecídimus quasi fólium univérsi
et iniquitátes nostrae quasi ventus abstúlerunt nos:
abscondísti fáciem tuam a nobis, et allilísti nos in manu iniquitátis nostrae.

Roráte caeli désuper, et nubes pluant iustum.

Vide Dómine, afflictiónem pópuli tui
et mitte quem missúrus es:
emítte agnum dominatórem terrae, de petra desérti, ad montem fíliae Sion:
ut áuferat ipse jugum captivitátis nostrae

Roráte caeli désuper, et nubes pluant iustum.

Consolámini, consolámini, pópulevmeus, cito véniet salus tua.
Quare mærore consúmeris, quare innovávit te dolor?
Salvábo te, noli timore;
Ego enim sum DóminusDeus tuus,
Sanctus Israël Redémptor tuus.

Roráte caeli désuper, et nubes pluant iustum.


Amanhã, início do Advento, Vigília em favor da vida nascente em toda a Igreja Católica


CARTA CONVOCATÓRIA DE ROMA


Cidade do Vaticano, 14 de junho de 2010.


Eminência/Excelência,

No próximo sábado 27 de novembro, o Santo Padre celebrará na Basílica de São Pedro em Roma uma solene “Vigília pela vida nascente” em coincidência com as Primeiras Vésperas do primeiro Domingo de Advento e na perspectiva da solenidade do Natal de Nosso Senhor Jesus Cristo. A Vigília incluirá também, além das Vésperas, a adoração eucarística, para agradecer o Senhor que, através da entrega total si próprio, deu sentido e valor a toda vida humana, e também para invocar a sua proteção sobre cada ser humano.

O Santo Padre deseja que os Bispos presidam nas Igrejas particulares celebrações análogas e envolvam as paróquias, as comunidades religiosas, as associações e os movimentos. Por esse motivo, nos pede que façamos em seu nome este convite.

Todos nós estamos conscientes dos perigos que hoje ameaçam a vida humana por causa da cultura relativista e utilitarista que obscurece a percepção da dignidade de cada pessoa humana, em qualquer estádio do seu desenvolvimento. Somos chamados mais do que nunca a ser o “povo da vida” (João Paulo II, Evangelium Vitae, 79) com a oração e o empenho. Nessa Vigília, celebrada por todas as Igrejas particulares unidas ao Santo Padre, Pastor universal, pediremos a graça e a luz do Senhor para a conversão dos corações e daremos um testemunho eclesial comum para uma cultura da vida e do amor.

Confiamos que Vossa Excelência, como Presidente da Conferência Episcopal, saberá envolver, a seu tempo e da maneira mais oportuna, todos os Bispos do seu País, para que possam incluir essa iniciativa na agenda da Diocese.

Saudamos com viva fraternidade.


Antonio Cardeal Cañizares Llovera
Prefeito da Congregação
para o Culto Divino e a Disciplina
dos Sacramentos


Ennio Cardeal Antonelli
Presidente do Pontifício Conselho
para a Família




Fonte: Comissão Episcopal Vida e Família - CNBB

quarta-feira, 24 de novembro de 2010

Catequese do Papa: Santa Catarina de Sena ensina que a ciência mais sublime consiste em amar Jesus Cristo e a sua Igreja




CIDADE DO VATICANO, quarta-feira, 24 de novembro de 2010 (ZENIT.org) - Apresentamos, a seguir, a catequese dirigida pelo Papa aos grupos de peregrinos do mundo inteiro, reunidos na Sala Paulo VI para a audiência geral.

Queridos irmãos e irmãs:

Hoje, eu gostaria de vos falar sobre uma mulher que teve um papel eminente na história da Igreja. Trata-se de Santa Catarina de Sena. O século em que ela viveu - XIV - foi uma época difícil para a vida da Igreja e para todo o tecido social na Itália e na Europa. Contudo, inclusive nos momentos de maior dificuldade, o Senhor não deixa de abençoar o seu povo, suscitando santos e santas que agitam as mentes e os corações, provocando conversão e renovação. Catarina é uma delas e ainda hoje nos fala e nos convida a caminhar com coragem rumo à santidade, para ser, de forma cada vez mais plena, discípulos do Senhor.

Nascida em Sena, em 1347, em uma família muito numerosa, morreu em sua cidade natal em 1380. Aos 16 anos, impulsionada por uma visão de São Domingos, entrou na Ordem Terciária Dominicana, no ramo feminino, chamado Mantellate [chamadas assim por usarem um manto preto, N. da T.]. Permanecendo com a família, confirmou o voto de virgindade que havia feito de forma privada quando ainda era adolescente, e se dedicou à oração, à penitência, às obras de caridade, sobretudo em benefício dos doentes.

Quando sua fama de sua santidade se difundiu, ela foi protagonista de uma intensa atividade de conselho espiritual a todo tipo de pessoas: nobres e homens políticos, artistas e gente do povo, pessoas consagradas, eclesiásticos, incluído o Papa Gregório XI, que naquele período residida em Avinhão e a quem Catarina exortou enérgica e eficazmente a voltar a Roma. Viajou muito para solicitar a reforma interior da Igreja e para promover a paz entre os Estados; também por este motivo, o venerável João Paulo II quis declará-la copadroeira da Europa: para que o Velho Continente não se esqueça jamais das raízes cristãs que estão na base do seu caminho e continue extraindo do Evangelho os valores fundamentais que garantem a justiça e a concórdia.

Catarina sofreu muito, como muitos santos. Chegaram a pensar inclusive que se deveria desconfiar dela, até o ponto de que, em 1374, seis anos antes da sua morte, o capítulo geral dos dominicanos a convocou a Florença para interrogá-la. Colocaram-na ao lado de um frade douto e humilde, Raimundo de Cápua, futuro mestre geral da ordem. Convertido em seu confessor e também em seu "filho espiritual", escreveu uma primeira biografia completa da santa, que foi canonizada em 1461.

A doutrina de Catarina, que aprendeu a ler com dificuldade e a escrever quando já era adulta, está contida no "Diálogo da Divina Providência" ou "Livro da Divina Doutrina", uma obra-prima da literatura espiritual, em seu "Epistolário" e na coleção das "Orações". Seu ensinamento está dotado de uma riqueza tal, que o servo de Deus Paulo VI, em 1970, declarou-a Doutora da Igreja, título que se acrescentava ao de copadroeira da Cidade de Roma, por vontade do Beato Pio IX, e de padroeira da Itália, por decisão do Venerável Pio XII.

Em uma visão que nunca se apagou do coração e da mente de Catarina, Nossa Senhora a apresentou a Jesus, que lhe deu uma esplêndida aliança, dizendo-lhe: "Eu, teu Criador e Salvador, te desposo na fé, que conservarás sempre pura até que chegues a celebrar comigo no céu tuas bodas eternas" (Raimundo de Cápua, Santa Caterina de Siena, Legenda maior, n. 115, Sena, 1998). Essa aliança era visível somente a ela. Neste episódio extraordinário, percebemos o centro vital da religiosidade de Catarina e de toda autêntica espiritualidade: o cristocentrismo. Cristo é, para ela, como o esposo com quem tem uma relação de intimidade, de comunhão e de fidelidade; é o bem amado acima de qualquer outro bem.

Esta união profunda com o Senhor é ilustrada por outro episódio da vida desta insigne mística: a troca do coração. Segundo Raimundo de Cápua, que transmite as confidências recebidas de Catarina, o Senhor Jesus lhe apareceu com um coração humano na mão, vermelho resplandecente, abriu-lhe o peito, introduziu-o e disse: "Queridíssima filha, como no outro dia eu recebi teu coração, que me oferecias, eis aqui que agora te dou o meu e, de agora em diante, estará no lugar que o teu ocupava" (ibid.). Catarina viveu verdadeiramente as palavras de São Paulo: "Eu vivo, mas não eu: é Cristo que vive em mim" (Gl 2, 20).

Assim como a santa de Sena, todo crente sente a necessidade de configurar-se segundo os sentimentos do Coração de Cristo, para amar a Deus e ao próximo como o próprio Cristo ama. E todos nós podemos deixar que nosso coração se transforme e aprenda a amar como Cristo, em uma familiaridade com Ele nutrida pela oração, pela meditação sobre a Palavra de Deus e pelos sacramentos, sobretudo recebendo frequentemente e com devoção a santa Comunhão. Também Catarina pertence a esse grupo de santos eucarísticos com o quais eu quis concluir minha exortação apostólica Sacramentum Caritatis (cf. n. 94).

Queridos irmãos e irmãs: a Eucaristia é um extraordinário dom de amor que Deus nos renova continuamente, para nutrir nosso caminho de fé, revigorar nossa esperança, inflamar nossa caridade, para tornar-nos cada vez mais semelhantes a Ele.

Ao redor de uma personalidade tão forte e autêntica, foi se construindo uma verdadeira e autêntica família espiritual. Eram pessoas fascinadas pela autoridade moral dessa jovem mulher de elevadíssimo nível de vida, e talvez impressionadas também pelos fenômenos místicos aos quais assistiam, como os êxtases frequentes. Muitos se colocaram ao seu serviço e sobretudo consideraram um privilégio ser guiados espiritualmente por Catarina. Chamavam-na de "mãe", pois, como filhos espirituais, extraíam dela a nutrição do espírito.

Também hoje a Igreja recebe um grande benefício do exercício da maternidade espiritual de tantas mulheres, consagradas e leigas, que alimentam nas almas o pensamento de Deus, reforçam a fé das pessoas e orientam a vida cristã rumo a cumes cada vez mais elevados. "Digo e te chamo de filho - escreve Catarina a um dos seus filhos espirituais, o cartuxo Giovanni Sabatini - enquanto que te dou à luz por meio de contínuas orações e desejo na presença de Deus, assim como uma mãe dá à luz o seu filho" (Epistolário, Carta n. 141: A don Giovanni de' Sabbatini). Ao frade dominicano Bartolomeu de Dominici, ela costumava se dirigir com estas palavras: "Diletíssimo e queridíssimo irmão e filho no doce Jesus Cristo".

Outra característica da espiritualidade de Catarina está ligada ao dom das lágrimas. Estas expressam uma sensibilidade especial e profunda, capacidade de comoção e de ternura. Muitos santos tiveram o dom das lágrimas, renovando a emoção do próprio Jesus, que não reprimiu nem escondeu seu pranto diante do sepulcro do amigo Lázaro, da dor de Maria e de Marta e ao avistar Jerusalém, em seus últimos dias terrenos. Segundo Catarina, as lágrimas dos santos se misturam com o Sangue de Cristo, do qual ela falou com tons vibrantes e com imagens simbólicas muito eficazes: "Lembrai-vos de Cristo crucificado, Deus e Homem (...). Tende como objetivo Cristo crucificado, escondei-vos nas feridas de Cristo crucificado, afogai-vos no sangue de Cristo crucificado" (Epistolário, Carta n. 16: Ad uno il cui nome si tace ).

Aqui podemos compreender por que Catarina, ainda consciente das fraquezas humanas dos sacerdotes, teve sempre uma grandíssima reverência com relação a eles: eles distribuem, através dos sacramentos e da Palavra, a força salvífica do Sangue de Cristo. A santa de Sena convidou sempre os sagrados ministros - também o Papa, a quem chamava de "doce Cristo na terra" - a serem fiéis às suas responsabilidades, movida sempre e somente pelo seu amor profundo e constante pela Igreja. Antes de morrer, disse: "Partindo eu do corpo, em verdade, consumi e dei a vida na Igreja e pela Igreja Santa, o que me é uma graça singularíssima" (Raimundo de Cápua, Santa Caterina da Siena, Legenda maior, n. 363).

De Santa Catarina, portanto, aprendemos a ciência mais sublime: conhecer e amar Jesus Cristo e sua Igreja. No "Diálogo da Divina Providência", ela, com uma imagem singular, descreve Cristo como uma ponte lançada entre o céu e a terra. Está formada por três degraus constituídos pelos pés, pelo lado e pela boca de Jesus. Elevando-se por meio desses degraus, a alma passa pelas três etapas de todo caminho de santificação: o desapego do pecado, a prática das virtudes e do amor, a união doce e afetuosa com Deus.

Queridos irmãos e irmãs: aprendamos de Santa Catarina a amar com coragem, de forma intensa e sincera, a Cristo e à Igreja. Façamos nossas, para isso, as palavras de Santa Catarina que lemos no "Diálogo da Divina Providência", na conclusão do capítulo que fala de Cristo-ponte: "Por misericórdia, Tu nos lavaste no Sangue; por misericórdia, quiseste conversar com as criaturas. Ó Louco de amor! Não te bastou encarnar-te, mas quiseste também morrer! (...) Ó misericórdia! Meu coração se afoga ao pensar em Ti: em qualquer lugar em que eu volte a pensar, não encontro mais que misericórdia" (cap. 30, pp. 79-80).

Obrigado.

Fonte: Zenit

Conociendo más de cerca al Papa Benedicto XVI


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Hoy se ha presentado en la Sala de Prensa Vaticana el libro “Luz del mundo” que recoge los diálogos del Papa Benedicto XVI con el periodista alemán Peter Seewald. Desde mañana estará oficialmente a la venta. Mientras esperamos leer el libro completo, ofrecemos la traducción para el español de unos bellísimos extractos, publicados por el periódico Avvenire, en los que podemos conocer más de cerca a Benedicto XVI, sus sentimientos al momento de la elección pontificia, su visión del ministerio petrino, así como algunos detalles de su vida cotidiana.

Santo Padre, el 16 de abril de 2005, en el día de su 78º cumpleaños, usted comunicaba a sus colaboradores cuánto deseaba su jubilación. Tres días después, se encontró siendo el Jefe de la Iglesia universal que cuenta con mil doscientos millones de fieles. No es precisamente la tarea que se reserva para la vejez.

Realmente había esperado encontrar paz y tranquilidad. El hecho de encontrarme de improviso frente a esta tarea inmensa ha sido para mí, como todos saben, un verdadero shock. La responsabilidad, de hecho, es enorme.

Hubo un momento del cual, más tarde, usted dijo haber tenido la impresión de sentir un “hacha” caerle encima.

Sí, en efecto, el pensamiento de la guillotina me ha venido: he aquí, ahora cae y te golpea. Estaba segurísimo de que este cargo no habría estado destinado para mí sino que Dios, después de tantos fatigosos años, me habría concedido un poco de paz y de tranquilidad. Lo único que llegué a decir, que logré aclararme a mí mismo, ha sido: “Evidentemente, la voluntad de Dios es diversa, y para mí comienza algo completamente diverso, algo nuevo. Pero Él estará conmigo”.

En la así llamada “Sala de las lágrimas”, desde el inicio del Cónclave, están listas para el futuro Papa tres vestiduras: una larga, una corta y una media. ¿Qué ha pensado en aquella habitación de la cual se dice que, en ella, más de un nuevo Pontífice se ha quebrado? ¿Es allí que, por última vez, se pregunta: ¿por qué yo? ¿Qué quiere Dios de mí?

En realidad, en aquellos momentos uno está con cuestiones muy prácticas, exteriores: en primer lugar, cómo ajustarse las vestiduras y cosas similares. Sabía que poco después, desde la Logia central, tendría que pronunciar algunas palabras, y comencé a pensar: “¿Qué podría decir?” Por otro lado, desde el momento en que la opción cayó sobre mí, sólo he sido capaz de decir esto: “Señor, ¿qué me estás haciendo? Ahora la responsabilidad es Tuya. ¡Tú me debes conducir! Yo no soy capaz de esto. ¡Si Tú me has querido, ahora debes ayudarme!”. En este sentido, me he encontrado, por así decir, en un diálogo muy apremiante con el Señor para decirle que si hacía una cosa, entonces debía hacer también la otra.

¿Juan Pablo II lo había querido como sucesor?

No lo sé. Creo que ha puesto todo en las manos de Dios.

No obstante, nunca permitió que usted dejase su cargo. Un hecho que podría interpretarse como un argumentum ad silentio, una aprobación tácita para el candidato preferido…

Siempre me ha ratificado en mi cargo, es conocido. Mientras se acercaba mi 75º cumpleaños, cuando se alcanza el límite de edad en que se presentan las renuncias, me dijo: “Ni siquiera es necesario que usted escriba la carta, porque yo lo quiero conmigo hasta el final”. Esta ha sido la grande e inmerecida benevolencia que tuvo conmigo desde el comienzo. Había leído mi libro “Introducción al Cristianismo”. Para él, evidentemente, una lectura importante. Apenas se convirtió en Papa, se había propuesto hacerme venir a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Había puesto en mí una confianza grande, afectuosa, profunda. Era, de algún modo, la garantía del hecho de que, en materia de fe, estuviéramos siguiendo el camino correcto.

Usted visitó a Juan Pablo en su lecho de muerte. Aquella noche, volvió de prisa desde una conferencia en Subiaco, en la cual había hablado de “La Europa de Benito en la crisis de las culturas”. ¿Cuáles han sido las últimas palabras que el Papa moribundo le dirigió?

Estaba sufriendo mucho y, a pesar de todo, estaba muy lúcido. Pero no dijo nada. Le pedí la bendición, que me dio. Entonces nos separamos estrechando las manos con afecto, en la conciencia de que habría sido nuestro último encuentro.

Usted no quería ser obispo, no quería ser prefecto, no quería ser Papa. ¿No se siente, tal vez, un poco de consternación frente al pensamiento de las cosas que siempre nos pasan contra nuestra voluntad?

El hecho es este: cuando al momento de la ordenación sacerdotal se dice “sí”, se puede también tener una idea de lo que podría ser el propio carisma pero también se sabe esto: “Me he puesto en las manos del obispo y, a fin de cuentas, en las manos del Señor. No puedo elegir lo que quiero. Finalmente, debo dejarme guiar”. En realidad, pensaba que mi carisma era ser profesor de teología y fui feliz cuando este sueño mío se realizó. Pero tenía siempre muy claro frente a mis ojos esto: “Estoy en las manos del Señor y debo tener en cuenta la posibilidad de deber hacer cosas que no habría querido”. En este sentido, seguramente ha sido una continua sorpresa el ser “arrancado” de donde estaba y no poder ya seguir el propio camino. Pero, como dije, en aquel “sí” fundamental estaba también incluido esto: “Estoy a disposición del Señor y tal vez un día deberé hacer incluso cosas que no quisiera hacer”.

Usted es hoy el Papa más poderoso de todos los tiempos. Nunca antes la Iglesia Católica ha tenido tantos fieles, nunca una extensión similar, literalmente hasta los confines de la tierra.

Son estadísticas que ciertamente tienen su importancia. Muestran cuán amplia es la Iglesia, cuán amplia es en realidad esta comunidad que abraza razas y pueblos, continentes, culturas y personas de todo género. Pero el poder del Papa no está en estos números.

¿Por qué no?

La comunión con el Papa es de otro tipo, y naturalmente también la pertenencia a la Iglesia. Entre aquellos mil doscientos millones de personas hay muchos que luego, en realidad, en lo íntimo, no forman parte de ella. Ya en sus tiempos decía san Agustín: muchos que parecen estar dentro, están fuera; y muchos que parecen estar fuera, están dentro. En una cuestión como la fe y la pertenencia a la Iglesia Católica, el dentro y el fuera están entrelazados misteriosamente. Stalin tenía razón, efectivamente, cuando decía que el Papa no tiene divisiones y no puede intimar ni imponer nada. No posee tampoco una gran empresa, en la cual, por así decir, todos los fieles de la Iglesia serían sus dependientes o subalternos. En este sentido, por un lado, el Papa es una persona absolutamente impotente. Por otro lado, tiene una gran responsabilidad. Él es, en cierto sentido, la cabeza, el representante, y al mismo tiempo el responsable del hecho de que aquella fe que tiene unidos a los hombres sea creída, que permanezca viva, y que permanezca íntegra en su identidad. Pero únicamente el Señor tiene el poder de conservar a los hombres en la fe. [...]

¿El Papa es realmente “infalible”, en el sentido en que a veces lo presentan los medios masivos? Es decir, ¿es un soberano absoluto cuyo pensamiento y cuya voluntad son ley?

Esto es equivocado. El concepto de la infalibilidad se ha ido desarrollando en el curso de los siglos. Ha nacido frente a la cuestión de si existiese, por alguna parte, un último órgano, un último grado que pudiese decidir. El Concilio Vaticano I – haciendo referencia a una larga tradición que se remontaba a la cristiandad primitiva – estableció finalmente que aquel último grado existe. No queda todo suspendido. En determinadas circunstancias y bajo determinadas condiciones, el Papa puede tomar decisiones vinculantes gracias a las cuales queda claro qué es la fe de la Iglesia y qué no es. Lo que no significa que el Papa pueda continuamente producir “infalibilidad”. Normalmente, el Obispo de Roma se comporta como cualquier otro obispo que profesa la propia fe, la anuncia y es fiel a la Iglesia. Sólo en determinadas condiciones, cuando la tradición es clara y él sabe que en ese momento no actúa arbitrariamente, entonces el Papa puede decir: “esta determinada cosa es fe de la Iglesia y la negación de ella no es fe de la Iglesia”. En este sentido, el Concilio Vaticano I ha definido la facultad de la decisión última: para que la fe pudiera conservar su carácter vinculante.

El ministerio petrino – así explicaba usted – garantiza la concordancia con la verdad y la tradición auténtica. La comunión con el Papa es presupuesto para una fe recta y para la libertad. San Agustín había expresado esta idea de este modo: donde está Pedro, está la Iglesia, y allí está también Dios. Pero es una expresión que viene de otros tiempos, hoy ya no es válida…

En realidad, la expresión no está formulada en estos términos y no es de Agustín, pero ahora no es este el punto. En todo caso, se trata de un axioma antiguo de la Iglesia Católica: donde está Pedro, está la Iglesia. Obviamente el Papa puede tener opiniones personales equivocadas. Pero como he dicho: cuando habla como Pastor Supremo de la Iglesia, en la conciencia de su responsabilidad, entonces ya no expresa su opinión, lo que pasa por su mente en ese momento. En ese momento él es consciente de su gran responsabilidad y, al mismo tiempo, de la protección del Señor; por lo cual, con tal decisión, no llevará a la Iglesia al error sino que, por el contrario, garantizará su unión con el pasado, el presente y el futuro, y sobre todo con el Señor. Este es el nudo de la cuestión y esto es lo que perciben también las otras comunidades cristianas.

Durante un simposio que tuvo lugar en 1977 con ocasión del 80º cumpleaños de Pablo VI, usted pronunció una relación sobre qué y cómo debería ser un Papa. Citando al cardenal inglés Reginald Pole, dijo que un Papa debería “considerarse y comportarse como el más pequeño de los hombres”; que debería admitir “no conocer más que lo que le ha sido enseñado por Dios Padre a través de Cristo”. Vicarius Christi, decía, significa hacer presente el poder de Cristo como contrafuerte al poder del mundo. Y esto no bajo la forma de cualquier dominio sino, más bien, llevando este peso sobrehumano sobre las propias espaldas humanas. En este sentido, el lugar auténtico del Vicarius Christi es la Cruz.

Sí, también hoy considero que esto es verdad. El primado se ha desarrollado desde el inicio como primado del martirio. En los primeros tres siglos, Roma ha sido fulcro y capital de las persecuciones de los cristianos. Hacer frente a estas persecuciones y dar testimonio de Cristo fue la tarea particular de la sede episcopal de Roma. Podemos considerar providencial el hecho de que, en el mismo momento en que el Cristianismo llegó a la paz con el Estado, el imperio se transfirió a Constantinopla, sobre el Bósforo. Roma, por así decir, se convirtió en provincia. De este modo fue más fácil para el Obispo de Roma poner de relieve la independencia de la Iglesia, su distinción del Estado. No es necesario buscar siempre el desencuentro, es claro, sino más bien buscar el consenso, el acuerdo. Pero siempre la Iglesia, el cristiano, y sobre todo el Papa debe ser consciente de que el testimonio que debe dar puede ser escándalo, no ser aceptado y que, por lo tanto, está obligado a permanecer en la condición de testigo de Cristo sufriente. El hecho de que los primeros Papas hayan sido todos mártires tiene su significado. Ser Papa no significa ponerse como un soberano lleno de gloria sino dar testimonio de Aquel que ha sido crucificado, y estar dispuesto a ejercer el propio ministerio también de esta forma, en unión a Él.

Sin embargo, ha habido también Papas que han dicho: el Señor nos ha dado este ministerio, ahora queremos gozarlo.

Sí, también esto forma parte del misterio de la historia de los Papas.

La disponibilidad cristiana a ser signo de contradicción es el hilo conductor de su biografía. Tiene inicio en su casa paterna, donde la oposición a un sistema ateo fue entendida como signo de una existencia cristiana. En el seminario está a su lado un rector que estuvo internado en el campo de concentración de Dachau. Luego comienza su ministerio sacerdotal en una comunidad parroquial cuyos dos predecesores habían sido condenados a muerte por los nazis por ser opositores del régimen. Durante el Concilio, usted no aprueba las directivas demasiado rígidas de la Iglesia. Como obispo, pone en guardia frente a los peligros de la sociedad del bienestar. Como cardenal, se opone a la transformación del núcleo cristiano en obra de corrientes extrañas a la fe. Estas características, ¿influyen también en el enfoque de su Pontificado?

Una larga experiencia forma también el carácter, forja el pensamiento y la acción. Obviamente, no he estado siempre “en contra” por principio. Ha habido también muchas bellas circunstancias de compartir. Pensando en la época en que sido capellán, ya en las familias se percibía el nacimiento del mundo secularizado, y sin embargo había mucha alegría en vivir la fe común – en la escuela, con los niños, con los jóvenes – que yo me sentía literalmente transportado por esa alegría. Y así ha sido también cuando fui profesor. Toda mi vida ha estado siempre atravesada por un hilo conductor, que es este: el Cristianismo da alegría, amplía los horizontes. En definitiva, una existencia vivida siempre y sólo “en contra” sería insoportable. Pero, al mismo tiempo, siempre he tenido presente también, si bien de manera diversa, que el Evangelio se encuentra en oposición a las constelaciones poderosas. En mi infancia y en mi adolescencia, hasta el final de la guerra, obviamente esto ha sido evidente de modo particular. A partir de 1968, la fe cristiana ha entrado en contraste con un nuevo proyecto de sociedad y ha debido hacer frente a ideas ostentadas con prepotencia. Soportar ataques y oponer resistencia forma parte del juego; es una resistencia, sin embargo, que busca resaltar lo que hay de positivo.

Según el Anuario Pontificio, sólo en el 2009 usted ha erigido nueve nuevas diócesis, una prefectura apostólica, dos sedes metropolitanas y tres vicariatos apostólicos. El número de los católicos ha aumentado ulteriormente en diecisiete millones de unidades, como los habitantes de Grecia y de Suiza juntos. En las casi tres mil diócesis, ha nombrado 169 nuevos obispos. Luego están las audiencias, las homilías, los viajes, y las muchas decisiones que tomar. Pero, a pesar de todo esto, usted también ha escrito una gran obra sobre Jesús, cuyo segundo volumen será publicado en breve. Usted tiene hoy 83 años: ¿de dónde saca todo esta fuerza?

En primer lugar, debo decir que todo lo que usted ha citado es signo de cuán viva está la Iglesia. Observándola sólo desde el punto de vista de Europa, parecería en declive. Pero es sólo una parte del conjunto. En otros lugares de la tierra, la Iglesia crece y está viva, y es muy dinámica. En los últimos años, el número de los nuevos sacerdotes ha aumentado en todo el mundo, y también el número de los seminaristas. En el continente europeo experimentamos sólo un determinado aspecto y no también la gran dinámica del despertar que en otras partes existe realmente y que encuentro continuamente en mis viajes y a través de las visitas ad limina de los obispos. Es cierto que realmente este es un esfuerzo casi excesivo para un hombre de 83 años. Gracias a Dios, hay muchos buenos colaboradores. Todo es ideado y realizado en un esfuerzo común. Confío en el hecho de que el buen Dios me da la fuerza que necesito para hacer aquello que es necesario. Sin embargo, me doy cuenta que las fuerzas van disminuyendo.

En todo caso, se tiene la impresión de que todavía puede darnos alguna lección de fitness.

(El Papa ríe). No creo. Naturalmente es necesario disponer de modo sabio del propio tiempo. Y estar atentos a reservar lo suficiente para el reposo. Para que luego, en los momentos en que es necesario, se pueda estar realmente bien presente. En pocas palabras: respetar con disciplina los ritmos de la jornada y saber cuáles son los momentos para los cuales es necesario ahorrar las energías.

¿Usa la bicicleta fija que le había prescrito su anterior médico personal, el dr. Buzzonetti?

No, no tengo el tiempo para ello y, gracias a Dios, en este momento tampoco me hace falta.

Por lo tanto, el Papa es como Churchill: ¡no deportes!

¡Exacto!

Desde la Segunda Logia del Palacio Apostólica, donde se llevan a cabo las audiencias, usted normalmente se retira en torno a las 18, para proseguir todavía con las así llamadas audiencias “di tabella”, con sus más importantes colaboradores. Desde las 20.45 en adelante el Papa está “en privado”. ¿Qué hace un Papa en el tiempo libre, asumiendo que lo tenga?

¿Qué hace? También en el tiempo libre debe examinar documentos y leer actas. Queda siempre mucho trabajo por hacer. Luego, con la familia pontificia – cuatro mujeres de la comunidad de las Memores Domini y los dos secretarios – están las comidas en común, y esto es un momento de distensión.

¿Miráis juntos la televisión?

Miro el noticiero junto a mis secretarios, y alguna vez también un dvd.

¿Qué películas le gustan?

Hay un película muy bella sobre santa Josefina Bakhita, una mujer africana, que hemos visto recientemente. Luego nos gusta Don Camillo y Peppone…

Imagino que conoce de memoria cada episodio.

(El Papa ríe) No todos.

Por lo tanto, existe también un Papa “privado”…

Ciertamente. Junto a la familia pontificia festejamos la Navidad, en los días festivos escuchamos música y conversamos. Celebramos los onomásticos y a veces rezamos juntos las vísperas. En resumen, las fiestas las pasamos juntos. Y luego, junto a las comidas, tenemos en común sobre todo la Santa Misa de la mañana. Es un momento particularmente importante en el cual, a partir del Señor, estamos juntos de modo muy intenso. [...]

¿Su fe ha cambiado desde que, como Supremo Pastor, le fue confiada la grey de Cristo? A veces se tiene la impresión de que su fe, de algún modo, se ha vuelto más misteriosa, más mística.

No soy un místico. Pero es seguramente cierto que, como Papa, hay muchas razones más para rezar y para confiarse completamente a Dios. De hecho, me doy cuenta de que casi todo aquello que debo hacer no podría hacerlo solo. Y ya sólo por esto estoy obligado a ponerme en las manos del Señor y a decirle: “¡Hazlo Tú, si lo quieres!”. En este sentido, la oración y el contacto con Dios son ahora todavía más necesarios pero también más naturales y espontáneos que antes. [...]

¿Y cómo reza el Papa Benedicto?

En lo que respecta al Papa, también él es un pobre mendigo frente a Dios, todavía más que los otros hombres. Naturalmente rezo, en primer lugar, siempre al Señor, al cual estoy vinculado, por así decir, por una antigua amistad. Pero invoco también a los santos. Soy muy amigo de Agustín, de Buenaventura y de Tomás de Aquino. A ellos les digo: “¡Ayúdenme!”. La Madre de Dios es siempre y de todos modos un gran punto de referencia. En este sentido, me inserto en la Comunión de los Santos. Junto a ellos, reforzado por ellos, hablo, luego, también con el buen Dios, sobre todo mendigando, pero también agradeciendo; o contento, simplemente.

Fuente: Avvenire
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

terça-feira, 23 de novembro de 2010

Cardeal Newman difundiu o primado da Verdade de Deus, recorda Bento XVI

 


.- Em uma mensagem enviada com motivo do simpósio que em Roma sobre o Beato Cardeal John Henry Newman, o Papa Bento XVI recordou que este homem entregue ao serviço da Igreja difundiu sempre o primado da Verdade, de Deus, esforçando-se por convencer com humildade alegria e paciência.

No texto enviado ao Pe. Hermann Geissler, Diretor do International Centre of Newman Friends, que organiza o chamado simpósio sobre o tema "O primado de Deus na vida e nos escritos do beato John Henry Newman", o Santo Padre recorda que o Cardeal Newman, depois de atravessar em sua juventude um período de dificuldade e dúvidas que concluiu com a graça da conversão e sendo ainda anglicano, guiava-se por dois critérios fundamentais que "manifestam plenamente o primado de Deus em sua vida".

"O primeiro: ‘a santidade antes que a paz’, documenta sua firme vontade de adesão ao Mestre interior com toda sua consciência, de abandonar-se com confiança ao Pai e de viver em fidelidade à verdade reconhecida. O segundo: ‘o crescimento é a única expressão de vida’, expressa totalmente sua disposição a uma conversão contínua, a uma transformação e um crescimento interior, sempre confiante em Deus".

"Assim –disse o Papa– descobriu sua vocação ao serviço da Palavra de Deus, e dirigindo-se aos Padres da Igreja para encontrar mais luz, propôs uma verdadeira reforma do anglicanismo, aderindo, por último à Igreja Católica".

Bento XVI ressaltou logo que "o primado de Deus se traduz para Newman no primado da verdade, uma verdade que deverá procurar acima de tudo dispondo-se interiormente à acolhida, em uma confrontação direta e sincera com todos e que encontra o ápice no encontro com Cristo, caminho, verdade e vida".

O Cardeal Newman, "apresentando e difundindo a Verdade, também prestou sempre atenção a encontrar a linguagem apropriada, a forma justa e o tom adequado. Tentou não ofender nunca e dar testemunho a gentil luz interior (kindly light), esforçando-se por convencer com a humildade, a alegria e a paciência".

"Ao beato John Henry Newman, mestre em nos ensinar que o primado de Deus é o primado da verdade e do amor, confio as reflexões e o trabalho do presente simpósio", concluiu.



Perito vaticano: não há nenhuma mudança na postura do Papa sobre preservativos




.- O Sub-secretário do Pontifício Conselho para a Família, Pe. Carlos Simón, explicou que "não há nenhuma novidade" na postura do Papa Bento XVI sobre os preservativos no novo livro-entrevista que será apresentado nesta terça-feira 23 de novembro no Vaticano.

No livro "Luz do Mundo" do jornalista alemão Peter Seewald, o Papa expõe como exceção para o uso do preservativo o caso dos varões que se prostituem, como figura no texto original em alemão e a tradução ao inglês, que difere do que foi publicado pelo L’Osservatore Romano que em italiano usa o termo prostituta. A confusão se agravou quando diversos meios de comunicação difundiram este fragmento do livro fora de contexto e o apresentaram como uma mudança na doutrina da Igreja em matéria de sexualidade.

Em uma entrevista com o jornal espanhol La Razón, o Pe. Simón, médico e sacerdote, recordou que o Santo Padre já explicou na sua viagem a África em 2009 a postura da Igreja sobre luta contra a AIDS: a estratégia se fundamenta na promoção da abstinência e da fidelidade; e precisou que nas declarações do Papa a Seewald "não há nenhuma novidade".

"Desde o ponto de vista do meu dicastério não há mudanças: todo ato que não esteja dentro do matrimônio é já uma desordem objetivo. O que deve ser procurado é que este seja o menos mau possível", insistiu.

"O Papa já disse naquela viagem (à África) que na luta contra a AIDS a estratégia da Igreja era a abstinência, a fidelidade e a camisinha. As duas primeiras são formas de lutar contra a AIDS, como assinala o Papa, no contexto da educação e da não-trivialização da sexualidade. Como última via escapatória está o preservativo, nos casos onde as outras duas opções não se puderam desenvolver", explicou.

Do mesmo modo, considerou que "deve-se distinguir quando o Pontífice diz algo de modo coloquial do que quando ele o faz de maneira pedagógica ou em uma expressão de toda sua autoridade, como em uma encíclica. Não há contradição neste assunto".

"O que materialmente disse o Papa neste livro é que nos casos em que nem a abstinência nem a fidelidade puderam ser seguidas, que é a via pela qual aposta a Igreja, existe esta última opção. Uma pessoa pode fazer uso do preservativo de forma responsável para não contagiar nem produzir um mal que danifique a vida".

O Pe. Simón sublinhou que as declarações do Papa "entram dentro da tradição da teologia moral da Igreja. Para esta o ato sexual se entende dentro do contexto de uma relação conjugal. Aí é onde se aplica a moralidade. Todo ato fora do matrimônio a Igreja o rechaça como algo desordenadamente grave. Entramos, em um campo da saúde, trata-se de um terreno onde há um possível contágio".

O sacerdote esclareceu que o pecado é ter relações sexuais fora do matrimônio e "o preservativo então é um mal menor que evita um possível contágio. Em caso de que não haja este perigo é uma desfiguração de uma relação já alterada porque não esqueçamos que se trata de um anticoncepcional".

Para a Igreja, explicou, "os atos sexuais devem ter lugar entre dois cônjuges e, portanto, quando se realizam fora do matrimônio têm uma desordem intrínseca. O que o Papa disse é que em alguns casos nos que há um risco seguro de contágio então está justificado o preservativo. Vejo a novidade no aspecto terminológico, não na idéia nem no contexto. O Papa não revolucionou nenhum ensino da Igreja. Assinala que não se deve banalizar a sexualidade. No caso de que já se haja produzido uma desordem, que para a Igreja é algo grave, deve-se que procurar que não haja um mal ainda mais intenso".

Logo depois de comentar que a Igreja não vai promover o uso do preservativo na luta contra a AIDS quando a abstinência e a fidelidade falham, o Pe. Simón recordou que "a Igreja segue o que o Papa diz quando afirma que se deve integrar a sexualidade na esfera do amor e da entrega. Bento XVI é um grande pensador e está preocupado por conseguir que haja uma harmonia no homem. A Igreja deve insistir nesta via, que é a mais difícil mas faz do homem um ser autêntico, não banal".

"A Igreja seguirá resistindo às pressões daqueles que pedem distribuição dos preservativos. Existe ademais dados científicos que assinalam que a receita da abstinência, a fidelidade e, só em terceiro lugar, o profilático, conseguiram objetivos muito positivos na luta contra a AIDS", acrescentou.

Fonte: ACI digital

segunda-feira, 22 de novembro de 2010

¿Instrucción sobre Summorum Pontificum?: rumores desde Alemania




Poco tiempo después de la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum, se comenzó a hablar en forma no oficial de la posibilidad de que se publicara una instrucción para la correcta aplicación del mismo. Estos rumores encontraron confirmación, luego, en las palabras del Cardenal Darío Castrillón Hoyos, entonces presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.

Lo último que se supo de este proyecto, por las declaraciones del citado cardenal, fue que un bosquejo el documento se había elaborado y presentado al Santo Padre, a quien correspondería la última decisión. Sin embargo, no hubo más novedades al respecto.

Ahora, desde Alemania, el sitio Kathnews afirma con bastante seguridad, de acuerdo a una información que califica de “exclusiva” y proveniente de “altas fuentes en el Vaticano”, que el documento será firmado y publicado próximamente, tal vez antes de Navidad.

Cabe destacar que, recientemente, con ocasión del tercer aniversario de la publicación de Summorum Pontificum, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei ha realizado una consulta mundial respondiendo al deseo de Benedicto XVI en la carta que acompañó al Motu Proprio, donde invitaba a escribir a la Santa Sede un informe sobre las experiencias tres años después de la entrada en vigor del mismo. Probablemente, los resultados de dicha consulta han ofrecidos nuevos elementos útiles para elaborar el documento.





domingo, 21 de novembro de 2010

HOMILIA DO PAPA BENTO XVI NO CONSISTÓRIO PARA A CRIAÇÃO DOS NOVOS CARDEAIS





 

Senhores Cardeais,

Venerados Irmãos no Episcopado e no Sacerdócio,
queridos irmãs e irmãos!

O Senhor me dá a alegria de realizar, mais uma vez, este ato solene, mediante o qual o Colégio Ccardinalício se enriquece com novos membros, escolhidos das diversas partes do mundo: trata-se de Pastores que governam com zelo importantes Comunidades diocesanas, de Prelados colocados à frente de Dicastérios da Cúria Romana, ou que serviram com fidelidade exemplar a Igreja e a Santa Sé.

A partir de hoje, eles começam a fazer parte daquele “coetus peculiares”, que presta ao Sucessor de Pedro uma colaboração mais imediata e assídua, sustentando-o no exercício de seu ministério universal. A eles, em primeiro lugar, dirijo minha saudação afetuosa, renovando a expressão de minha estima e de minha apreciação pelo testemunho que dão à Igreja e ao mundo. Em particular, saúdo o Arcebispo Angelo Amato e lhe agradeço pelas palavras gentís que me dirigiu.

Em seguida minhas cordiais boas-vindas às Delegações oficiais de vários países, aos representantes de numerosas dioceses, e a todos que vieram participar deste evento, durante o qual estes veneráveis e queridos Irmãos receberão o sinal da dignidade cardinalícia com a imposição do barrete e a atribuição do Título de uma Igreja de Roma.

O vínculo de especial comunhão e afeto, que une estes novos Cardeais ao Papa, os torna singulares e preciosos cooperadores do supremo mandato confiado por Cristo a Pedro, de apascentar suas ovelhas (cfr Jo 21, 15-17), para reunir os povos com a solicitude da caridade de Cristo. É exatamente deste amor que nasce a Igreja, chamada a viver e a caminhar segundo o mandamento do Senhor, no qual se resumem toda a Lei e os Profetas. Estar unidos a Cristo na fé e na comunhão com Ele significa estar “radicados e fundados na caridade” (Ef 3, 17), o tecido que une todos os membros do Corpo de Cristo.

A Palavra de Deus agora proclamada nos ajuda a meditar este aspecto tão fundamental. No trecho do Evangelho (Mc 10, 32 – 45) nos é colocada diante de nossos olhos a imagem de Jesus como o Messias – preanunciado por Isaías (cfr Is 53) – que não veio para ser servido, mas para servir: o seu estilo de vida se tornou a base das novas relações no interior da comunidade cristã e de um modo novo de exercer a autoridade. Jesus caminha para Jerusalém e preanuncia pela terceira vez, indicando-o aos discípulos, o caminho através do qual pretende levar até o fim a obra confiada a ele pelo Pai: é o caminho da humilde entrega de si mesmo até o sacrifício da vida, o caminho da Paixão, o caminho da Cruz. Mesmo assim, logo após este anúncio, como aconteceu com aqueles que nos precederam, os discípulos manifestam toda a sua dificuldade em compreender, a realizar o necessário “êxodo” de uma mentalidade mundana para a mentalidade de Deus. Neste caso são os dois filhos de Zebedeu, Tiago e João, que pedem a Jesus sentarem nos primeiros lugares ao lado dele na “glória”, manifestando expectativas e projetos de grandeza, de autoridade, de honra segundo o mundo. Jesus, que conhece o coração do homem, não permanece perturbado com esste pedido, mas imediatemente mostra o seu significado profundo: “vós não sabeis o que pedis”; em seguida leva os dois irmãos a entenderem o que significa colocar-se no seu seguimento.

Qual é então o caminho que deve percorrer aquele que quer ser discípulo? É o caminho do Mestre, é o caminho de total obediência a Deus. Por isso Jesus pergunta a Tiago e a João: estais dispostos a partilhar minha escolha de realizar plenamente a vontade do Pai? Estais dispostos a percorrer esta estrada que passa pela humilhação, pelo sofrimento e pela morte por amor? Os dois discípulos, com a resposta segura, “podemos”, mostram, ainda uma vez, não terem entendido o sentido real do que o Mestre tem em mente. E de novo Jesus, com paciência, faz com que eles deem um passo avante: nem mesmo expperimentar o cálice do sofrimento e o batismo da morte dá direito aos primeiros lugares, porque isso é “para aqueles a quem está preparado”, está nas mãos do Pai Celeste: o homem não deve calcular, deve simplesmente abandonar-se em Deus, sem pretenção, conformando-se à sua vontade.

A indignação dos outros discípulos se torna ocasião para estender o ensinamento a toda comunidade. Em primeiro lugar Jesus “ os chamou a si”: é o gesto da vocação primeira, à qual os convida a se voltarem para ele.

É muito significativo este referir-se ao momento constitutivo da vocação dos Doze, ao “estar com Jesus” para serem enviados, porque recorda com clareza que cada ministério eclesial é sempre resposta a uma chamada de Deus, não é nunca fruto de um projeto pessoal ou de uma ambição pessoal, mas é conformar a própria vontade à do Pai que está nos Céus, como Cristo no Getsêmani (cfr Lc 22,42). Na Igreja ninguém é patrão, mas todos são chamados, todos são enviados, todos são reunidos e guiados pela graça divina. E nisto está também nossa segurança! Só ouvindo novamente a palavra de Jesus, que pede “ vem e segue-me”, só voltando à vocação original é possivel entender a própria presença e a própria missão da Igreja como autênticos discípulos.

O pedido de Tiago e João e a indignação dos "outros dez" Apóstolos levantam uma questão central à qual Jesus responde: quem é grande, quem é o "primeiro" para Deus? O olhar se dirige ao comportamento que correm o risco de assumir "aqueles que são considerados os governantes das nações": "dominar e oprimir". Jesus indica aos discípulos um modo completamente diferente: "Entre vós, porém, não é assim". A sua comunidade segue outra regra, outra lógica, outro modelo: "Quem quiser se tornar grande entre vós será seu servidor, e quem quiser ser o primeiro entre vós será escravo de todos". O critério da grandeza e da primazia de Deus não é o domínio, mas o serviço; a diaconia é a lei fundamental do discípulo e da comunidade cristã, e nos deixa entrever alguma coisa do "Senhorio de Deus". E Jesus indica também o ponto de referência: o Filho do Homem, que veio para servir; sintetiza a sua missão na categoria de serviço, entendida não no sentido genérico, mas no concreto da Cruz, do dom total da vida como "resgate", como redenção para muitos, e o indica como condição para o seguimento. É uma mensagem que vale para os apóstolos, vale para toda a Igreja, vale, sobretudo, para aqueles que possuem a tarefa de guiar o Povo de Deus. Não é a lógica do domínio, do poder segundo os critérios humanos, mas a lógica do inclinar-se para lavar os pés, a lógica do serviço, a lógica da Cruz que está na base de todo exercício da autoridade. Em cada época, a Igreja está engajada a conformar-se a esta lógica e a testemunhá-la a fim de fazer transparecer o verdadeiro "Senhorio de Deus", que é o do amor.

Venerados Irmãos eleitos à dignidade cardinalícia, a missão, à qual Deus vos chama hoje e que vos habilita a um serviço eclesial cheio de responsabilidade, requer uma vontade sempre maior de assumir o estilo do Filho de Deus, que veio a nós como aquele que serve (cf. 22, 25-27). Trata-se de segui-lo em sua doação de amor humilde e total à Igreja sua esposa, sobre a Cruz: é sobre aquele lenho que o grão de trigo, deixado cair pelo Pai no campo do mundo, morre para se tornar fruto maduro. Por isto, ocorre um fortalecimento ainda mais profundo e firme em Cristo. A relação íntima com Ele, que transforma sempre mais a vida a fim de que possamos dizer como São Paulo, "não sou eu que vivo, mas é Cristo que vive em mim" (Gl 2,20), constitui a exigência primária para que o nosso serviço seja sereno e alegre e possa dar o fruto que o Senhor espera de nós.

Queridos irmãos e irmãs aqui presentes, rezem pelos novos Cardeais! Amanhã, nesta Basílica, durante a celebração da Solenidade de Cristo Rei do Universo, entregarei a eles o anel. Será mais uma ocasião para "louvar o Senhor, que permanece sempre fiel" (Sl 145), conforme repetimos no Salmo Responsorial. O seu Espírito ajude os novos Purpurados no compromisso de serviço à Igreja, seguindo o Cristo na Cruz também, se necessário, usque ad effusionem sanguinis, sempre prontos – como dizia São Pedro na leitura proclamada – a responder a quem nos pede razão da esperança que está em nós (cf. 1 Pt 3, 15). A Maria, Mãe da Igreja, confio os novos Cardeais e seu serviço eclesial, a fim de que, com ardor apostólico, possam proclamar a todos os povos o amor misericordioso de Deus. Amém.