quinta-feira, 23 de fevereiro de 2012

“Benedicto XVI es la columna que sostiene hoy a la Iglesia”, dice el card. George Cottier


Una gran fiesta de la Iglesia. Un momento “de alegria”, en que “la Iglesia se ha reunido en torno al Papa” para manifestarle “el propio afecto”. “En las grandes perplejidades de nuestro tiempo, él es la columna que sostiene. Lo hace con sencillez, sin fracaso”. El cardenal George Cottier, que cumplirá noventa años en abril, por casi veinte años teólogo de la Casa Pontificia, habla de los cuatro días del cuarto Consistorio de Benedicto XVI. Que han confirmado, dice con un ojo – desencantado - dirigido a las polémicas de las últimas semanas, que “su principal preocupación es que los cristianos vuelvan a los temas centrales de la fe”. 

¿Cómo ha visto al Papa en estos días?

Me ha impresionado su serenidad. Ciertamente sufre todas las cosas que han sido dichas por los medios en estos días, pero en el fondo de su ánimo está sereno. Es la fuerza del Espíritu Santo que guía su vida. Es su fe. La vocación específica de Pedro es sostener la fe de los hermanos. He aquí que, en todas las dificultades, en todas las grandes perplejidades, él es la columna que sostiene. Puede parecer un poco cansado, pero en estos días ha hecho una estupenda síntesis de lo que debe ser la actitud de los creyentes, no buscar nunca el poder sino el servicio, hasta el martirio si es necesario, siguiendo el ejemplo de Jesús. Y es bellísimo el testimonio de este hombre que, humilde, sencillo, modesto, tiene esta fuerza espiritual tan intensa, capaz de transmitir paz. 

En pocas palabras, se puede decir que, para él, es un modo de ir “más allá”.

Sí, ciertamente. Él deja pasar estas “olas” que quisieran sacudir a la Iglesia, esta gran agitación de las aguas, porque sabe que el movimiento de fondo va más allá. Me ha ocurrido que reflexionando en estos días sobre todo esto, y precisamente durante las jornadas del Consistorio, hablando con otros hermanos, he constatado que no había sido el único en tener un cierto pensamiento. Que es éste: en todo el agitarse en torno a la Iglesia, se puede ver la obra del Maligno en acción. Pero si agita mucho las aguas entonces quiere decir que hay vitalidad en la Iglesia, que el Maligno quiere contrastar. Y esta vitalidad es la fuerza de la fe, es la vida cristiana que se manifiesta en todo el mundo. 

¿Dónde se ve esta vitalidad?

Precisamente hace un tiempo un hermano, que viaja mucho, me hablaba de cómo, en todo el mundo, los jóvenes de alguna manera han reencontrado el sentido de la adoración eucarística. Estos son realmente signos de gran vitalidad, allí está la realidad de la Iglesia: una realidad que no debe ser ofuscada por los pecados de los cristianos. Y éste es, en el fondo, el misterio de la Iglesia, que es santa y que tiene miembros que son pecadores, pero que están llamados a ser santos. Entonces, si es a esto a lo que todos estamos llamados, a la santidad, entonces estamos llamados también a dar testimonio, a tener una vida coherente con lo que profesamos. El Papa, también en estos últimos días, ha citado la palabra de Pablo VI, que decía que nuestra época es más sensible a los testigos que a los maestros, y todavía más a los maestros que son también testigos. Éste debería ser el programa de todos nosotros. De todos los cristianos, pero ciertamente todavía más los que tenemos responsabilidades particulares. 

¿Qué ejemplo nos da Benedicto XVI?

Un ejemplo grandísimo, cotidiano. Tiene 85 años, como dije antes a veces se lo ve cansado, y esto es totalmente normal; las falsas novelas que se han oído dando vueltas, también sobre esto, ciertamente lo hacen estar mal… Sin embargo, nosotros vemos cómo, a su edad, logra hacer cosas extraordinarias: lo hemos visto en Madrid, o en Alemania, donde nos ha recordado que las estructuras más bellas, si están vacías de fe, no valen nada. Lo hemos visto cuando ha ido a Rebibbia. Y dentro de poco irá a México y a Cuba. Sus catequesis de los miércoles son extraordinarias. Debemos mirar estas cosas. Que él hace siempre con esta idea-clave, que el problema fundamental, especialmente de Europa y de Occidente, es la necesidad de la re-evangelización, a causa de la pérdida de la fe. Esta es la línea fuerte de su pontificado, esta invitación a volver a mirar al amor de Jesús, a la Eucaristía, a los temas centrales de la fe cristiana. Y el Papa habla de esto, porque esto es lo que interesa al mundo. 


Avvenire
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