Presentamos la traducción de la entrevista que Asca ha realizado a Don Nicola Bux sobre el pontificado de Benedicto XVI, su decisión de renunciar al ministerio petrino y la elección del próximo Pontífice.
A pocos días de la renuncia del Papa Ratzinger, Asca ha pedido al sacerdote amigo de Benedicto XVI expresar su pensamiento personal. De la arquidiócesis de Bari, Nicola Bux ha estudiado y enseñado en Jerusalén y en Roma. Profesor de liturgia oriental y de teología de los sacramentos en la Facultad Teológica de Puglia, y consultor de la revista teológica internacional Communio, Benedicto XVI lo ha nombrado perito en el Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía del 2005 y en el Sínodo sobre Medio Oriente cinco años después. Teólogo, de los más cercanos a Benedicto XVI sobre todo en materia litúrgica, Don Nicola Bux ha conocido a Joseph Ratzinger a mediados de los años ’80, cuando el actual Pontífice llegó a Roma desde Munich de Baviera para desarrollar el rol de Prefecto de Doctrina de la Fe. Cuenta Don Bux que “en aquel período he participado en los Ejercicios espirituales que Ratzinger predicaba a los sacerdotes de Comunión y Liberación”.
¿Qué es lo que más le ha impresionado de él, cuáles son las afinidades intelectuales y teológicas entre vosotros?
Me han impresionado el espíritu de fe y el realismo; su “realismo” en mirar la realidad de la Iglesia y la del mundo. Me han impresionado estas cosas y también su modo de afrontar los problemas de manera razonable y no emotiva, con un sentir que está bien lejos tanto del “optimismo romántico” – como lo define el mismo Benedicto XVI – como del catastrofismo. Que es el modo en que un hombre de fe debe afrontar la vida.
¿Cómo interpreta la decisión de la renuncia hecha por Benedicto XVI?
Sobre todo, para entender el gesto es necesario ponerse en una óptica de fe, no en una óptica mundana, que siempre tiende a contaminar también la Iglesia. Se han dado varias interpretaciones del gesto: desde la desacralización del papado hasta la revolución del poder eclesiástico, desde la democratización de la autoridad hasta la herida llevada al cuerpo eclesial, incluso intercambiando el pedido de perdón por sus defectos con la puesta en discusión de la infalibilidad pontificia… Pero las renuncias de Benedicto IX, Celestino V y Gregorio XII, ¿han producido todo esto? Ratzinger mismo ha profundizado en sus estudios que el primado petrino tiene una estructura martirológica: la responsabilidad del Obispo de Roma es absolutamente personal y no se puede diluir en la colegialidad episcopal, si bien interactúa siempre con ella. Es admirable la circunstancia del decreto de canonizaciones de los Mártires de Otranto.
¿La responsabilidad de la que habla está vinculada con la “conciencia” a la que el Papa ha hecho siempre referencia, especialmente en sus batallas contra el relativismo contemporáneo?
Sí. Responsabilidad entendida en este sentido como la respuesta personal al Señor. Existe un límite insuperable de la conciencia, y existe no sólo para los creyentes sino para todos los hombres. ¿Recuerda al Grillo Parlante? Pinocho podía fingir que no estaba y finalmente arrojarle martillazos, pero continuaba hablando. Benedicto XVI ha profundizado este tema también refiriéndose al “Elogio de la conciencia” del Beato John Henry Newman, que en la carta al Duque de Norfolk propone un brindis por la conciencia y por el Papa. El ministerio petrino, a fin de cuentas, es la emergencia última del apelo a la conciencia de cada hombre.
En el discurso en latín pronunciado para anunciar al mundo su decisión, el Santo Padre dice claramente: “he examinado repetidamente mi conciencia ante Dios”. Respecto al relativismo contemporáneo que reduce la conciencia a hacer lo que se quiere, para nosotros está la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso. Es la voz de Dios. El único baluarte para preservar la dignidad del hombre en la relación con el mundo.
El Papa se ha interrogado mucho y, por lo tanto, con gran sufrimiento espiritual. ¿Por eso usted habla de “estructura martirológica del primado petrino”?
Sí. El ministerio petrino tiene en sí una estructura martirológica que permite interrogarse continuamente, a conciencia, si aquello que se es y que se hace es adecuado a aquello que es inherente al ministerio de Romano Pontífice. Tal trabajo cotidiano puede convertirse en martirio. Éste es verdadero “martirio”. Seamos claros: la tarea de interrogarse es de todo ser humano. También el padre de familia debe preguntarse a sí mismo si se comporta adecuadamente por el bien de sus seres queridos. ¡Imagínese lo que quiere decir esto para un Sucesor de Pedro! Y luego hay algo de lo que es necesario darse cuenta…
¿Qué?
Creo firmemente que aquello que cuenta en el realismo de este Papa es el no considerar como propiedad personal el ministerio, sino entenderlo como “servicio” al que ha sido llamado, para el cual se considera “siervo inútil” tal como ha dicho Jesús. Lo que importa es la sucesión apostólica siempre garantizada por el Espíritu Santo. El Papa, todo Papa, es un “anillo” en la “cadena” de la sucesión apostólica, desde Pedro hasta el final de los tiempos, cuando volverá el Señor. Teniendo presente esto, entonces se comprende muy bien que el Señor vela constantemente sobre la sucesión.
El Papa es anciano, sus condiciones físicas están probadas. ¿Cuánto pueden haber incidido en la opción realizada?
Han incidido. Es cierto que el bienestar físico nunca ha sido un criterio de gobierno de la Iglesia. Nos lo ha mostrado Juan Pablo II. Pero con la pérdida de la salud disminuyen las capacidades de gobierno de la Iglesia que, aún siendo tarea del Papa, tendrían que ser ejercidas por otros cercanos a él. Si el Santo Padre hubiera razonado de este modo, habría disminuido aquel realismo del que siempre ha sido capaz.
¿Usted quiere decir que el interrogar a la propia conciencia frente a Dios ha sido un modo de preguntarse si y cuánto fuese capaz de gobernar todavía la Iglesia de manera adecuada, sobre todo respecto al relativismo que Benedicto XVI ha combatido?
El relativismo ha generado una gran confusión, también en la Iglesia a nivel de doctrina y de pastoral. En mi opinión, la renuncia del Papa podría ser entendida como un acto de gobierno, una invitación a reflexionar sobre las divisiones, como mencionó en la homilía del Miércoles de Cenizas, y sobre la confusión provocada por ideas no católicas en la teología. Ha hecho, se diría, un paso atrás. Un paso atrás realizado para que la Iglesia pueda hacer dos pasos adelante.
En pocas palabras, ha pensado en el bien de la Iglesia, como por otro lado ha dicho el lunes pasado, y no en sí mismo.
Permanecer escondido para el mundo, como el Señor después de la Ascensión, es el modo para estar todavía más presente en la Iglesia. Él es y seguirá siendo Benedicto XVI en la historia de la Iglesia, aun habiendo renunciado a ejercer el munus hasta la muerte.
Muchos, comenzando por personas cercanas a Karol Wojtyla, han leído esta renuncia como un “bajarse de la Cruz”.
¿Usted ha visto la foto que ha dado vueltas por el mundo? ¿La de la cúpula de San Pedro con el rayo? Se ha dicho incluso que aquello era un signo de cólera divina por el acto del Santo Padre. ¿Y si se lo interpretase como un signo dirigido a todos nosotros? Así como el terremoto y la oscuridad sobre el Gólgota no estaban dirigidas al Hijo de Dios sino a los hombres que no lo habían reconocido como tal.
¿Qué entiende por reforma de la Iglesia?
El concepto de reforma no debe ser entendido en la acepción protestante, o bien política, sino en la etimológica de “volver a dar forma”, volver a poner en forma. Hoy esto quiere decir corregir en la Iglesia las deformaciones de la liturgia que, como el Santo Padre ha observado varias veces, han llegado al límite de lo soportable; lo mismo a nivel moral… Y, en este sentido, el gesto del Papa es un acto de eficaz advertencia.
¿Qué quiere decir gobernar hoy la Iglesia?
Quiere decir superar las divisiones internas provocadas sobre todo por los conflictos, incluso virulentos, sobre interpretaciones post-conciliares del Vaticano II. Benedicto XVI ha lanzado mensajes precisos en relación con la continuidad entre tradición e innovación, un mensaje que no puede ser desatendido de ninguna manera. El llamado a los católicos es a cerrar filas para superar unilateralidades y sectarismos.
Benedicto XVI se ha esforzado mucho por la unidad de la Iglesia. Ha levantado la excomunión a la Fraternidad San Pío X, fundada por Monseñor Marcel Lefebvre, que sin embargo no ha sido readmitida plenamente en la Iglesia romana.
Es necesario continuar en este camino. También en esto el Santo Padre ha sido muy, muy paciente, en buscar la unidad: meta que se construye día a día. Ha sido y sigue siendo un ejemplo de caridad paciente hacia todos, como dice el Apóstol, y para el futuro Papa. Hasta que no se forme un solo rebaño bajo un solo pastor.
¿Quién piensa que puede ser su sucesor? ¿Será un Papa italiano? ¿Un africano?
No quiero hacer previsiones. Lo que es cierto es que, como el mismo Ratzinger ha indicado, será una persona dotada de energía para llevar adelante la barca de Pedro. Una energía no sólo física y psicológica sino espiritual que viene de la Fe. Yo creo que es poco importante preguntarse quién vendrá después de él. En el Cónclave siempre hay algo que va más allá de las previsiones humanas. Si los cardenales se dejan guiar por la fe, el Espíritu Santo hará la opción más adecuada. El Papa no es el “dueño” de la Iglesia sino aquel que en primera persona debe rendir cuentas a Jesucristo del bien de toda la Iglesia.
Está quien ha dicho que la renuncia del Pontífice ha sido un gesto de humildad.
Es necesario entender “humildad” en el sentido etimológico del término, que viene de humus, tierra. Humilde es aquel que está bien anclado en la tierra, en pocas palabras, un realista. Estamos todos llamados a ser humildes. En la fase final de muchos pontificados ha sido difundida la murmuración: el Papa ya no gobierna, lo hace su entorno… He aquí que cuando Benedicto XVI se ha dado cuenta de que ya no podía ejercer el ministerio de Supremo Pastor de la Iglesia universal, ha renunciado en plena conciencia y libertad por el bien de la Iglesia católica.
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo