sábado, 31 de julho de 2010
SANTO INÁCIO DE LOYOLA, ROGAI POR NÓS!
Tomai, Senhor, e recebei
toda a minha liberdade,
a minha memória,
o meu entendimento
e toda a minha vontade,
tudo o que tenho e possuo;
Vós mo destes;
a Vós, Senhor, o restituo.
Tudo é vosso,
disponde de tudo,
à vossa inteira vontade.
Dai-me o vosso amor e graça,
que isso me basta.
Santo Inácio de Loyola
sexta-feira, 30 de julho de 2010
Mons. Koch: "La Iglesia que nosotros confesamos 'una, santa, católica y apostólica', no es la suma de todas las iglesias que tenemos en mundo"
La corresponsal de Gaudium Press en Roma conversó recientemente con el nuevo presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Mons. Kurt Koch, nombrado para el cargo por el Papa al comienzo del mes. El Obispo de Basilea, que desde 2002 ya era consejero en el dicasterio, asumió la función en el lugar del cardenal Walter Kasper, que renunció por motivos de edad.
Mons. Kurt Koch nació el día 15 de marzo de 1950, en Emmenbrücke, Alemania. Fue ordenado sacerdote el 20 de junio de 1982, y nombrado obispo el 21 de agosto de 1995, siendo ordenado en enero de 1996, siempre para la diócesis de Basilea.
A seguir, la entrevista:
Gaudium Press - ¿Cuál es la realidad pastoral de la Iglesia Católica en la diócesis de Basilea, Suiza?
En Suiza, las diócesis son seis. Está la diócesis de Lugano, que abarca un distrito, después la diócesis de San Galo con tres distritos, la diócesis de Lausana, Ginebra y Friburgo con cuatro, la diócesis de Coira, con siete, y la diócesis de Basilea, que abarca diez distritos. Es la mayor diócesis, con un millón de católicos. No digo practicantes, porque no sé si son, pero son católicos. La dificultad en Suiza es principalmente la relación entre Iglesia y Estado y la función del distrito, no de la Federación Helvética. En la diócesis de Basilea hay diez reglamentos diferentes entre la Iglesia y el Estado. Es un poco difícil. La segunda cosa que trae problemas es el impuesto para la Iglesia. Y esto solamente a nivel municipal.
GP - Su Excelencia escribió una carta conmovedora a sus fieles. ¿Cómo veía su servicio pastoral como obispo de la diócesis de Basilea? ¿Deseaba responder a todas las cartas recibidas de sus diocesanos?
Ser católico en Suiza no es muy fácil, porque el sistema político de Suiza es una democracia de base. Tenemos muchas votaciones sobre este tema, las elecciones para los representantes políticos. Por otro lado tenemos la Iglesia Católica con una jerarquía. Estos dos mundos cuando se tocan dan algunos problemas. Porque tenemos tensiones, y algunos piensan que la Iglesia Católica también debe ser una democracia.
GP - ¿Cuáles experiencias serán útiles ahora en el nuevo cargo de presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos?
Era un deseo del propio Santo Padre que el sucesor del Cardenal Kasper fuese de nuevo un teólogo, un obispo que conociese las iglesias y las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma. Que no las conociese solamente a través de los libros, sino de experiencias personales. Esto es para mí muy necesario y también interesante, porque las iglesias Reformadas en Suiza son un caso especial incluso en el mundo de los reformadores.
GP - ¿Por qué?
Porque ellas no tienen una Confesión de fe. Cada comunidad es libre de utilizar, de buscar la Confesión Apostólica [ndR.: la Profesión de Fe] en algún otro lugar. El diálogo ecuménico es muy difícil, porque las iglesias de la Reforma en Suiza son construidas de manera similar al Estado. La base de la iglesia Reformada son las comunas, y después tenemos la Kantolakirche, la iglesia distrital. Esta manera de vivir la iglesia influye mucho en los católicos de Suiza.
GP - ¿Cómo reaccionó usted cuando el Santo Padre le pidió substituir al Cardenal Kasper?
Me quedé muy sorprendido, porque es un honor enorme para mí hacer esto. Por otro lado estoy muy feliz, porque me intereso hace mucho tiempo por el diálogo ecuménico. Desde 2002 soy miembro de este Consejo. Participé también de la Comisión Internacional Teológica entre el Vaticano y las iglesias ortodoxas. Y también en la Comisión Internacional con los Luteranos. Nosotros somos responsables por todos los diálogos y también por las relaciones religiosas con el Judaísmo. Para mí es un gran desafío. Un desafío que afronto deseo siempre con todas las fuerzas, y con afecto del corazón.
GP - El Card. Kasper, en su última rueda de prensa como presidente, resaltó que el diálogo con las iglesias y las Comunidades Protestantes han perdido "su entusiasmo". También el diálogo con la iglesia ortodoxa en ciertos puntos no es fácil. En su opinión, ¿cuáles son las primeras exigencias?
En los 40 años de ecumenismo después del Concilio Vaticano II nuestros acompañantes cambiaron mucho. Por ejemplo, en las iglesias Reformadas no tenemos más este deseo de unidad como había en el período antes y después del Concilio. Yo observo algunas tensiones para el retorno a una teología liberal, no a una teología dogmática. Es un gran desafío que no se satisface con la realidad de hoy. De muchos reformadores tengo la impresión que quieren la continua aceptación de las iglesias y la concelebración eucarística. Después de esto tendremos ya el final del ecumenismo. Para mí no es así. Porque la Iglesia que nosotros confesamos en la Confesión Apostólica "una, santa, católica y apostólica", no es la suma de todas las iglesias que tenemos en el mundo. Para este punto de vista, la unidad de la Iglesia es una obra del hombre para construir la suma de todas las Iglesias. Para mí, unidad en la fe es unidad en el organismo del Cuerpo de Cristo. Porque quiero un poco más en el ecumenismo que algunos representantes de las iglesias Reformadas. Porque es necesario profundizar también la espiritualidad del ecumenismo. Porque Jesús dijo que todos deben ser unidos para que "el mundo pueda creer". Y esto quiere decir que la realidad en la unidad de las iglesias debe ser visible, y una realidad invisible.
Y la segunda cosa es que en estos 40 años surgieron nuevas diferencias. Al inicio del diálogo tuvimos diversas diferencias en la fe, en las confesiones de la fe. Hoy tenemos nuevas diferencias, principalmente a nivel ético. Todas las preguntas de la bioética, también el fenómeno de la homosexualidad. Hay un gran desafío en todo el ecumenismo. Se ve el contexto de los anglicanos que están próximos a una división sobre esto.
GP - ¿Entonces lo que divide más en el diálogo ecuménico es la ética y no la teología dogmática?
Sí.
GP - Usted fue invitado a presentar dos discursos en el "Schülerkreis" (círculo de estudiantes del Papa) en presencia del Santo Padre.
Estoy muy sorprendido con esta invitación. Porque tengo un poco de sensación de que tengo que tocar piano frente a Mozart. Es como ser un estudiante de piano delante de Mozart. Pero es también un gran desafío que enfrento con mucho placer por estar en contacto con esta atmosfera de los discípulos de Ratzinger. Sé que el Papa es muy abierto para discutir estas cosas. Es un gran desafío porque hoy se da un conflicto entre dos interpretaciones del Concilio Vaticano II. Una interpretación dice que la tradición terminó con el Concilio y que con este Concilio llegó una nueva era. No es más ligado al pasado, a la tradición. Mi visión es que el Concilio es un gran evento en el río de la tradición que vive. Y porque el Concilio Vaticano es abierto en el futuro y el pasado.
Pienso que sea esta también la visión de los Padres del Concilio. Hoy, tenemos un poco de instrumentalización del Vaticanum II por los propios pensamientos de algunos teólogos. Y no son sinceros al presentar el Concilio. Pienso también que mucha gente habla del Concilio y quiere que el Papa ‘vuelva a él', pero las personas no lo conocen. Principalmente la gran constitución sobre la Iglesia "Lumen gentium", con los ocho capítulos. Las personas conocen solamente el tema del segundo capítulo: "La Iglesia y el pueblo de Dios". Pero el segundo capítulo no puede ser entendido sin el primer capítulo sobre el misterio de la Iglesia. Para mí, principalmente el quinto capítulo, sobre la vocación a la santidad, es el tema fundamental de esta Constitución.
GP - Estas dos visiones influyen también en el comportamiento en la liturgia. ¿Cómo debe entenderse la liturgia hoy?
Todo lo que las personas dicen de nuevo después del Concilio Vaticano II no era tema de la Constitución sobre la Liturgia. Por ejemplo, celebrar la eucaristía de frente a los fieles nunca fue el tema de la tradición. La tradición siempre fue celebrar en dirección al este, porque esta es la vista de la resurrección. En la Basílica de San Pedro, se celebraba hace tiempos de frente a las personas, porque aquella dirección era la dirección dirigida al este. La segunda cosa es la lengua vernácula. El Concilio quiso que el latín permaneciese como la lengua de la liturgia.
Pero todas las cosas muy profundas, fundamentales de la Constitución litúrgica, no son todavía conocidas por muchos. Por ejemplo, toda la liturgia y la liturgia de la Pascua. La Pascua del misterio, la muerte y la resurrección de Jesucristo. No se puede celebrar la Pascua sin sacrificio, y este es el tema que se coloca en la teología. Porque también la Constitución sobre la revelación no es aún acogida en la Iglesia. Tenemos todavía mucho que hacer para apropiar el Concilio.
Mons. Kurt Koch nació el día 15 de marzo de 1950, en Emmenbrücke, Alemania. Fue ordenado sacerdote el 20 de junio de 1982, y nombrado obispo el 21 de agosto de 1995, siendo ordenado en enero de 1996, siempre para la diócesis de Basilea.
A seguir, la entrevista:
Gaudium Press - ¿Cuál es la realidad pastoral de la Iglesia Católica en la diócesis de Basilea, Suiza?
En Suiza, las diócesis son seis. Está la diócesis de Lugano, que abarca un distrito, después la diócesis de San Galo con tres distritos, la diócesis de Lausana, Ginebra y Friburgo con cuatro, la diócesis de Coira, con siete, y la diócesis de Basilea, que abarca diez distritos. Es la mayor diócesis, con un millón de católicos. No digo practicantes, porque no sé si son, pero son católicos. La dificultad en Suiza es principalmente la relación entre Iglesia y Estado y la función del distrito, no de la Federación Helvética. En la diócesis de Basilea hay diez reglamentos diferentes entre la Iglesia y el Estado. Es un poco difícil. La segunda cosa que trae problemas es el impuesto para la Iglesia. Y esto solamente a nivel municipal.
GP - Su Excelencia escribió una carta conmovedora a sus fieles. ¿Cómo veía su servicio pastoral como obispo de la diócesis de Basilea? ¿Deseaba responder a todas las cartas recibidas de sus diocesanos?
Ser católico en Suiza no es muy fácil, porque el sistema político de Suiza es una democracia de base. Tenemos muchas votaciones sobre este tema, las elecciones para los representantes políticos. Por otro lado tenemos la Iglesia Católica con una jerarquía. Estos dos mundos cuando se tocan dan algunos problemas. Porque tenemos tensiones, y algunos piensan que la Iglesia Católica también debe ser una democracia.
GP - ¿Cuáles experiencias serán útiles ahora en el nuevo cargo de presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos?
Era un deseo del propio Santo Padre que el sucesor del Cardenal Kasper fuese de nuevo un teólogo, un obispo que conociese las iglesias y las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma. Que no las conociese solamente a través de los libros, sino de experiencias personales. Esto es para mí muy necesario y también interesante, porque las iglesias Reformadas en Suiza son un caso especial incluso en el mundo de los reformadores.
GP - ¿Por qué?
Porque ellas no tienen una Confesión de fe. Cada comunidad es libre de utilizar, de buscar la Confesión Apostólica [ndR.: la Profesión de Fe] en algún otro lugar. El diálogo ecuménico es muy difícil, porque las iglesias de la Reforma en Suiza son construidas de manera similar al Estado. La base de la iglesia Reformada son las comunas, y después tenemos la Kantolakirche, la iglesia distrital. Esta manera de vivir la iglesia influye mucho en los católicos de Suiza.
GP - ¿Cómo reaccionó usted cuando el Santo Padre le pidió substituir al Cardenal Kasper?
Me quedé muy sorprendido, porque es un honor enorme para mí hacer esto. Por otro lado estoy muy feliz, porque me intereso hace mucho tiempo por el diálogo ecuménico. Desde 2002 soy miembro de este Consejo. Participé también de la Comisión Internacional Teológica entre el Vaticano y las iglesias ortodoxas. Y también en la Comisión Internacional con los Luteranos. Nosotros somos responsables por todos los diálogos y también por las relaciones religiosas con el Judaísmo. Para mí es un gran desafío. Un desafío que afronto deseo siempre con todas las fuerzas, y con afecto del corazón.
GP - El Card. Kasper, en su última rueda de prensa como presidente, resaltó que el diálogo con las iglesias y las Comunidades Protestantes han perdido "su entusiasmo". También el diálogo con la iglesia ortodoxa en ciertos puntos no es fácil. En su opinión, ¿cuáles son las primeras exigencias?
En los 40 años de ecumenismo después del Concilio Vaticano II nuestros acompañantes cambiaron mucho. Por ejemplo, en las iglesias Reformadas no tenemos más este deseo de unidad como había en el período antes y después del Concilio. Yo observo algunas tensiones para el retorno a una teología liberal, no a una teología dogmática. Es un gran desafío que no se satisface con la realidad de hoy. De muchos reformadores tengo la impresión que quieren la continua aceptación de las iglesias y la concelebración eucarística. Después de esto tendremos ya el final del ecumenismo. Para mí no es así. Porque la Iglesia que nosotros confesamos en la Confesión Apostólica "una, santa, católica y apostólica", no es la suma de todas las iglesias que tenemos en el mundo. Para este punto de vista, la unidad de la Iglesia es una obra del hombre para construir la suma de todas las Iglesias. Para mí, unidad en la fe es unidad en el organismo del Cuerpo de Cristo. Porque quiero un poco más en el ecumenismo que algunos representantes de las iglesias Reformadas. Porque es necesario profundizar también la espiritualidad del ecumenismo. Porque Jesús dijo que todos deben ser unidos para que "el mundo pueda creer". Y esto quiere decir que la realidad en la unidad de las iglesias debe ser visible, y una realidad invisible.
Y la segunda cosa es que en estos 40 años surgieron nuevas diferencias. Al inicio del diálogo tuvimos diversas diferencias en la fe, en las confesiones de la fe. Hoy tenemos nuevas diferencias, principalmente a nivel ético. Todas las preguntas de la bioética, también el fenómeno de la homosexualidad. Hay un gran desafío en todo el ecumenismo. Se ve el contexto de los anglicanos que están próximos a una división sobre esto.
GP - ¿Entonces lo que divide más en el diálogo ecuménico es la ética y no la teología dogmática?
Sí.
GP - Usted fue invitado a presentar dos discursos en el "Schülerkreis" (círculo de estudiantes del Papa) en presencia del Santo Padre.
Estoy muy sorprendido con esta invitación. Porque tengo un poco de sensación de que tengo que tocar piano frente a Mozart. Es como ser un estudiante de piano delante de Mozart. Pero es también un gran desafío que enfrento con mucho placer por estar en contacto con esta atmosfera de los discípulos de Ratzinger. Sé que el Papa es muy abierto para discutir estas cosas. Es un gran desafío porque hoy se da un conflicto entre dos interpretaciones del Concilio Vaticano II. Una interpretación dice que la tradición terminó con el Concilio y que con este Concilio llegó una nueva era. No es más ligado al pasado, a la tradición. Mi visión es que el Concilio es un gran evento en el río de la tradición que vive. Y porque el Concilio Vaticano es abierto en el futuro y el pasado.
Pienso que sea esta también la visión de los Padres del Concilio. Hoy, tenemos un poco de instrumentalización del Vaticanum II por los propios pensamientos de algunos teólogos. Y no son sinceros al presentar el Concilio. Pienso también que mucha gente habla del Concilio y quiere que el Papa ‘vuelva a él', pero las personas no lo conocen. Principalmente la gran constitución sobre la Iglesia "Lumen gentium", con los ocho capítulos. Las personas conocen solamente el tema del segundo capítulo: "La Iglesia y el pueblo de Dios". Pero el segundo capítulo no puede ser entendido sin el primer capítulo sobre el misterio de la Iglesia. Para mí, principalmente el quinto capítulo, sobre la vocación a la santidad, es el tema fundamental de esta Constitución.
GP - Estas dos visiones influyen también en el comportamiento en la liturgia. ¿Cómo debe entenderse la liturgia hoy?
Todo lo que las personas dicen de nuevo después del Concilio Vaticano II no era tema de la Constitución sobre la Liturgia. Por ejemplo, celebrar la eucaristía de frente a los fieles nunca fue el tema de la tradición. La tradición siempre fue celebrar en dirección al este, porque esta es la vista de la resurrección. En la Basílica de San Pedro, se celebraba hace tiempos de frente a las personas, porque aquella dirección era la dirección dirigida al este. La segunda cosa es la lengua vernácula. El Concilio quiso que el latín permaneciese como la lengua de la liturgia.
Pero todas las cosas muy profundas, fundamentales de la Constitución litúrgica, no son todavía conocidas por muchos. Por ejemplo, toda la liturgia y la liturgia de la Pascua. La Pascua del misterio, la muerte y la resurrección de Jesucristo. No se puede celebrar la Pascua sin sacrificio, y este es el tema que se coloca en la teología. Porque también la Constitución sobre la revelación no es aún acogida en la Iglesia. Tenemos todavía mucho que hacer para apropiar el Concilio.
Fuente: Gaudium Press
Por que o silêncio durante o Cânon?
Por Pe. Hubert Bizard, FSSP
Bernanos escreve que o mundo moderno é uma conspiração organizada e ávida contra todo tipo de vida interior. É verdade que é particularmente difícil, como todos já experimentaram, não ser quase constantemente solicitado por este mundo que nos envolve; propagandas, barulhos de toda sorte; se você vai ao dentista, ou fazer compras, ou à garagem de um estacionamento, parece que sempre deve haver uma televisão ou um rádio ligado; "ruído de fundo". Como é que, sob essas condições, nós estamos um pouquinho aptos para nos recolhermos e escutarmos aquele que bate, como dizem as Escrituras, à porta de nosso coração? Este barulho ambiente tem se tornado tão familiar que, para muitos, o silêncio é quase insuportável.
Entre os fiéis que participam de uma Missa de acordo com o Missal tradicional pela primeira vez, você encontrará alguns que ficarão imediatamente cativados e conquistados pelas santas e sagradas cerimônias que são realizadas diante de seus olhos. Outros, contudo, ficarão desconcertados. Certamente esta liturgia é bela e digna, eles prontamente dirão. Mas por que o silêncio durante o Cânon? Esses pouco minutos parecem-lhes tão longos e às vezes tão vazios. Por essa razão parece ser uma boa idéia fazer alguns comentários nesta matéria.
É verdade que, historicamente, o Cânon foi originalmente rezado em voz alta nos primeiros séculos e até, às vezes, cantado. Mas parece, contudo, que antes do séc. VI tornou-se um costume, em alguns lugares, rezar o Cânon em voz baixa. Se o Cardeal Bona em seus estudos considera que o uso "comum" do Cânon em voz baixa data do séc. VI, Bento XIV pensa que o costume é muito mais antigo, e explica-o por esta disciplina do "arcano", em uso nos primeiros séculos, que consistia em manter em segredo os Mistérios da Fé, pelo menos para os não-iniciados, a fim de não os expor ao ridículo. Dom Vandeur, em "A Santa Missa: nota na liturgia", escreve: "ninguém pode negar que no séc. II a Oração Eucarística era rezada em voz alta. No séc. V, no tempo do papa Inocêncio I (401-417), parece que o oposto já era norma em Roma. No séc. VI, era a prática no Oriente, desde quando o Imperador Justiniano, em 565, ordenou aos bispos e presbíteros a que realizassem a divina oblação... de modo que se pudesse ouvir pelos fiéis. Houve então uma reação. Foi neste tempo que apareceram cortinas ao redor dos altares nas basílicas, um Ciborium ou baldaquino pendente sobre ele, prova manifesta do "segredo" que envolvia o Santíssimo Mistério... é certo que no séc. IX, o Cânon, no Oriente e na liturgia Carolíngia, não era rezado em voz baixa. A regra geral que é dada pelos antigos liturgistas é que se acreditava que as palavras de tão grande mistério estavam sendo degradadas e que o povo não mais guardava o respeito suficiente por elas. O Sagrado Concílio de Trento excomungou qualquer pessoa que dissesse que o Rito da Igreja Romana com o qual se pronuncia em voz baixa parte do Cânon e as palavras da Consagração é condenado.
Se alguém viu (talvez com razão) na recitação do Cânon em silêncio uma certa partida prática, permitindo o sacerdote começar a oração do Cânon sem esperar o Sanctus terminar de ser cantado, a maioria dos autores de comentários daIidade Média viram nisso uma razão inteiramente simbólica. O próprio São Tomás de Aquino, na Suma Teológica (Iia, q83, a4, ad5) fala de orações do povo, dos ministros e, por fim, as reservadas ao padre apenas, como são as do Ofertório e da Consagração. E é por isso, diz ele, que são ditas em segredo. Mas São Tomás observa que há aquelas às quais os fiéis são convidados a se unir à oração do sacerdote, como o Dominus Vobiscum (e o Orate Fratres) antes do prefácio, ao qual são convidados a responder, como é o caso do Per omnia saecula saeculorum ao fim do Cânon, o qual pede, em certo grau, o consentimento dos fiéis pelo seu Amen e permite a eles que tomem como própria a oração do sacerdote. Pe. Lebrun, no séc. XVIII, em sua Explicação da Santa Missa, de que sempre alguém fez esta resposta com ardor; e São Jerônimo nos conta que se podia ouvir esta Amen ecoar em toda parte da Igreja, como um trovão. Os fiéis dão seu consentimento a tudo que o padre pediu a Deus em segredo; e deveriam estar persuadidos de que, diz Teodoreto, respondendo com o Amen eles tomam parte nas orações que o padre fez sozinho.
Pius Parsch escreveu mais recentemente que a Igreja está guardada no silêncio a fim de expressar o mistério do ato sacrifical. É importante entender que esta oração do Cânon é o que chamamos de Grande Oração. O prefácio tendo sido completado, escreve Dom Guéranger, o Sanctus ressoa, e então o padre está numa nuvem. Não deveremos ouvi-lo novamente até que se conclua a grande oração... é o que poderíamos chamar de "Missa por excelência". Aqui estamos no domínio que é propriamente sacerdotal, no qual os fiéis não são capazes de fazer nada a não ser (e é o privilégio do caráter batismal que nos permite isso) se associarem [a ele]. Jungmann, em sua Explicação da Missa Romana (Missarum Solemnia) escreve: Aqui estamos no momento em que o sacerdote entra sozinho no santuário. Até aqui, a multidão apertada ao seu redor, acompanhando-o nos cantos, especialmente durante a ante-missa. Os cantos, então, tornam-se menos frequentes e, tendo começado a se erguer vigorosamente a Grande Oração, depois do Sanctus, mantém-se o silêncio. Reina um sagrado silêncio; o silêncio é uma digna preparação para a chegada de Deus. Semelhante ao Sumo Pontífice no antigo testamento, que tinha o direito de, sozinho, uma vez no ano, entrar no Santo dos Santos com o sangue das vítimas (Hb 9,7), o celebrante se separa agora do povo e avança rumo ao Deus de santidade a fim de oferecer sozinho o sacrifício.
Compreedamos bem que este silêncio é uma medida de interioridade, de sagrado, e que nos é um meio privilegiado de entrar no coração deste mistério da Missa. Ele produz em nós a estima pelo silêncio, esta admirável e indispensável condição da alma, diz o Papa Paulo VI. Mesmo lidas em voz alta, poderia o valor destas diviníssimas orações, tendo um poder que nem os anjos têm, ser apropriadamente compreendido? Isto não as vulgariza um pouco e, assim, vulgariza o mistério, expondo-o à nossa incompreensão? Há momentos em que o silêncio é mais eloquente que qualquer palavra. Esta recitação em voz alta pode às vezes tornar-se um obstáculo, à meditação devida ao Mistério que está sendo acompanhado, por força da atenção às palavras (ainda mais se forem ditas em tom narrativo); as palavras do Cânon também correm o risco de tornar-se uma barreira para alguns, impedindo-os de penetrar no Mistério. Não foi o Papa Pio XII, em sua encíclica Mediator Dei, que comentou sobre a liturgia que um grande número de cristãos não está apto, com efeito, a usar o Missal Romano, mesmo se estivesse escrito em vernáculo, e que nem todos são capazes de compreender propriamente, como deveriam, os ritos e fórmulas litúrgicas? O temperamento, o caráter e o espírito dos homens são tão variados e tão diferentes que não é possível para todos ser dirigidos e guiados da mesma maneira pelas orações, cantos e ações comuns.
Adoração, como nos diz o Catecismo da Igreja Católica, é aquela "homenagem do espírito ao 'Rei da Glória', silêncio respeitoso na presença do Deus infinito em grandeza". [Ora,] não se requer um silêncio respeitoso para este momento supremo [do Cânon]?
Monsenhor Bugnini que também trabalhou ativamente nesta reforma litúrgica conta, em seu livro (A Reforma da Liturgia), da evolução de nossa Grande Oração: nós começamos com a prática da recitação do Cânon em voz alta (a fim de não 'privar' os fiéis do coração da Missa); então, quando esta oração é dita em voz alta... seria melhor que fosse compreensível, em vernáculo, então. Mas desde que o antiquíssimo estilo do Cânon não é assim tão fácil e "adaptado", o melhor é proceder com novas Orações Eucarísticas, mais no estilo dos dias atuais.
Se é certo que é preciso sempre pôr um esforço para penetrar melhor os sagrados mistérios e participar melhor neles, como é desejo dos Papas, devemos compreender, como nos lembra Pio XII em sua encíclica Mediator Dei, que a participação principal dos fiéis no Santo Sacrifício da Missa consiste em oferecer-se com a Vítima Divina, sendo por isso apresentado pelo sacerdote em sua patena no momento do Ofertório. A Santa Missa é um ato divino!
Como os apóstolos, que pediram a Jesus que lhes ensinasse a rezar, devemos pedir a Deus, pela Virgem Bem-aventurada, que nos ensine sempre a como assistir e participar melhor do Santo Sacrifício. Presente aos pés da Cruz, ela está novamente aos pés do altar. E devemos também pedir ao nosso Anjo da Guarda, que também está presente junto do altar, para que nos ensine a nos associarmos aos seus louvores.
O Catecismo da Igreja Católica nos diz que, "no silêncio, insuportável para o 'homem exterior', o Pai nos pronuncia seu Verbo Encarnado, que sofreu, morreu e ressurgiu; no silêncio o Espírito de adoção nos faz partilharmos da oração de Jesus".
Terminemos com estas palavras do Livro da Sabedoria, as quais a Igreja utiliza no Introito da Missa do Domingo na Oitava de Natal, em relação à chegada do Filho de Deus à Terra: Dum medium silentium tenerent omnia, et nox in suo curso medium iter haberet, omnipotens sermo tuus Domine, de caelis a regalibus sedibus venit.
Enquanto todas as coisas estavam num quieto silêncio, e a noite estava no meio de seu curso, vosso Verbo onipotente, ó Senhor, desceu dos céus num trono real.
O silêncio é a consumação do ato de louvor. - Dom Delatte
Bernanos escreve que o mundo moderno é uma conspiração organizada e ávida contra todo tipo de vida interior. É verdade que é particularmente difícil, como todos já experimentaram, não ser quase constantemente solicitado por este mundo que nos envolve; propagandas, barulhos de toda sorte; se você vai ao dentista, ou fazer compras, ou à garagem de um estacionamento, parece que sempre deve haver uma televisão ou um rádio ligado; "ruído de fundo". Como é que, sob essas condições, nós estamos um pouquinho aptos para nos recolhermos e escutarmos aquele que bate, como dizem as Escrituras, à porta de nosso coração? Este barulho ambiente tem se tornado tão familiar que, para muitos, o silêncio é quase insuportável.
Entre os fiéis que participam de uma Missa de acordo com o Missal tradicional pela primeira vez, você encontrará alguns que ficarão imediatamente cativados e conquistados pelas santas e sagradas cerimônias que são realizadas diante de seus olhos. Outros, contudo, ficarão desconcertados. Certamente esta liturgia é bela e digna, eles prontamente dirão. Mas por que o silêncio durante o Cânon? Esses pouco minutos parecem-lhes tão longos e às vezes tão vazios. Por essa razão parece ser uma boa idéia fazer alguns comentários nesta matéria.
É verdade que, historicamente, o Cânon foi originalmente rezado em voz alta nos primeiros séculos e até, às vezes, cantado. Mas parece, contudo, que antes do séc. VI tornou-se um costume, em alguns lugares, rezar o Cânon em voz baixa. Se o Cardeal Bona em seus estudos considera que o uso "comum" do Cânon em voz baixa data do séc. VI, Bento XIV pensa que o costume é muito mais antigo, e explica-o por esta disciplina do "arcano", em uso nos primeiros séculos, que consistia em manter em segredo os Mistérios da Fé, pelo menos para os não-iniciados, a fim de não os expor ao ridículo. Dom Vandeur, em "A Santa Missa: nota na liturgia", escreve: "ninguém pode negar que no séc. II a Oração Eucarística era rezada em voz alta. No séc. V, no tempo do papa Inocêncio I (401-417), parece que o oposto já era norma em Roma. No séc. VI, era a prática no Oriente, desde quando o Imperador Justiniano, em 565, ordenou aos bispos e presbíteros a que realizassem a divina oblação... de modo que se pudesse ouvir pelos fiéis. Houve então uma reação. Foi neste tempo que apareceram cortinas ao redor dos altares nas basílicas, um Ciborium ou baldaquino pendente sobre ele, prova manifesta do "segredo" que envolvia o Santíssimo Mistério... é certo que no séc. IX, o Cânon, no Oriente e na liturgia Carolíngia, não era rezado em voz baixa. A regra geral que é dada pelos antigos liturgistas é que se acreditava que as palavras de tão grande mistério estavam sendo degradadas e que o povo não mais guardava o respeito suficiente por elas. O Sagrado Concílio de Trento excomungou qualquer pessoa que dissesse que o Rito da Igreja Romana com o qual se pronuncia em voz baixa parte do Cânon e as palavras da Consagração é condenado.
Se alguém viu (talvez com razão) na recitação do Cânon em silêncio uma certa partida prática, permitindo o sacerdote começar a oração do Cânon sem esperar o Sanctus terminar de ser cantado, a maioria dos autores de comentários daIidade Média viram nisso uma razão inteiramente simbólica. O próprio São Tomás de Aquino, na Suma Teológica (Iia, q83, a4, ad5) fala de orações do povo, dos ministros e, por fim, as reservadas ao padre apenas, como são as do Ofertório e da Consagração. E é por isso, diz ele, que são ditas em segredo. Mas São Tomás observa que há aquelas às quais os fiéis são convidados a se unir à oração do sacerdote, como o Dominus Vobiscum (e o Orate Fratres) antes do prefácio, ao qual são convidados a responder, como é o caso do Per omnia saecula saeculorum ao fim do Cânon, o qual pede, em certo grau, o consentimento dos fiéis pelo seu Amen e permite a eles que tomem como própria a oração do sacerdote. Pe. Lebrun, no séc. XVIII, em sua Explicação da Santa Missa, de que sempre alguém fez esta resposta com ardor; e São Jerônimo nos conta que se podia ouvir esta Amen ecoar em toda parte da Igreja, como um trovão. Os fiéis dão seu consentimento a tudo que o padre pediu a Deus em segredo; e deveriam estar persuadidos de que, diz Teodoreto, respondendo com o Amen eles tomam parte nas orações que o padre fez sozinho.
Pius Parsch escreveu mais recentemente que a Igreja está guardada no silêncio a fim de expressar o mistério do ato sacrifical. É importante entender que esta oração do Cânon é o que chamamos de Grande Oração. O prefácio tendo sido completado, escreve Dom Guéranger, o Sanctus ressoa, e então o padre está numa nuvem. Não deveremos ouvi-lo novamente até que se conclua a grande oração... é o que poderíamos chamar de "Missa por excelência". Aqui estamos no domínio que é propriamente sacerdotal, no qual os fiéis não são capazes de fazer nada a não ser (e é o privilégio do caráter batismal que nos permite isso) se associarem [a ele]. Jungmann, em sua Explicação da Missa Romana (Missarum Solemnia) escreve: Aqui estamos no momento em que o sacerdote entra sozinho no santuário. Até aqui, a multidão apertada ao seu redor, acompanhando-o nos cantos, especialmente durante a ante-missa. Os cantos, então, tornam-se menos frequentes e, tendo começado a se erguer vigorosamente a Grande Oração, depois do Sanctus, mantém-se o silêncio. Reina um sagrado silêncio; o silêncio é uma digna preparação para a chegada de Deus. Semelhante ao Sumo Pontífice no antigo testamento, que tinha o direito de, sozinho, uma vez no ano, entrar no Santo dos Santos com o sangue das vítimas (Hb 9,7), o celebrante se separa agora do povo e avança rumo ao Deus de santidade a fim de oferecer sozinho o sacrifício.
Compreedamos bem que este silêncio é uma medida de interioridade, de sagrado, e que nos é um meio privilegiado de entrar no coração deste mistério da Missa. Ele produz em nós a estima pelo silêncio, esta admirável e indispensável condição da alma, diz o Papa Paulo VI. Mesmo lidas em voz alta, poderia o valor destas diviníssimas orações, tendo um poder que nem os anjos têm, ser apropriadamente compreendido? Isto não as vulgariza um pouco e, assim, vulgariza o mistério, expondo-o à nossa incompreensão? Há momentos em que o silêncio é mais eloquente que qualquer palavra. Esta recitação em voz alta pode às vezes tornar-se um obstáculo, à meditação devida ao Mistério que está sendo acompanhado, por força da atenção às palavras (ainda mais se forem ditas em tom narrativo); as palavras do Cânon também correm o risco de tornar-se uma barreira para alguns, impedindo-os de penetrar no Mistério. Não foi o Papa Pio XII, em sua encíclica Mediator Dei, que comentou sobre a liturgia que um grande número de cristãos não está apto, com efeito, a usar o Missal Romano, mesmo se estivesse escrito em vernáculo, e que nem todos são capazes de compreender propriamente, como deveriam, os ritos e fórmulas litúrgicas? O temperamento, o caráter e o espírito dos homens são tão variados e tão diferentes que não é possível para todos ser dirigidos e guiados da mesma maneira pelas orações, cantos e ações comuns.
Adoração, como nos diz o Catecismo da Igreja Católica, é aquela "homenagem do espírito ao 'Rei da Glória', silêncio respeitoso na presença do Deus infinito em grandeza". [Ora,] não se requer um silêncio respeitoso para este momento supremo [do Cânon]?
Monsenhor Bugnini que também trabalhou ativamente nesta reforma litúrgica conta, em seu livro (A Reforma da Liturgia), da evolução de nossa Grande Oração: nós começamos com a prática da recitação do Cânon em voz alta (a fim de não 'privar' os fiéis do coração da Missa); então, quando esta oração é dita em voz alta... seria melhor que fosse compreensível, em vernáculo, então. Mas desde que o antiquíssimo estilo do Cânon não é assim tão fácil e "adaptado", o melhor é proceder com novas Orações Eucarísticas, mais no estilo dos dias atuais.
Se é certo que é preciso sempre pôr um esforço para penetrar melhor os sagrados mistérios e participar melhor neles, como é desejo dos Papas, devemos compreender, como nos lembra Pio XII em sua encíclica Mediator Dei, que a participação principal dos fiéis no Santo Sacrifício da Missa consiste em oferecer-se com a Vítima Divina, sendo por isso apresentado pelo sacerdote em sua patena no momento do Ofertório. A Santa Missa é um ato divino!
Como os apóstolos, que pediram a Jesus que lhes ensinasse a rezar, devemos pedir a Deus, pela Virgem Bem-aventurada, que nos ensine sempre a como assistir e participar melhor do Santo Sacrifício. Presente aos pés da Cruz, ela está novamente aos pés do altar. E devemos também pedir ao nosso Anjo da Guarda, que também está presente junto do altar, para que nos ensine a nos associarmos aos seus louvores.
O Catecismo da Igreja Católica nos diz que, "no silêncio, insuportável para o 'homem exterior', o Pai nos pronuncia seu Verbo Encarnado, que sofreu, morreu e ressurgiu; no silêncio o Espírito de adoção nos faz partilharmos da oração de Jesus".
Terminemos com estas palavras do Livro da Sabedoria, as quais a Igreja utiliza no Introito da Missa do Domingo na Oitava de Natal, em relação à chegada do Filho de Deus à Terra: Dum medium silentium tenerent omnia, et nox in suo curso medium iter haberet, omnipotens sermo tuus Domine, de caelis a regalibus sedibus venit.
Enquanto todas as coisas estavam num quieto silêncio, e a noite estava no meio de seu curso, vosso Verbo onipotente, ó Senhor, desceu dos céus num trono real.
O silêncio é a consumação do ato de louvor. - Dom Delatte
Traduzido por Luís Augusto - membro da ARS
quinta-feira, 29 de julho de 2010
Ranjith: Año Eucarístico y “reforma de la reforma” en marcha
El Arzobispo de Colombo, Mons. Malcolm Ranjith ha llamado a toda su arquidiócesis a celebrar un Año Eucarístico. Como parte de la convocatoria ha enviado una carta circular a todo el clero, religiosos, y miembros de los institutos y apostolados arquidiocesanos. La carta es extensa, pero valiosísima.
Queridos hermanos,
[Premisa espiritual]
La Eucaristía es el don sacramental de Sí mismo de Jesús para nosotros. La Iglesia, por tanto, toma vida de este maravilloso Sacramento y no puede sobrevivir sin él. Se trata de la Presencia Real y vivificante del Señor y Maestro en la comunidad de Sus discípulos.
El Señor Eucarístico sostiene a la Iglesia universal, y la fortalece de modo que pueda resistir los ataques del mal tanto interiores como exteriores. Esto se realiza por medio de nuestra comunión íntima con Él. Cada vez que lo recibimos en estado de gracia, Él nos une a Su acto de auto-donación; nos asimila y transforma según Su imagen. Éste es el principio vivificante de la Santísima Eucaristía. La Iglesia es, así, poderosamente transformada y se convierte en la presencia continua de Cristo en la historia. Cada Iglesia local que participa en este Alimento místico y celestial, se convierte en parte de esa Presencia suprema.
La arquidiócesis de Colombo también desea ahondar en el misterio vivificante de la Santísima Eucaristía, en vistas a transformarse y a convertirse en una bendición para todos los que la rodean. Desea hacer una pausa y reconsiderar sus bendiciones y fortalezas junto con sus preocupaciones y dificultades, y desea ser renovada y llenada con la Vida del Señor Eucarístico. Ella reconoce la centralidad de este maravilloso Sacramento en su vida de fe, y desea estar cada vez más unida al Señor. Es por este mismo propósito que hemos decidido instituir un año especial de la Eucaristía en la arquidiócesis de Colombo, centrando firmemente nuestra fe en Él.
Deseo dirigirme a todos nuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos e informarles sobre las actividades previstas para este Año de la Santísima Eucaristía que comenzará el día 29 de agosto de 2010 en la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Lanka en Tewatte. Culminará el 28 de agosto de 2011.
[Invitación a la oración y el ayuno]
Por encima de todo, está presente en nuestra mente que ésta es una iniciativa espiritual, y que debe ser aceptada y comprendida como tal. Por esto, desde el principio, apelo a todos los sacerdotes, religiosos y laicos para pedirles que recen todos los días pidiendo el Don del Espíritu Santo, de modo que podamos permitir al Espíritu de Dios que nos conduzca y guíe nuestro camino a través de este recorrido espiritual. Cuando y donde sea posible, animo al ayuno y a la penitencia, que son fuentes probadas de fortaleza espiritual, de modo que recordemos siempre el poder purificador y reconciliador de la Pasión de nuestro Señor. Los sacerdotes, religiosos y laicos están invitados a rezar en grupos y en la presencia de la Santísima Eucaristía, en los encuentros por decanatos o en otros ejercicios espirituales. Propongo un triduo de ayuno y oración para el miércoles, jueves y viernes 25, 26 y 27 de agosto, previo al lanzamiento del Año Eucarístico el 29 de agosto en la Basílica Nacional en Tewatte. Se recomienda que, donde sea posible, se realice la adoración y bendición eucarística el viernes 27 de agosto, después de la Misa de la tarde, como culminación de este triduo de oración y ayuno.
También deseo subrayar el valor del Sacramento de la Reconciliación, porque es importante que recibamos al Señor frecuentemente y en estado de gracia. Animo al uso intenso y frecuente de este gran sacramento de sanación, que nos abre a la amorosa y vivificante Misericordia de Dios.
[Eventos y asuntos de importancia general]
1. El Año de la Eucaristía iniciará oficialmente en la Basílica de Nuestra Señora de Lanka, en Tewatte, el 29 de agosto del 2010. A la 1:30 p.m., su Eminencia el Cardenal Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos presidirá la ceremonia solemne. Invito a todos los sacerdotes, religiosos y laicos a tomar parte en este evento de inauguración del Año Eucarístico. Esperamos un representante por cada parroquia, congregación religiosa, apostolado, institución o escuela para participar en la procesión eucarística con un estandarte y un antorcha, cuyos detalles serán comunicados en breve por medio del Servicio Litúrgico Arquidiocesano a través de los coordinadores litúrgicos de los decanatos. Asegúrense de estar adecuadamente vestidos para este ejercicio espiritual. Recomiendo fuertemente un vestido decente color blanco.
2. El 29 de agosto, los sacerdotes celebrarán una Misa extra por la mañana donde sea necesario, de modo que la tarde les quede libre a todos los sacerdotes y fieles para venir a Tewatte. Los párrocos que tengan que venir desde lejos podrían venir en ómnibus con los fieles, de modo que puedan participar en la Misa de la mañana y estar en la Basílica antes del comienzo de la inauguración. Son bienvenidos otros estandartes sin citas acerca de la Eucaristía, aunque es posible que no se permita su uso en la procesión. Se espera que todas las parroquias participen en este evento junto con sus párrocos, sin excepción.
3. Todos los sacerdotes de la arquidiócesis, tanto diocesanos como religiosos, están cordialmente invitados a participar en la Convención de tres días sobre la Sagrada Liturgia, entre el 1º y el 3º de septiembre en la Universidad de Aquino, en Colombo. Espero la participación de todos los sacerdotes, sin excepción, desde el comienzo hasta el fin de la Convención. Por favor, informen a las parroquias e instituciones con anticipación, de modo que puedan estar presentes en Borella. Si por alguna cuestión insalvable alguien debe ausentarse, pídame personalmente permiso. No podemos disponer de alojamiento en Borella para aquellos sacerdotes que necesiten quedarse a pasar la noche en Colombo. Para esto, estarán disponibles en estos días la Casa de Retiros en Tewatte y el Instituto Subodhi en Piliyandala para que los sacerdotes que lo necesiten puedan pasar la noche. Por favor, asegúrense de informar al coordinador arquidiocesano por escrito antes del 25 de julio, y una vez que han reservado la habitación, asegúrense de ocuparla durante los tres días. Más información acerca de la Convención sobre la Eucaristía estará disponible a su debido tiempo.
4. Hemos decidido invitar a 5 sacerdotes de cada una de las demás diócesis, entre los que estarán los vicarios generales y los coordinadores diocesanos de liturgia. También serán invitados tres miembros de cada una de las congregaciones religiosas no clericales. Debido a circunstancias insuperables, no estamos en posición de invitar más participantes. Dado que se trata de muchas personas, no podremos proveerles alojamiento, y ellos deberán hacer sus propios arreglos al respecto. A todos los participantes se les proveerá de almuerzo y refrescos.
5. El domingo 5 de septiembre iniciará el Año Eucarístico en todas las parroquias e instituciones. Las parroquias pueden organizar un programa espiritual especial para ese día. Se pide a todos los párrocos, titulares de instituciones y directores de los distintos apostolados que organicen programas especiales para el Año, pero de modo que no entren en conflicto con las actividades a nivel arquidiocesano y de decanato. Por favor, envíenme los programas que hayan planeado en las parroquias, institutos y apostolados, por escrito antes del 1º de agosto, con una copia para el coordinador arquidiocesano de Liturgia.
6. El Año Eucarístico iniciará en las escuelas el 9 de septiembre. Por favor, sigan las instrucciones enviadas a las escuelas por el encargado de las escuelas católicas, el Rev. P. Ranjith Madurawela. Programas especiales han sido ya planificados para las escuelas por la Oficina de Educación, y se irán desenvolviendo en las escuelas durante el Año.
7. Se pide a los religiosos que aprovechen el Año de la Eucaristía para la renovación espiritual dentro de sus propias congregaciones y comunidades, y para pensar especialmente acerca de su misión dentro de la arquidiócesis de Colombo. Pueden participar activamente en las parroquias, escuelas, instituciones y apostolados para hacer de este Año un año muy significativo. Apelo muy especialmente a las órdenes contemplativas para que recen incesantemente durante este Año pidiendo la guía del Espíritu de Dios. Los religiosos podrían también tomar los temas sobre la Eucaristía sugeridos por la arquidiócesis para sus propios retiros mensuales y anuales.
8. Pido a todas las parroquias, casas religiosas, escuelas e instituciones que dispongan de estandartes con el tema y el logo del Año de la Eucaristía, como un signo de testimonio público y como recordatorio para todos los fieles de que éste es un Año de renovación espiritual. Las familias pueden unirse a esto mostrando, donde sea posible, estandartes o banderas en sus casas, especialmente en las carreteras principales.
9. El himno del Año Eucarístico estará disponible en las tres lenguas [inglés, sinhala y tamil] para todos los coordinadores de Liturgia de los decanatos el día 15 de julio. Se pide a ellos que hagan copias para ser distribuidas entre las parroquias, casas religiosas, escuelas e instituciones. Se espera que todos los fieles conozcan este himno para cuando lleguen a Tewatte en agosto. Por favor, hagan uso del CD con la pista musical para aprender el himno.
10. También está lista una pequeña oración para el Año Eucarístico en las tres lenguas. Esta oración ha de ser rezada antes del comienzo de las Misas a partir del 29 de agosto del 2010.
11. El Año de la Santísima Eucaristía culminará el último domingo de agosto del 2011 en Tewatte, y presidirá en esa ocasión su Eminencia el Cardenal Schönborn, arzobispo de Viena.
[Metas específicas]
1. Por sobre todas las cosas experimentamos la urgencia de vivir la Eucaristía en la vida cotidiana, por medio de obras de caridad bien coordinadas y direccionadas. He pedido a Seth Sarana, el brazo de los servicios sociales de la arquidiócesis, que elabore un plan de acción al respecto. La Santísima Eucaristía es fraccionada antes de su recepción. Sólo así se convierte en nuestra fuerza y alimento. La uva es prensada y aplastada antes de convertirse en la Santísima Sangre que nos purifica y engendra nueva vida. De modo similar, nosotros necesitamos ser partidos para los demás, y ser prensados en pro de la justicia y la paz, al tiempo que creemos y celebramos este Santísimo Sacramento. Por eso, pido seriamente a todos los sacerdotes, religiosos y laicos que combinen la devoción con la acción, para mostrar nuestro amor por los pobres y los menos afortunados de nuestra sociedad, comprometiéndonos en las obras de misericordia corporales. Que nuestro amor alcance no sólo a los pobres, sino también a la naturaleza, para que nuestra espiritualidad eucarística incorpore también una eco-espiritualidad. No olvidemos que el pan que se convierte en el Cuerpo de Cristo, y que el vino que se convierte en la Sangre de Cristo son dones de Dios y frutos de la tierra que se transforman en alimento por medio del trabajo humano. Que este Año de la Eucaristía sea verdaderamente un año para vivir el amor del Señor con nuestros hermanos y hermanas, y un año que nos haga agradecidos con Dios por Su maravillosa creación, salvaguardando el equilibrio de la naturaleza. El Papa Benedicto XVI habló de dicho compromiso a favor de la creación cuando declaró: “La Eucaristía misma proyecta una luz intensa sobre la historia humana y sobre todo el cosmos. En esta perspectiva sacramental aprendemos, día a día, que todo acontecimiento eclesial tiene carácter de signo, mediante el cual Dios se comunica a sí mismo y nos interpela. De esta manera, la forma eucarística de la vida puede favorecer verdaderamente un auténtico cambio de mentalidad en el modo de ver la historia y el mundo” (Sacramentum Caritatis 92).
2. Al tiempo que somos enriquecidos con la fuerza y bendiciones del Señor Eucarístico, deseamos profundizar nuestra comprensión del Misterio de la Eucaristía. Ayudados e inspirados por la teología y la espiritualidad de la Eucaristía, deseamos aceptar la regulación de la celebración de la Liturgia no como algo que nos es impuesto, sino como algo que fluye naturalmente del misterio que debemos conservar, apreciar y salvaguardar. Deseo llamar la atención de todos los sacerdotes, religiosos y laicos sobre algunos aspectos:
2.1 El punto principal de referencia en todo lo relativo a las celebraciones litúrgicas dentro de la arquidiócesis de Colombo es “El Guardián Litúrgico”, que ya ha sido enviado a los sacerdotes de la arquidiócesis, y que a partir del 29 de agosto del 2010 llegará a todos los otros sacerdotes. Pido que fielmente acaten lo que allí está estipulado sin intentar implementar visiones u opiniones personales. Aquellos que desean hacer las cosas según su voluntad, hacen dioses de sí mismos, y eso es auto-idolatría. Durante este Año nos concentraremos muy especialmente en la eliminación de todas las prácticas erróneas en lo referente a la celebración de la Santísima Eucaristía, los Sacramentos y la Liturgia de las Horas. También llamo la atención en lo relativo a la renovación y construcción de iglesias: necesita hacerse en conformidad con las guías establecidas en “El Guardián”. En orden a profundizar nuestra comprensión de la Eucaristía deseo apelar a todos los párrocos, titulares de instituciones, rectores de escuelas, superiores de casas religiosas, para que organicen sesiones de formación litúrgica sobre la Eucaristía, los Sacramentos y la Liturgia de las Horas. Presten especial atención a la formación de los lectores, los coristas, y los organistas, sin descuidar los demás ministerios.
2.2 Apelo a todos los rectores de seminarios, a los administradores de los santuarios arquidiocesanos, a los superiores de instituciones y a los directores de los apostolados arquidiocesanos para que cooperen muy especialmente en este esfuerzo. Sin exceptuar a los demás, pero en tales lugares no podemos tolerar errores litúrgicos. Los vicarios episcopales y los decanos han sido instruidos a ser responsables de la implementación del “Guardián Litúrgico” en todas las parroquias y casas religiosas, mientras que el coordinador arquidiocesano de liturgia y los coordinadores de liturgia de los decanatos han sido autorizados a monitorizar de cerca el progreso de este emprendimiento. Los religiosos de la arquidiócesis no están exentos de seguir lo que ha sido aceptado como ley litúrgica de la arquidiócesis.
2.3 Se hará un esfuerzo para hacer comunes durante este año los cantos populares en latín. Con esta meta en mente, el coordinador arquidiocesano de liturgia, junto con el Sr. Francis D’Almeida estarán organizando sesiones de práctica en los 15 decanatos, y enseñarán a todos los coros algunos cantos en latín básicos, que podrían ser usados en las parroquias e instituciones. Cuando estas sesiones de práctica tomen lugar, las parroquias podrán cantar al menos el Kyrie, el Gloria, el Sanctus y el Agnus Dei en las misas dominicales de los primeros domingos de cada mes. El nº 36 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia establece claramente los principios a este respecto. El latín continúa siendo la lengua de nuestro culto. Que este Año Eucarístico sea una ocasión para que resucitemos, al menos en alguna medida, esta tradición perdida. Pido a todos los sacerdotes, religiosos y laicos que cooperen. También deseo afirmar que, como está indicado en el Motu Proprio Summorum Pontificum del 7 de julio del 2007, se permite ahora a los sacerdotes e instituciones celebrar, donde sea apropiado, la Misa Tridentina y los Sacramentos en ese rito. En este caso, es mejor que los fieles sean preparados de antemano. Yo mismo espero celebrar una Eucaristía solemne en dicho rito en el futuro cercano, en la catedral arquidiocesano.
2.4 La subcomisión para la arquitectura y el arte sacro ha sido autorizada a identificar algunas iglesias que necesitan mejoras. Pido a los sacerdotes que no empiecen a renovar nada sin el permiso y la supervisión de esta subcomisión. La subcomisión ha sido recientemente reconstituida y es encabezada por el Rev. P. Cecil Joy Perera, nuestro coordinador de liturgia. Al mismo tiempo, el ars celebrandi requiere que pensemos seriamente acerca de los ornamentos para la Misa, los manteles del altar, los vasos litúrgicos y las vestiduras de los distintos ministerios litúrgicos. Que el Año de la Santa Eucaristía sea una ocasión para mejorar en todos estos aspectos de nuestra celebración.
2.5 La comisión litúrgica arquidiocesana intentará también proveer de material extra de lectura sobre la Santa Eucaristía en las tres lenguas. En este momento se está realizando un esfuerzo para proveer de un cuadernillo con reflexiones diarias sobre la Eucaristía, y para poner a disposición de todos al menos los principales documentos de la Iglesia sobre la Eucaristía. Pido que usemos este Año para leer, reflexionar y estudiar este material.
[Conclusión]
En el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, Jesús pregunta a Sus discípulos si también ellos quieren dejarlo. Es Pedro quien responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Jesús había dicho esto porque después de Su discurso sobre la Eucaristía mucho comenzaron a abandonarlo. Ellos sólo querían milagros, pero Jesús quería ofrecerse a Sí mismo como el Verdadero Pan del Cielo. También ahora la gente parece buscar milagros, y a menudo, solamente milagros. Cuando Jesús comienza a hablar acerca de creer en Él, la gente parece perder interés. Parecen ir a otra parte. Recordemos que la Iglesia Católica es tan rica debido al tesoro de la Eucaristía. Todas las iglesias ofrecen la Palabra de Dios. Pero es la Iglesia Católica la que puede ofrecer la Eucaristía en toda su riqueza. Si las personas abandonan el rebaño por distintas razones, el Señor continúa preguntando a aquellos que están con Él si también quieren dejarlo. Necesitamos responder con Pedro, y responder no sólo por nosotros mismos sino también por aquellos que han abandonado el rebaño. Esto nos plantea el desafío de hacer volver a los que se han ido de la Iglesia, aunque no deberíamos comprender esto en un sentido estrecho, como un mero aumento de número. Alimentémonos del Señor Eucarístico y estemos listos para llevar Su Amor al mundo; recemos también siempre que sea posible por la unidad de todos los discípulos de Cristo. Que la Eucaristía nos transforme a todos en una bendición para los demás. ¡Que el Señor en la Santísima Eucaristía los bendiga y los proteja! ¡Que la Santa Madre y todos los santos intercedan por vosotros!
+Malcolm Ranjith
Arzobispo of Colombo
Dado el 16 de julio, Fiesta de Nuestra Señora del Carmen
Fuente: Arquidiócesis de Colombo
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
quarta-feira, 28 de julho de 2010
Bento VI: “Não somos nós homens que realizamos algo”
“Sacramento significa que, em primeiro lugar, não somos nós homens que realizamos algo, mas é Deus que vem antes ao nosso encontro com o seu agir, que nos olha e nos conduz para junto de Si. […] Deus toca-nos por meio de realidades materiais […] que Ele assume ao seu serviço, transformando-as em instrumentos do encontro entre nós e Ele mesmo”
Catequese do Papa Bento XVI, Quarta-feira 5 de maio de 2010
Prezados irmãos e irmãs!
No domingo passado, na minha Visita Pastoral a Turim, tive a alegria de me deter em oração diante do Santo Sudário, unindo-me aos mais de dois milhões de peregrinos que, durante a solene Ostensão destes dias, puderam contemplá-lo. Aquele santo Pano pode nutrir e alimentar a fé e revigorar a piedade cristã, porque encoraja a orientar-se para o Rosto de Cristo, para o Corpo de Cristo crucificado e ressuscitado, a fim de contemplar o Mistério pascal, centro da Mensagem cristã. Do Corpo de Cristo ressuscitado, vivo e activo na história (cf. Rm 12, 5) nós, queridos irmãos e irmãs, somos membros vivos, cada qual segundo a própria função, ou seja, com a tarefa que o Senhor quis confiar-nos. Hoje, nesta catequese, gostaria de reflectir de novo sobre as tarefas específicas dos sacerdotes que, segundo a tradição, são essencialmente três: ensinar, santificar e governar. Numa das catequeses precedentes falei sobre a primeira destas três missões: o ensino, o anúncio da verdade, o anúncio do Deus revelado em Cristo, ou – com outras palavras – a tarefa profética de pôr o homem em contacto com a verdade, de ajudá-lo a conhecer o essencial da sua vida, da própria realidade.
Hoje, gostaria de refletir brevemente convosco sobre a segunda tarefa que o sacerdote tem, a de santificar os homens, sobretudo mediante os Sacramentos e o culto da Igreja. Aqui devemos perguntar-nos antes de tudo: o que quer dizer a palavra “Santo”? A resposta é: “Santo” é a qualidade específica do ser de Deus, ou seja, absoluta verdade, bondade, amor e beleza – luz pura. Portanto, santificar uma pessoa significa colocá-la em contacto com Deus, com este seu ser luz, verdade, amor puro. É óbvio que este contacto transforma a pessoa. Na antiguidade havia esta firme convicção: ninguém pode ver Deus, sem morrer imediatamente. A força da verdade e da luz é demasiado grande! Se o homem toca esta corrente absoluta, não sobrevive. Por outro lado, havia também esta convicção: sem um contacto mínimo com Deus, o homem não pode viver. Verdade, bondade e amor são condições fundamentais do seu ser. A questão é: como pode o homem encontrar aquele contacto com Deus, que é fundamental, sem morrer esmagado pela grandeza do ser divino? A fé da Igreja diz-nos que o próprio Deus cria este contacto, que nos transforma gradualmente em verdadeiras imagens de Deus.
Assim, chegamos de novo à tarefa do sacerdote de “santificar”. Nenhum homem por si mesmo, a partir da sua própria força, pode pôr o outro em contacto com Deus. Uma parte essencial da graça do sacerdócio é o dom, a tarefa de criar este contacto. Isto realiza-se no anúncio da palavra de Deus, na qual a sua luz vem ao nosso encontro. Realiza-se de um modo particularmente denso nos Sacramentos. A imersão no Mistério pascal de morte e ressurreição de Cristo verifica-se no Baptismo, é revigorada na Confirmação e na Reconciliação, é alimentada pela Eucaristia, Sacramento que edifica a Igreja como Povo de Deus, Corpo de Cristo, Templo do Espírito Santo (cf. João Paulo II, Exortação Apostólica Pastores gregis, n. 32). Portanto, é o próprio Cristo que santifica, ou seja, que nos atrai para a esfera de Deus. Mas como acto da sua misericórdia infinita chama alguns a “permanecer” com Ele (cfr. Mc 3, 14) e a tornar-se, mediante o Sacramento da Ordem, não obstante a pobreza humana, partícipes do seu próprio Sacerdócio, ministros desta santificação, dispensadores dos seus mistérios, “pontes” do encontro com Ele, da sua mediação entre Deus e os homens, e entre os homens e Deus (cf. Presbiterorum ordinis, 5).
Nas últimas décadas, houve tendências orientadas para fazer prevalecer, na identidade e na missão do sacerdote, a dimensão do anúncio, desligando-a daquela da santificação; afirmou-se muitas vezes que seria necessário superar uma pastoral meramente sacramental. Mas é possível exercer de forma autêntica o Ministério sacerdotal, “superando” a pastoral sacramental? O que significa propriamente para os sacerdotes evangelizar, em que consiste a chamada primazia do anúncio? Como narram os Evangelhos, Jesus afirma que o anúncio do Reino de Deus é a finalidade da sua missão; porém, este anúncio não é apenas um “discurso” mas inclui, ao mesmo tempo, o seu próprio agir; os sinais, os milagres que Jesus realiza, indicam que o Reino vem como realidade presente e que no final coincide com a sua própria pessoa, com o dom de si, como ouvimos hoje na leitura do Evangelho. E o mesmo é válido para o ministro ordenado: ele, o sacerdote, representa Cristo, o Enviado do Pai e continua a sua missão, mediante a “palavra” e o “sacramento”, nesta totalidade de corrpo e alma, de sinal e palavra. Santo Agostinho, numa carta enviada ao Bispo Honorato de Tiabes, referindo-se aos sacerdotes, afirma: “Portanto, os servos de Cristo, os ministros da palavra e do Seu sacramento façam aquilo que Ele ordenou ou permitiu” ( Epistolae 228, 2). É necessário refletir se, em certos casos, o fato de ter subestimado o exercício fiel do munus sanctificandi, não representou talvez uma debilitação da própria fé na eficácia salvífica dos Sacramentos e, de modo definitivo, na obra actual de Cristo e do seu Espírito, através da Igreja, no mundo.
Portanto, quem salva o mundo e o homem? A única resposta que podemos dar é: Jesus de Nazaré, Senhor e Cristo, crucificado e ressuscitado. E onde se actualiza o Mistério da morte e ressurreição de Cristo, que traz a salvação? Na ação de Cristo, mediante a Igreja, de modo particular no Sacramento da Eucaristia, que torna presente a oferenda sacrifical redentora do Filho de Deus, no Sacramento da Reconciliação, em que da morte do pecado se volta à vida nova, e em todos os outros atos sacramentais de santificação (cf. Presbiterorum ordinis, 5). Portanto, é importante promover uma catequese adequada para ajudar os fiéis a compreender o valor dos Sacramentos, mas é igualmente necessário, a exemplo do Santo Cura d’Ars, estarmos disponíveis, sermos generosos e atentos a transmitir aos irmãos os tesouros de graça que Deus depositou nas nossas mãos, e dos quais não somos os “senhores”, mas guardiães e administradores. Sobretudo neste nosso tempo em que, por um lado, parece que a fé se vai debilitando e, por outro, sobressaem uma profunda necessidade e uma difundida busca de espiritualidade, é necessário que cada sacerdote se recorde que na sua missão o anúncio missionário, o culto e os sacramentos nunca estão separados, e promova uma pastoral sacramental sadia, para formar o Povo de Deus e para o ajudar a viver plenamente a Liturgia, o culto da Igreja e os Sacramentos como dons gratuitos de Deus, gestos livres e eficazes da sua acção de salvação.
Como eu recordava na Santa Missa Crismal deste ano: “O centro do culto da Igreja é o Sacramento. Sacramento significa que, em primeiro lugar, não somos nós homens que realizamos algo, mas é Deus que vem antes ao nosso encontro com o seu agir, que nos olha e nos conduz para junto de Si [...] Deus toca-nos por meio de realidades materiais [...] que Ele assume ao seu serviço, transformando-as em instrumentos do encontro entre nós e Ele mesmo” (Santa Missa Crismal, 1º de Abril de 2010). A verdade segundo a qual no Sacramento “não somos nós homens que realizamos algo” refere-se, e deve referir-se, também à consciência sacerdotal: cada presbítero sabe bem que é um instrumento necessário para o agir salvífico de Deus, contudo é sempre instrumento. Tal consciência deve tornar-nos humildes e generosos na administração dos Sacramentos, no respeito pelas normas canónicas, mas também na profunda convicção de que a própria missão é fazer com que todos os homens, unidos a Cristo, possam oferecer-se a Deus como hóstia viva e santa do seu agrado (cf. Rm 12, 1). Acerca do primado do munus sanctificandi e da justa interpretação da pastoral sacramental, é novamente exemplar São João Maria Vianney que um dia, a um homem que dizia que não tinha fé e desejava discutir com ele, retorquiu: “Oh, meu amigo, orientas-te muito mal, eu não sei raciocinar... mas se tiveres necessidade de alguma consolação, põe-te acolá... (o seu dedo indicava o inexorável banco [do confessionário] e, acredita-me, muitos outros se puseram ali antes de ti, e não se arrependeram” (cf. Monnin A., Il curato d’Ars. Vita di Gian-Battista-Maria Vianney, vol. I, Turim 1870, págs. 163-164).
Estimados sacerdotes, vivei com alegria e com amor a Liturgia e o culto: é um gesto que o Ressuscitado cumpre no poder do Espírito Santo em nós, connosco e por nós. Gostaria de renovar o convite feito recentemente a “voltar ao confessionário, como lugar onde celebrar o Sacramento da Reconciliação, mas também como lugar onde “habitar” com mais frequência, para que o fiel possa encontrar misericórdia, sentir-se amado e compreendido por Deus e experimentar a presença da Misericórdia Divina ao lado da Presença real na Eucaristia” ( Discurso à Penitenciaria Apostólica, 11 de Março de 2010). E quereria convidar também cada sacerdote a celebrar e viver com intensidade a Eucaristia, que está no coração da tarefa de santificar; é Jesus que quer estar connosco, viver em nós, doar-se-nos, mostrar-nos a misericórdia e a ternura infinitas de Deus; é o único Sacrifício de amor de Cristo que se torna presente, se realiza entre nós e chega até ao trono da Graça, à presença de Deus, abrange a humanidade e nos une a Ele (cf. Discurso ao Clero de Roma, 18 de Fevereiro de 2010). E o sacerdote está chamado a ser ministro deste grande Mistério, no Sacramento e na vida. Se “a grande tradição eclesial justamente desligou a eficácia sacramental da situação existencial concreta de cada sacerdote, e assim as legítimas expectativas dos fiéis são adequadamente salvaguardadas”, isto em nada diminui “a necessária, aliás indispensável, tensão para a perfeição moral, que deve habitar em cada coração autenticamente sacerdotal”: há também um exemplo de fé e de testemunho de santidade, que o Povo de Deus justamente espera dos seus Pastores (cf. Bento XVI, Discurso à Plenária da Congregação para o Clero, 16 de Março de 2009). E é na celebração dos Santos Mistérios que o presbítero encontra a raiz da sua santificação (cf. Presbiterorum ordinis, 12-13).
Caros amigos, sede conscientes do grande dom que os sacerdotes são para a Igreja e para o mundo; através do seu ministério, o Senhor continua a salvar os homens, a tornar-se presente, a santificar. Sabei dar graças a Deus, e sobretudo estai próximos dos vossos sacerdotes com a oração e o apoio, de maneira especial nas dificuldades, a fim de que haja cada vez mais Pastores segundo o Coração de Deus. Obrigado!
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Fonte: 30Giorni
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