Marta Lago (Roma) - 29-06-09
Con profunda emoción, en su homilía, el Santo Padre anunció, ante el sarcófago de Pablo –conservado bajo el altar papal-, que se ha realizado un exhaustivo estudio de su interior. Desveló que los restos hallados pertenecen a una persona que vivió entre el siglo I y II. Ulterior confirmación de que se trata de los restos mortales del Apóstol Pablo.
A continuación, desarrolló su homilía cuya síntesis proponemos en diversas claves:
- Núcleo esencial de la existencia cristiana [...]: con Cristo se inició un nuevo modo de venerar a Dios, un nuevo culto. Consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en adoración, “sacrificio” hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a Dios. Es nuestra propia existencia que debe convertirse en alabanza de Dios. ¿Pero cómo sucede esto? [...] [Pablo] Nos da la respuesta: “No os conforméis a este mundo, sino dejaos transformar renovando vuestro modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios…”.
- Las dos palabras decisivas son: “transformar” y “renovar”. Debemos convertirnos en hombres nuevos, transformados en un nuevo modo de existencia. [...] Sólo si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor.
- El Apóstol nos exhorta a un “no conformismo” [...]: no someterse al esquema de la época actual.
- Cómo convertirse en nuevos: Pablo alude a la propia conversión: a su encuentro con Cristo Resucitado [...]: “Si uno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí que han nacido de nuevo”. [...] Este proceso de renovación y de transformación continúa durante toda la vida. Nos convertimos en nuevos, si nos dejamos aferrar y plasmar por el Hombre nuevo Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia.
- Nos convertimos en nuevos si transformamos nuestro modo de pensar. [...] Nuestra razón debe convertirse en nueva. [...] La renovación debe ser completa. [...] El pensamiento del hombre viejo, el modo de pensar común está dirigido en general hacia la posesión, el bienestar, la influencia, el éxito, y la fama. Pero de esta manera tiene un alcance muy limitado. Así, en último análisis, queda el propio “yo” en el centro del mundo. Debemos aprender a pensar de manera profunda. [...] Es necesario aprender a comprender la voluntad de Dios, de modo que plasme nuestra voluntad, para que nosotros queramos lo que Dios quiere, porque reconocemos que aquello que Dios quiere es lo bello y lo bueno.
- Con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. [...] Pablo desea que los cristianos tengamos una fe “responsable”, una fe “adulta”. La palabra “fe adulta” en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. A menudo se ve en el sentido de actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer –es decir, una fe “hecha por uno mismo”. Esto se interpreta como “valentía” de expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía [...]. En cambio la valentía es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia, incluso si esta contradice el “esquema” del mundo contemporáneo. Es este “no-conformismo” de la fe que Pablo llama una “fe adulta”.
- Forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción [...], reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el Creador, reestablecido nuevamente por Cristo. La fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo.
-Pablo [...] nos lleva hacia el gran “sí”. Describe la fe madura, realmente adulta de forma positiva con la expresión: “actuar según la verdad en la caridad”. [...] Verdad y caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos verdad y caridad van unidas. La caridad es la prueba de la verdad. Siempre de nuevo tenemos que ser medidos según este criterio, que la verdad se transforme en caridad y nos haga ser verdaderos.
- Quien junto a Cristo sirve a la verdad en la caridad, contribuye al verdadero progreso del mundo. [...] Donde aumenta la presencia de Cristo, allí está le verdadero progreso del mundo. Allí el hombre se hace nuevo y así se transforma en nuevo mundo.
- El hombre interior tiene que reforzarse –es un imperativo muy apropiado para nuestro tiempo en el que los hombres a menudo permanecen interiormente vacíos y por lo tanto tienen que aferrarse a promesas y narcóticos [...]. Tiene que reforzarse la interioridad –la perspectiva del corazón; la capacidad de ver y comprender el mundo y el hombre desde dentro, con el corazón.
- Tenemos necesidad de una razón iluminada desde el corazón, para aprender a actuar según la verdad en la caridad. Pero esto no se realiza sin una íntima relación con Dios, sin la vida de oración [...], los Sacramentos, [...] la Palabra que Él nos ha donado.
- Sólo en la comunión con todos los santos, es decir en la gran comunidad de todos los creyentes -y no en contra o en ausencia de ella - podemos conocer la enormidad del misterio de Cristo. [...] Él no pertenece sólo a un determinado grupo. El Cristo crucificado abraza el entero universo en todas sus dimensiones. - El amor de Cristo ha abrazado en la Cruz la profundidad más baja - la noche de la muerte y la altura suprema - la elevación de Dios mismo. Y ha tomado entre sus brazos la amplitud y la enormidad de la humanidad y del mundo en todas sus distancias. Siempre Él abraza el universo, a todos nosotros. Oremos al Señor, para que nos ayude a reconocer algo de la enormidad de su amor. Oremos para que su amor y su verdad toquen nuestro corazón.
Fuente: Cope