El Padre Claude Barthé ha concedido una entrevista al periodista Daniel Hamiche. La misma fue traducida al inglés por un sacerdote anglicano, Anthony Chadwick. Presentamos la traducción de la versión inglesa hecha por la Buhardilla de Jerónimo
El Padre Barthe acaba de publicar una pequeña “bomba” llamada “La Messe à l’endroit”. En 1955, el autor Paul Claudel escribió un notable artículo “La Misa en reversa”, para estigmatizar lo que en la época eran solamente experimentos litúrgicos. Ahora el Padre Barthe quiere poner “la Misa en la dirección correcta”. Cree que lo apoya toda una corriente, descripta en la Iglesia como “la reforma de la reforma”.
Su libro más reciente (Claude Barthe, “La Messe à l’endroit. Un Nouveau mouvement liturgique”) nos tomó por sorpresa, porque usted es conocido como defensor de la Misa tradicional y ahora se está ocupando de la llamada Misa de Pablo VI. ¿Por qué su interés?
Defender una nunca me ha impedido, sino al contrario, estar interesado en la transformación de la otra, es decir, la de Pablo VI. En 1997, diez años antes del Motu Proprio, publiqué un libro de entrevistas, “Reconstruyendo la Liturgia”. Entrevistas todas acerca de la situación de la Liturgia en las parroquias. El mismo tema que en este libro. Claro que el Motu Proprio del 2007 dio nueva vida a estas ideas. La idea fundamental es que las dos líneas de crítica a los cambios producidos bajo Pablo VI – es decir, la crítica frontal que quiere promover la amplia difusión de la anterior Liturgia, de San Pío V; y la crítica de reforma, que llama a una “reforma de la reforma” y busca producir un cambio dentro de la Liturgia de Pablo VI – están cada vez más conectadas. La “reforma de la reforma” propuesta no puede lograrse sin el soporte de una celebración tan difundida como sea posible de la Misa tradicional. La liturgia tradicional no puede esperar ser rehabilitada masivamente en las parroquias sin recrear un entorno vivo, que sería la obra de la “reforma de la reforma”.
Los tradicionalistas de la Forma Extraordinaria piensan que el Misal de Pablo VI no puede ser salvado y que tendría que ser descartado. Ahora bien, usted piensa que puede ser reformado e incluso “enriquecido”. ¿Cómo?
En primer lugar, creo que no es para nada realista creer que podemos utilizar una varita mágica y hacer que todas las Misas sean celebradas según la Forma antigua en todas las parroquias del mundo. Sin embargo, noto – con muchos otros, algunos de ellos en muy altas posiciones – que el Misal de Pablo VI contiene una posibilidad casi infinita de opciones, adaptaciones e interpretaciones, y que una elección progresiva y sistemática (o sistemáticamente progresiva) de las posibilidades tradicionales que ofrece hace posible su “re-tradicionalización” en las parroquias, y esto lícitamente (según la letra de la ley y su espíritu). Es un hecho simple: de los muchos párrocos (he compilado una lista rápida en Francia, que obviamente no debo publicar, pero es impresionante) que están practicando, a menudo paso a paso, esta “reforma de la reforma”, la mayoría de ellos también celebra la Misa tradicional. Para responder a su pregunta, diría que creo que la liturgia romana puede ser salvada, y esto ya se está dando en la práctica, por medio de una acción doble: hacer cada vez más conocido el rito de San Pío V, y la “reforma de la reforma”. Esto hará posible, citando un famoso discurso de Pablo VI, el quitar de la reforma todo lo que es viejo y obsoleto, porque no es tradicional. Veremos lo que se salva luego de esta operación…
Usted nos hace descubrir mucho de la relativamente desconocida historia litúrgica de los últimos cuarenta años. Mientras que los que apoyan la Misa antigua no se interesan por una reforma del nuevo Misal, sus seguidores “moderados”, una pequeña minoría, promueven continuamente su reforma. ¿Podría explicar brevemente esta posición?
Se trata de lo que podríamos llamar “la crítica de la reforma” del nuevo Misal. En breve, y por hablar sólo de Francia, podemos recordar a teólogos como Louis Bouyer, que participaron activamente en la reforma conciliar pero que rápidamente entraron en conflicto con algunos de sus aspectos (el significado de la celebración, por ejemplo). La Abadía de Solesmes, y en distintos grados algunas de las casas que dependen de ella, han aceptado la reforma, pero enteramente en latín y con canto gregoriano. La comunidad de San Martín, de Mons. Guerin, también optó por el Misal de Pablo VI, pero en una interpretación muy tradicional. Mons. Maxime Charles, rector de la Basílica de Montmartre, y luego el Padre Michel Gitton, quien fuera párroco de Saint Germain l’Auxerrois en París, han trabajado por preservar lo que podía salvarse de la ruina. Y, más importante aún, está el fenómeno Ratzinger.
Ya en 1966 Joseph Ratzinger había intervenido muy severamente en el Katholikentag en Bamberg acerca de la reforma que estaba en marcha. La pelea contra lo que cree es un “falso espíritu del Concilio” ha sido sustancial para quien fue nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1981, y luego se convirtió en Papa en el 2005. En temas relativos a la liturgia, Joseph Ratzinger fue mucho más lejos que los demás reformadores. Ahora sabemos que organizó una reunión de cardenales en Roma, el 16 de noviembre de 1982, “acerca de cuestiones litúrgicas”, e hizo que todos los prefectos de las Congregaciones que participaron en la reunión afirmaran que el “antiguo” Misal Romano debía ser “aceptado por la Santa Sede en toda la Iglesia para las Misas celebradas en latín”. Era 1982, exactamente un cuarto de siglo antes del Motu Proprio Summorum Pontificum.
Su libro lleva el subtítulo “Un nuevo movimiento litúrgico”. ¿Se trata de un deseo o de un hecho – que en torno a Benedicto XVI, que parece ser quien encabeza esta “reforma de la reforma”, se está juntando un grupo de influyentes prelados y sacerdotes que intentan promoverla para bien?
Precisamente, basada en las obras de Joseph Ratzinger (“Informe Ratzinger”, “Mi vida”, “El espíritu de la Liturgia”, “Un canto nuevo para el Señor”, “La fiesta de la fe”), se ha construido una nueva generación de teólogos, historiadores del culto, oficiales de alto rango. Ahora forman un círculo de pensadores de la “reforma de la reforma” – un nuevo movimiento litúrgico como lo llama el Papa – y apoyan el Motu Proprio. Ninguno de ellos – y especialmente el primero de ellos, el Papa, tampoco – intentan promover la “reforma de la reforma” con textos, decretos, o con un nuevo Misal que uniera los dos ritos, un Misal de Benedicto XVI que se agregase a los misales de San Pío V y de Pablo VI.
No, ellos quieren proceder por el ejemplo, la exhortación, la educación, y más importantemente aún, evocando el tema de la Carta de San Pablo a los romanos: causando una “saludable tensión” entre la forma hoy conocida como “ordinaria” y la forma conocida como “extraordinaria”. Esto es una meta de la restauración ratzingeriana desde 1985: busca influir en el curso de los eventos conciliares, pero en una forma exhortativa, no coercitiva. La “reforma de la reforma” ya existe en muchas parroquias. Lo suficiente como para animar, expandirse y, especialmente, alcanzar el nivel diocesano. Sería más apropiado que, en lugar de ser realizada por los sacerdotes y el Papa, fuera trabajo de los obispos. Imagínese el maravilloso efecto de restauración, no sólo litúrgica sino de todo lo que viene con la Liturgia: las vocaciones, la doctrina, la catequesis, la práctica religiosa; todo esto producido por un obispo, luego dos, luego tres, etc., que llevasen el altar hacia la parte trasera de las catedrales, que restauraran los comulgatorios, reintrodujeran el latín y el canto gregoriano, y que celebrasen regularmente la Misa Tradicional. Vuelvo a enfatizar en lo mismo: esta “reforma de la reforma” no puede lograrse sin una más amplia celebración de la Misa según el Misal tradicional. E, inversamente, para que la liturgia tradicional exista en las parroquias ordinarias, se necesita un retorno a las fuentes tradicionales, representado por la “reforma de la reforma”.
Importantes oficiales que están a favor de este nuevo movimiento litúrgico también animan a la reducción del número de los concelebrantes y de las concelebraciones; la reducción del número de las plegarias eucarísticas; la reintroducción de elementos de la Misa tradicional en los muchos “agujeros” de la Forma de Pablo VI (genuflexiones, besos al altar, antiquísimas señales de la Cruz durante el Canon); el reemplazo de las Misas con enorme número de asistentes – en las que el culto se transforma en una demostración – por Horas Santas, la bendición con el Santísimo Sacramento; y la restauración del signo de paz como una acción sagrada y no como una signo de cortesía social; etc.
Este libro me trajo también muchas reacciones positivas de sacerdotes. Toda idea correctiva es útil si se pone en la práctica y no queda como un mero buen deseo. La mayoría provienen de párrocos que celebran tanto la antigua como la nueva Forma de la Misa. 40 años después de esta agitación sin precedentes en la historia del Rito Romano representada por la reforma de Pablo VI, y entre las ruinas de la secularización en el mundo católico que dicha reforma – al menos – no previno, es claro que hay un clima de “retorno”, en una minoría, pero que espera crecer. Por supuesto, la Liturgia es sólo uno de estos aspectos, pero dada la naturaleza de la Liturgia, se trata de un aspecto muy significativo.
Fuente: English Catholic
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo