Presentamos esta importante noticia, publicada hoy por el vaticanista Andrea Tornielli, sobre la próxima decisión de Benedicto XVI de proclamar “doctora de la Iglesia” a santa Hildegarda de Bingen. El Papa le ha dedicado dos catequesis y también hizo referencia una profecía suya al referirse al escándalo de los abusos sexuales desatado durante el Año Sacerdotal.
Ha comparado sus visiones a las de los profetas del Antiguo Testamento, la cita con frecuencia y le ha dedicado dos catequesis de los miércoles. La ha señalado como ejemplo de mujer teóloga, ha alabado sus composiciones musicales que todavía hoy se ejecutan, como también el coraje que la llevó a enfrentar a Federico Barbarroja, al cual comunicaba advertencias divinas. Benedicto XVI está muy vinculado a la figura de santa Hildegarda de Bingen y quiere proclamarla, en octubre de 2012, “doctora de la Iglesia”: un título raro y solemne, atribuido a santos que, gracias a su vida y a sus escritos, han sido iluminadores para la doctrina católica.
La Iglesia ha reconocido hasta hoy 33 “doctores”, treinta de los cuales hombres. Las mujeres en el elenco son sólo tres: Teresa de Ávila, Catalina de Siena y Teresita de Lisieux, las primeras dos proclamadas por Pablo VI en 1970, la última por Juan Pablo II en 1997. Ahora Ratzinger quiere añadir una cuarta al elenco, invitando así a las mujeres a seguir el ejemplo de la mística renana y a contribuir a la reflexión teológica.
Hildegarda, última de diez hermanos de la noble familia de los Vermesseheim, nació en 1098 en Bermesheim, en Renania, y murió con ochenta y un años en 1179. La etimología de su nombre significa “aquella que es audaz en la batalla”, una primera profecía que se habría realizado plenamente. Enviada por sus padres a la vida religiosa desde que tenía ocho años, se hizo benedictina en el monasterio de san Disibodo, luego se convirtió en priora de la comunidad femenina y, dado el número siempre creciente de aspirantes que llamaban a las puertas de su convento, decidió separarse del complejo monástico masculino trasladando su comunidad a Bingen, donde transcurrió el resto de su vida. Desde joven había recibido visiones místicas, que hacía poner por escrito a una hermana. Temiendo que fuesen sólo ilusiones, pidió consejo a san Bernardo de Claraval, que la tranquilizó. Y en 1147 obtuvo la aprobación del Papa Eugenio III que, mientras presidía un sínodo en Tréveris, leyó un texto de Hildegarda. El Pontífice la autorizó a escribir sus visiones y a hablar en público. Su fama se difundió pronto: sus contemporáneos le atribuyeron el título de “profetisa teutónica” y “sibila del Rin”.
La mística, santa para el pueblo pero nunca oficialmente canonizada, a cuya figura está dedicado el film “Vision”de Margarethe von Trotta, en su obra más conocida, Scivias (“Conoce los caminos”), resume en treinta y cinco visiones los eventos de la historia de la salvación, desde la creación del mundo hasta el fin de los tiempos. “Con los rasgos característicos de la sensibilidad femenina – ha dicho de ella Benedicto XVI -, Hildegarda, precisamente en la sección central de su obra, desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación. En el árbol de la cruz se llevan a cabo las nupcias del Hijo de Dios con la Iglesia, su esposa, colmada de gracias y capaz de dar a Dios nuevos hijos, en el amor del Espíritu Santo”. Para el Papa Ratzinger, que al recordarla un año atrás había animado a las teólogas, es evidente precisamente por ejemplos como el de Hildegarda que la teología puede “recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad”.
No faltan en sus visiones profecías a corto plazo, como aquella sobre la afirmación de la herejía cátara, pero tampoco fragmentos apocalípticos, como aquella sobre el Anticristo que sembrará muerte entre las naciones “cuando sobre el trono de Pedro se sentará un Papa que tomará los nombres de dos apóstoles”. O aquella en la cual deja entrever la posibilidad de que un musulmán convertido al cristianismo, hecho cardenal, asesina al Papa legítimo porque quiere su trono y, al no lograr obtenerlo, se proclama antipapa.
La historia de Hildegarda atestigua la vivacidad cultural de los monasterios femeninos de la época y contribuye a destruir ciertos prejuicios sobre la Edad Media. Era una monja, teólogo, cosmóloga, botánica, música: es considerada la primera mujer compositora de la historia cristiana. Sabía gobernar, condenaba la inmoralidad de los sacerdotes que con sus pecados hacían “permanecer abiertas las heridas de Cristo”, enfrentaba a los mismos obispos alemanes. Como también a Federico Barbarroja, al cual hizo llegar un mensaje de parte de Dios, después que el emperador había nombrado por segunda vez un antipapa: “"Yo puedo abatir la maldad de los hombres que me ofenden. Oh rey, si quieres vivir, escúchame o mi espada te atravesará”.
La monja alemana es también patrona de los cultores del esperanto, en cuanto autora de una de las primeras lenguas artificiales, la lengua ignota, un idioma secreto que utilizaba para fines místicos y estaba compuesta por 23 letras. Es ella misma quien describe en un códice que contiene también un glosario de 1011 palabras en “lengua ignota”.
La Congregación para las Causas de los Santos, guiada por el cardenal Angelo Amato, está concluyendo el estudio de los documentos sobre Hildegarda. Si bien los Papas habían permitido su culto en Alemania – el último en expresarse en ese sentido había sido Pío XII -, la mística renana nunca ha sido propiamente canonizada, porque el proceso abierto medio siglo después de su muerte fue interrumpido. Se prevé, por eso, que el Papa Ratzinger, que ya varias veces la ha definido “santa” en sus discursos, la canonice oficialmente antes de inscribirla en el elenco exclusivo de los doctores cuya vida y cuyas obras han sido iluminadoras para la doctrina católica.
La Stampa
La Buhardilla de Jerónimo