Editorial del padre Kenneth Baker, S.J., director de la prestigiosa revista Homiletic & Pastoral Review, diciembre de 2009.
Es indudable que hemos constatado una crisis extrema en el conocimiento del latín en la Iglesia Católica desde el Vaticano II. Indudablemente no estaba en el espíritu de la mayor parte de los obispos presentes en el Concilio, que el aprobar la utilización de la lengua vernácula en la liturgia de la Iglesia llevara a la casi desaparición del latín tanto entre los obispos como entre los sacerdotes.He aquí algunos ejemplos de lo que quiero explicarles. La mayor parte de los sacerdotes recientemente ordenados no conocen bastante el latín para celebrar la Misa según la forma extraordinaria. La mayor parte de los obispos designados para reunirse en los sínodos en Roma son incapaces de comprender el latín cuando es utilizado. No saben ya leerlo o hablarlo. He sido testigo personalmente de esto desde hace 35 años. ¡Y esto ocurre en una Iglesia cuya lengua oficial es el latín! Muy importantes documentos del Vaticano, que durante más de 1.500 años eran escritos en latín, son ahora escritos en lenguas vernáculas y posteriormente traducidos al latín. Un buen ejemplo de esto es el del Catecismo de la Iglesia Católica, que fue redactado en francés y posteriormente traducido al latín.La indiferencia hacia el latín en los seminarios comenzó sobre 1960. El Papa Juan XXIII intentó detener el declive del latín promulgando su constitución apostólica Veterum Sapientia en 1962. Pero tantos los obispos como los superiores religiosos no aplicaron el deseo del Pontífice y no obligaron a ello, restando letra muerta. Yo recuerdo haber preguntado a un seminarista jesuita al principio de los años setenta si conocía el latín. Me respondió: “No. No hace falta. Todo lo que necesitamos saber está disponible en traducciones inglesas”.Querría llamar vuestra atención sobre un artículo de esta publicación: “Hacer retornar el latín” del profesor Mark Clark, que enseña latín en el Christendom College, en Front Royal, Virginia. El profesor Clark destaca que cerca de dos mil años de historia, de teología y de cultura católicas son en lengua latina. Aquellos que no conocen el latín, no tienen más acceso a este tesoro que en traducciones vernáculas, pero ninguna traducción puede dar totalmente los matices y el sentido que se encuentra en los originales. Por lo tanto, cuando obispos y sacerdotes ignoran el latín, están privados del acceso directo a las fuentes de la cultura católica. Es una catástrofe de primera magnitud y hay que hacer necesariamente algo. Me han dicho que no hay más que cinco o seis especialistas de latín en Roma misma que sean capaces de traducir en latín documentos como el Catecismo.Los padres del Vaticano II pensaron que el latín continuaría siendo la lengua común de los sacerdotes en el mundo entero. En su primera constitución sobre la liturgia, declararon: “El uso de la lengua latina, salvo derecho particular, será conservado en los ritos latinos”. Pero, por otra parte, no se daban cuenta realmente de lo que hacían al aprobar el uso de la lengua vernácula “que puede ser muy útil al pueblo”. Esta era una de las “bombas de relojería” disimuladas en los documentos del Vaticano II, que la mayor parte de los obispos que los habían votado no habían advertido.¿Es demasiado tarde para que el latín vuelva a ser una lengua viva entre los clérigos y los universitarios laicos católicos? El profesor Clark ve signos ciertos de un retorno posible del latín. Uno de ellos es sin duda la popularidad creciente e incesante de la Misa tradicional latina y el hecho de que ella es cada vez más aceptada en todo el país. El hecho de que el Papa haya promulgado en 2007 el motu proprio Summorum Pontificum, constituye otro signo. Muchos jóvenes sacerdotes están en vías de aprender latín a fin de poder celebrar la Misa según la forma extraordinaria que encontramos en el Misal romano de 1962. En la basílica de San Pedro, también, constatamos actualmente un renacimiento del canto gregoriano.Sería una señal fuerte para el retorno del latín que el Papa ordenase a todos los seminaristas que se forman para el sacerdocio católico el deber de aprender a celebrar la Misa en latín. Hay un rumor según el cual esto será estudiado en Roma. Ello querría decir que todos los seminarios deberían de nuevo enseñar el latín, y exigir que al menos se pueda leer para poder ser ordenado. Cuando tuve mi formación de jesuíta en los años cincuenta, las clases eran impartidas en latín, nuestros manuales estaban en latín y el examen oral de fin de año era realizado en latín. Al ser ordenados, podíamos leer, escribir y hablar en latín.El latín es un factor de unidad para todos los católicos romanos. Espero y rezo para que el Espíritu Santo inspire a nuestro Papa y a nuestros obispos a fin de que hagan regresar el latín como signo de la unidad de la Iglesia.
Fuente: Homiletic & Pastoral Review
Tradución: Una Voce Málaga