Probablemente lo que nos quieren decir con las denominaciones de misas regionales es que se cantan con sus canciones folklóricas y esto puede ser un buen reclamo para llamar la atención, pero nada más. Porque hay que empezar por afirmar que tales misas en muchos casos no son sino una completa falsificación en su sentido más pleno: falsificación de la letra y plagio de la música.
No se pueden llamar misas porque, en primer lugar, falta su texto litúrgico oficial. La Misa Solemne de Beethoven, la Misa en si menor de Bach, o la Misa de Requiem de Mozart, son tales y las conocemos como tales porque cantan los textos litúrgicos: Kyrie, Gloria, Sanctus... y no otra cosa distinta inventada por ellos, como hacen estas misas regionales que tienen el texto de un autor privado y no pueden suplir al texto oficial de la Iglesia, idéntico para todas las naciones aunque sea en francés, alemán o japonés. El texto del Ordinario de la Misa no se puede alterar.
Cuando los turistas acuden a nuestras misas, vemos que algunos tienen en sus manos pequeños misales y van siguiendo en su propia lengua paso a paso lo mismo que nosotros estamos recitando en español. Mal podrían seguir una misa con textos absolutamente extraños y estrafalarios. En conclusión, que si el texto no es el oficial de la Iglesia, no se puede llamar en modo alguno Misa. Y es increíble hasta el extremo que se pueda traicionar nada menos que el texto del Padrenuestro, que nos lo enseñó Cristo, como si nosotros pudiéramos mejorarlo.
Es cierto que, aparte de lo que es fijo e invariable, caben otros cantos como el de entrada, ofrendas, comunión y final, en los que hay más posibilidad de creación en las letras, si bien deben estar fundamentadas en inspiración bíblica y debe ser autorizadas por la autoridad eclesiástica para evitar escuchar lo que en muchas ocasiones se nos ofrece con verdaderas noñerías, tonterías, inexactitudes e incluso errores teológicos. Seamos serios.
Cualquiera puede hacer la divertida y grotesca prueba de tomar las misas castellanas que pululan por ahí, que son todo un plagio de canción tras canción, y pueden ir grabando en una cinta magnetofónica una frase de la misa y la misma de la canción original, que incluso están grabadas en el mismo tono. Los resultados son sorprendentes. Tomemos como ejemplo el Padrenuestro de una misa castellana. Con la misma música resulta esto:
Oh Padre nuestro, Dios de la tierra, (Señor alcalde, señor alcalde),
la tierra dura que sometemos, (que si no hay toros tampoco hay baile).
Santificado sea tu nombre, (y si no hay baile tampoco hay misa),
tu nombre eterno que no sabemos, (porque los mozos no la precisan).
Cuando hoy todo el mundo conocemos nuestras canciones, porque tenemos discos y cintas y espectáculos al aire libre, no es válido poner esta misma música para la liturgia. Un cristiano medianamente culto no puede cantar a Dios atentamente si la melodía que está cantado le recuerda la chica segoviana, o los mozos de Monleón, o me gustan los labradores, o... señor alcalde.
Hemos de admitir ciertamente la buena voluntad de quienes han querido hacer y cantar misas cercanas al pueblo, pero han errado en el método a seguir. Les animamos a tomar los textos litúrgicos y buscar inspiración, y no simple plagio, en la multitud de música religiosa escondida en nuestros pueblos y con peligro de desaparecer, porque en muchos casos sólo se acuerdan de ella los más viejos del lugar. Hay tonadas bellísimas de rogativas a los Cristos o Vírgenes patronas, gozos, salutaciones, loas, himnos patronales, responsorios, misereres, rosarios de la aurora, salves... Recopilar todo esto es costoso y reorganizarlo aún más, pero esto sí es religioso y fuente de inspiración. Un ejemplo muy concreto y práctico lo encontramos en la Misa Polifonica, con participación del pueblo, que se viene cantando en la fiesta de la Virgen de la Fuencisla por la Coral Voces de Castilla inspirada en el himno de la Patrona de Segovia.
El canto en la liturgia expresa y realiza las actitudes interiores de los orantes es un lenguaje universal, uno de los signos que los hombres utilizan con mayor naturalidad para manifestar su dolor o su alegría, su protesta o triunfo. El canto contribuye a crear comunidad, y a fortalecer los vínculos de unidad “El que canta (bien) reza dos veces” (S. Agustín).
+Ángel Rubio Castro
Obispo de Segovia
Fuente: Ecclesia digital