VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA de don Nicola Bux y don Salvador Vitiello - Los cristianos deben renunciar al mundo, también en la Iglesia
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Existe un "hilo rojo" que relaciona la homilía de la Vigilia Pascual del Santo Padre a la ya célebre meditación del Via Crucis 2005, y a la del 22 de febrero de 2006 sobre el hecho de ‘hacer carrera’ y del abril siguiente sobre los "escaladores" en el redil y, recientemente, a la homilía de la Misa Crismal donde señala que "El unirse a Cristo supone la renuncia. Comporta que no queremos imponer nuestro camino y nuestra voluntad; que no deseamos llegar a ser esto o aquello sino que nos abandonamos a El en cualquier lugar y en el modo como El quiera que le sirvamos”.
Sin embargo, tal pensamiento él ya lo había expuesto en su libro "Introducción al Cristianismo”: "Los verdaderos creyentes no dan nunca excesivo peso a la lucha por la reorganización de las formas eclesiales. Ellos viven de lo que la Iglesia siempre es. Y si se quiere saber qué es realmente la Iglesia, hay que acudir a ellos. La Iglesia, en efecto, no está dónde se organiza, se forma, se dirige, sino que está presente en los que creen con sencillez, recibiendo en ella el don de la fe que se convierte para ellos en fuente de vida… Eso no quiere decir que hay que dejar todo como está y soportarlo tal como es. El soportar también puede ser un proceso sumamente activo"... (ed. Queriniana-Vaticana, 2005 a propósito del artículo sobre el Espíritu y la Iglesia, en particular a p 333-337).
La fe católica necesita un sano y sereno pluralismo teológico: toda opinión tiene derecho de ciudadanía en la Iglesia, a condición de que pueda exhibir razones teológicas pertinentes. Para llegar a eso, es necesario saber distinguir entre lo que los cristianos deben creer, esto es, la doctrina autorizadamente propuesta por el magisterio eclesiástico como una verdad divinamente revelada (la doctrina segura, cierta y pura de la que escribe Pablo a Timoteo) y lo que pueden creer, es decir una opinión que se han hecho o la adhesión a la opinión de algún teólogo. El poder de enseñar la verdad, Cristo lo ha dado sólo a su Iglesia.
El Papa está llevando a justa maduración la verdadera realización del Concilio Vaticano II, en continuidad con la Tradición y esto sólo se produce participando de la doctrina segura. "Sine doctrina – decía ya Catone - vida este quasi mortis imago". San Pablo habla de doctrina segura, sana y pura (Cfr Tito 1,7-11; 2,1-8): a nuestro parecer la doctrina es "segura" si está fundara en Jesucristo y en la primacía petrina; es "sana" si es inmune de pensamientos desviados; y es "pura" si está exenta de poluciones de las opiniones mundanas.
Por ello, Joseph Ratzinger a su tiempo recordó que la Iglesia no puede cambiar la fe y a un tiempo pedir a los creyentes permanecer fieles a la misma. Por el contrario, está íntimamente obligada hacia la Palabra de Dios y hacia la Tradición. Éstos explica sus gestos.
Eso significa, como algunos han apuntado, que el Concilio Vaticano II no ha creado o negado ningún dogma ni lo ha interpretado de modo diferente a la Tradición. La infalibilidad de la Iglesia está precisamente ahí: ser asistido por el Espíritu Santo hasta el punto de no querer ni poder renegar de la fe transmitida por los Apóstoles.
La llamada "fractura" del postconcilio” ha sido producida por cierta teología que ha querido interpretar arbitrariamente el Concilio, hablando de un presunto 'espíritu', diferente del Espíritu Santo que hasta entonces había conducido la Iglesia (cfr Benedicto XVI, Conversación a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005).
Así se ha comenzado a hablar de "teología preconciliar" que se debe superar y eliminar para siempre, sustituyendo a los representantes de la "teología conciliar". Ahora la verdadera teología no pretende ser portadora de una verdad absoluta que todos deben aceptar por fe; una opinión o escuela teológica no puede imponerse como la única manera de vivir la fe, ni puede "excomulgar" las otras escuelas y opiniones. La verdadera teología es solamente una tentativa de interpretación de la doctrina de la fe, siempre se basada en el dogma, sin anteponer a la palabra de Dios una opinión humana. La verdadera teología no pretende eliminar el dogma (eliminando partes, haciendo una selección entre los "artículos de fe"), ni superarlo (añadiendo nuevos "artículos de fe").
Por tanto, la crisis actual en la fe del pueblo cristiano viene por el error grave de confundir la teología con el Magisterio y el Magisterio con la teología. Los teólogos son considerados, o se consideran, más importantes que los Obispos y el Papa, casi legítimos intérpretes del Vaticano II, que habrían "anticipado" y luego "inspirado". La verdad de la fe católica viene sólo del Magisterio del Papa y los Obispos en unión con él. (Agencia Fides 16/4/2009)
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Existe un "hilo rojo" que relaciona la homilía de la Vigilia Pascual del Santo Padre a la ya célebre meditación del Via Crucis 2005, y a la del 22 de febrero de 2006 sobre el hecho de ‘hacer carrera’ y del abril siguiente sobre los "escaladores" en el redil y, recientemente, a la homilía de la Misa Crismal donde señala que "El unirse a Cristo supone la renuncia. Comporta que no queremos imponer nuestro camino y nuestra voluntad; que no deseamos llegar a ser esto o aquello sino que nos abandonamos a El en cualquier lugar y en el modo como El quiera que le sirvamos”.
Sin embargo, tal pensamiento él ya lo había expuesto en su libro "Introducción al Cristianismo”: "Los verdaderos creyentes no dan nunca excesivo peso a la lucha por la reorganización de las formas eclesiales. Ellos viven de lo que la Iglesia siempre es. Y si se quiere saber qué es realmente la Iglesia, hay que acudir a ellos. La Iglesia, en efecto, no está dónde se organiza, se forma, se dirige, sino que está presente en los que creen con sencillez, recibiendo en ella el don de la fe que se convierte para ellos en fuente de vida… Eso no quiere decir que hay que dejar todo como está y soportarlo tal como es. El soportar también puede ser un proceso sumamente activo"... (ed. Queriniana-Vaticana, 2005 a propósito del artículo sobre el Espíritu y la Iglesia, en particular a p 333-337).
La fe católica necesita un sano y sereno pluralismo teológico: toda opinión tiene derecho de ciudadanía en la Iglesia, a condición de que pueda exhibir razones teológicas pertinentes. Para llegar a eso, es necesario saber distinguir entre lo que los cristianos deben creer, esto es, la doctrina autorizadamente propuesta por el magisterio eclesiástico como una verdad divinamente revelada (la doctrina segura, cierta y pura de la que escribe Pablo a Timoteo) y lo que pueden creer, es decir una opinión que se han hecho o la adhesión a la opinión de algún teólogo. El poder de enseñar la verdad, Cristo lo ha dado sólo a su Iglesia.
El Papa está llevando a justa maduración la verdadera realización del Concilio Vaticano II, en continuidad con la Tradición y esto sólo se produce participando de la doctrina segura. "Sine doctrina – decía ya Catone - vida este quasi mortis imago". San Pablo habla de doctrina segura, sana y pura (Cfr Tito 1,7-11; 2,1-8): a nuestro parecer la doctrina es "segura" si está fundara en Jesucristo y en la primacía petrina; es "sana" si es inmune de pensamientos desviados; y es "pura" si está exenta de poluciones de las opiniones mundanas.
Por ello, Joseph Ratzinger a su tiempo recordó que la Iglesia no puede cambiar la fe y a un tiempo pedir a los creyentes permanecer fieles a la misma. Por el contrario, está íntimamente obligada hacia la Palabra de Dios y hacia la Tradición. Éstos explica sus gestos.
Eso significa, como algunos han apuntado, que el Concilio Vaticano II no ha creado o negado ningún dogma ni lo ha interpretado de modo diferente a la Tradición. La infalibilidad de la Iglesia está precisamente ahí: ser asistido por el Espíritu Santo hasta el punto de no querer ni poder renegar de la fe transmitida por los Apóstoles.
La llamada "fractura" del postconcilio” ha sido producida por cierta teología que ha querido interpretar arbitrariamente el Concilio, hablando de un presunto 'espíritu', diferente del Espíritu Santo que hasta entonces había conducido la Iglesia (cfr Benedicto XVI, Conversación a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005).
Así se ha comenzado a hablar de "teología preconciliar" que se debe superar y eliminar para siempre, sustituyendo a los representantes de la "teología conciliar". Ahora la verdadera teología no pretende ser portadora de una verdad absoluta que todos deben aceptar por fe; una opinión o escuela teológica no puede imponerse como la única manera de vivir la fe, ni puede "excomulgar" las otras escuelas y opiniones. La verdadera teología es solamente una tentativa de interpretación de la doctrina de la fe, siempre se basada en el dogma, sin anteponer a la palabra de Dios una opinión humana. La verdadera teología no pretende eliminar el dogma (eliminando partes, haciendo una selección entre los "artículos de fe"), ni superarlo (añadiendo nuevos "artículos de fe").
Por tanto, la crisis actual en la fe del pueblo cristiano viene por el error grave de confundir la teología con el Magisterio y el Magisterio con la teología. Los teólogos son considerados, o se consideran, más importantes que los Obispos y el Papa, casi legítimos intérpretes del Vaticano II, que habrían "anticipado" y luego "inspirado". La verdad de la fe católica viene sólo del Magisterio del Papa y los Obispos en unión con él. (Agencia Fides 16/4/2009)