terça-feira, 23 de dezembro de 2008

Entrevista de L’Osservatore Romano a Monseñor Guido Marini, Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias


Estamos a las puertas de la Navidad. ¿Qué significa esto para la vida litúrgica de la Iglesia?

Las celebraciones litúrgicas del tiempo de Navidad, comenzando por la Misa de la noche, conducen a los fieles a la contemplación del misterio de la Encarnación, el misterio de nuestra salvación. La Iglesia se detiene a contemplar, una vez más, el rostro de Aquel que es el único Salvador del mundo. Frente al misterio de la Encarnación, todo debe llevar a suscitar estupor: las palabras, los gestos, los silencios, los signos, la música, el canto, el rito en su totalidad. No puede no despertar asombro, de hecho, el acontecimiento del Hijo de Dios que se hace niño por nosotros y por nuestra salvación. Allí se hace presente la extraordinaria belleza del misterio del Señor y de su Amor rico de infinita misericordia. Él es el Dios con nosotros.

Para muchos, tal vez, el nacimiento de Jesús es sólo un hecho que pertenece al pasado.

No se trata sólo de un hecho del pasado sino de un hecho que hoy se hace presente y vivo en la celebración litúrgica. Precisamente por esto, la Navidad se caracteriza por la alegría.

De la Liturgia a la vida: ¿cómo vivir esta necesaria relación?

Con el bagaje de la propia vida se entra en la liturgia y de la liturgia se vuelve a la vida profundamente renovados. El encuentro con el misterio de Dios, cuando es auténtico, no puede más que llevar a un cambio de la existencia. Es importante, desde este punto de vista, que el rito resplandezca luminoso y, por tanto, capaz de implicar a todos en el misterio celebrado. No se trata de hacer cosas nuevas sino de hacer de un modo nuevo lo que la Iglesia nos invita a realizar en el gesto ritual. Aquí está la gran tarea de cada liturgia ejemplarmente celebrada y realmente vivida. Si esto ocurre, se realiza verdaderamente la participación activa de todos porque no sólo todos toman parte en la celebración sino que también permanecen activa y espiritualmente implicados a fin de entrar en la acción de Cristo y de la Iglesia y crecer en santidad.

¿Hay algo particular para subrayar en las celebraciones navideñas presididas por Benedicto XVI?

Este año, la bella escultura de madera policromada, que representa a la Virgen en el trono con el Niño bendiciendo, será colocada junto al altar de la confesión a partir de la noche de Navidad y hasta el día de la Epifanía, y no sólo en la solemnidad de la Santísima Madre de Dios. Se ha querido subrayar así que el tiempo de Navidad es también un tiempo mariano. La Santa Virgen no distrae del misterio del Hijo de Dios que se hace hombre sino que, por el contrario, ayuda a comprenderlo en el significado más autentico.

Es quizá oportuno destacar el tiempo de preparación a la celebración: el alternarse de lecturas, oraciones y música ayuda a disponer el ánimo de todos los presentes al clima de adecuado recogimiento. En el mismo sentido deben entenderse las indicaciones, señaladas en los libros litúrgicos, de un breve tiempo de silencio previsto después de la homilía del Santo Padre y después de la distribución de la Santa Comunión. Se trata de breves pausas que ayudan al recogimiento y la oración, especialmente para asimilar el don de la Palabra de Dios escuchada y el don de la Eucaristía del cual nos alimentamos.

Vayamos a la noche de Navidad y a la bendición Urbi et Orbi

Como ya se hizo en los años pasados, está prevista una breve vigilia de preparación a la Santa Misa de la noche. Este año, sin embargo, la vigilia será enriquecida con el canto de la Kalenda, que ya no está prevista dentro de la celebración eucarística. El antiguo texto de la Kalenda que anuncia el nacimiento histórico del Salvador, en consecuencia, será el último acto de la vigilia antes que se comience la procesión de entrada.

El martirologio romano prevé el canto de la Kalenda en el día de la vigilia de Navidad en la conclusión de las Laudes o de una hora menor de la Liturgia de las Horas. En este sentido, la colocación de la Kalenda al final de la vigilia de oración parece más acorde a su naturaleza.

En el canto del Gloria, en cambio, después de la entonación del Santo Padre, sonarán las campanas con el acompañamiento del órgano pero no se hará el habitual rito de homenaje floral de los niños, en representación de varios continentes. Este homenaje ha sido trasladado al final de la celebración eucarística, cuando el Pontífice se dirija al pesebre para colocar la imagen del Niño Jesús.

En cuanto a la bendición Urbi et Orbi, el Santo Padre no usará capa pluvial. Se ha preferido optar por la muceta con la estola tratándose de una bendición solemne que no comporta un rito particular.

El año pasado, en la Capilla Sixtina, para la fiesta del Bautismo del Señor, el Papa ha celebrado en el altar antiguo. ¿También este año se prevé lo mismo?

Sí, también este año será utilizado el altar propio de la Capilla Sixtina. Se celebrará nuevamente en el altar antiguo para no alterar la belleza y la armonía de esta joya arquitectónica, preservando su estructura desde el punto de vista celebrativo y usando una posibilidad contemplada por la normativa litúrgica. Esto significa que, en algunos momentos, el Papa se volverá junto con los fieles hacia el Crucifijo, subrayando así también la correcta orientación de la celebración eucarística: la orientación al Señor. Por lo demás, la celebración tendrá el desarrollo habitual y el Santo Padre administrará el sacramento del Bautismo a trece niños.

Y para terminar, ¿algún otro detalle?

Tal vez sea útil recordar que las lenguas elegidas para las lecturas y para las intenciones de la oración de los fieles quieren reflejar la participación de personas provenientes de diversos países del mundo. Al mismo tiempo, el latín usado en la celebración expresa la unidad y la catolicidad, aún en la diversidad lingüística de los participantes.

Además, al canto de las Vísperas del último día del año seguirá, también esta vez, la exposición del Santísimo Sacramento con el canto del Te Deum de acción de gracias y la Bendición Eucarística, significando la centralidad de la adoración en la vida de la Iglesia.

Por otro lado, en la Misa del primero de enero tomarán parte, en la presentación de los dones y en la lectura de las intenciones de la oración de los fieles, algunos niños y adultos provenientes del Líbano.

Por último, para la solemnidad de la Epifanía, el Santo Padre usará una casulla romana de Pablo VI, como ya ha hecho en alguna otra celebración, para acentuar una vez más el necesario equilibrio en el uso litúrgico de cosas nuevas y cosas antiguas.

Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo