Esta mañana, el Cardenal Antonio Cañizares Llovera, hasta hoy Arzobispo de Toledo y Primado de España, ha sido nombrado Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
De este modo, el cardenal de 63 años ha sido llamado a ocuparse del dicasterio romano encargado de “la ordenación y promoción de la sagrada liturgia, en primer lugar de los sacramentos”. Considerando que precisamente la liturgia es una clave de lectura privilegiada del pontificado del Papa Ratzinger, es evidente que el nuevo prefecto se convierte así en uno de los “hombres fuertes” del Papa, quien le ha confiado un aspecto central, no sólo de su pontificado, sino de la vida y la misión de la Iglesia.
No es secreto que Cañizares promovió con especial dedicación en su Arquidiócesis la forma extraordinaria del Rito Romano y la formación de los futuros sacerdotes en su celebración. Basta recordar, al respecto, que Su Eminencia ha celebrado en varias ocasiones la Misa Gregoriana y que, tal como afirmó el Cardenal Castrillón Hoyos en una reciente entrevista, en Toledo “se está valorando si conviene hacer un seminario extra para la preparación al rito extraordinario, o dar cursos especiales en el seminario de la diócesis”. Desde hoy, el Purpurado velará para que se logre aquella necesaria “hermenéutica de la continuidad con referencia también a una correcta lectura del desarrollo litúrgico después del Concilio Vaticano II” (cfr. Sacramentum caritatis 4) y para que “en la celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se manifieste, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo” (cfr. Carta a los Obispos que acompaña el Motu Proprio Summorum Pontificum). Como autoridad máxima de la otrora llamada Congregación de Ritos, deberá vigilar para erradicar del seno de la Iglesia aquellos abusos que oscurecen la digna celebración de la Sagrada Liturgia y que, en muchos casos, llegan al límite de lo soportable, basándose en un presunto derecho a la creatividad, la cual “no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica” (Cfr. Joseph Ratzinger; El Espíritu de la liturgia). En definitiva, será aquel que tendrá en sus manos la “reforma de la reforma” tantas veces evocada por el Cardenal Ratzinger. Ésta no será, como quizás muchos pensaron tras la elección de Benedicto XVI, una brusca intervención que lo produzca todo en un abrir y cerrar de ojos. Será, más bien, un proceso orgánico que continuará y profundizará la labor que el Santo Padre está realizando en la Liturgia en estos tres años de su luminoso y sereno pontificado, y cuyos primeros frutos están a la vista. Será fruto, también, de la “paciencia del amor” característica del Papa Ratzinger (Cfr. Nicola Bux; La riforma di Benedetto XVI).
De más está decir que Monseñor Cañizares es amigo y hombre de confianza del Papa desde hace ya muchos años, ambos han trabajado juntos en la Congregación para la doctrina de la fe (uno como miembro, otro como prefecto). De hecho, el hasta hoy Arzobispo de Toledo es conocido en España como “pequeño Ratzinger”. Este particular apodo, que causa gracia al mismo Santo Padre, ha sido explicado en unas palabras que demuestran también la inquebrantable fidelidad del nuevo Prefecto del Culto Divino a Cristo, a la Iglesia y al Papa : “…creo que se debe al parecido por el pelo blanco y por haber estado antes de obispo secretario de la Comisión Doctrinal en España y a esa sintonía que Dios me ha concedido con el pensamiento del entonces cardenal Ratzinger, sintonía y comunión en la misma fe y en las grandes preocupaciones por el hombre al que si le falta Dios, le falta todo. También es sintonía y comunión en el gran amor y pasión por la Iglesia, en la búsqueda de la verdad que nos hace libres, una Verdad que nos llega por la Tradición y por lo mismo es sintonía en la fidelidad a la Tradición que es la única manera de abrirse al futuro y hacer posible que surja una renovación de la Iglesia y la sociedad. He aprendido mucho en los años en los que trabajé a su lado como miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es un don de Dios haber trabajado con él y un don de Dios el sentirme tan hondamente vinculado con Pedro en la figura de Benedicto XVI. Sé que sólo así caminaré en la Iglesia y no daré pasos en vano.”
Mientras invitamos a nuestros lectores a orar por el Cardenal en la importantísima tarea que se le ha confiado para el bien de la Iglesia universal, habrá que decir que a la Arquidiócesis de Toledo se le ha pedido un gran sacrificio, y no es menor el que se le pide al Cardenal Cañizares. Basta leer la respuesta que dio, hace pocos meses, cuando un periodista le preguntó qué diría si el Papa lo llama a colaborar con él en Roma: “No me lo planteo. Pero nunca he dicho ‘no’ a lo que la Iglesia me pida. Mi vida no tiene otro criterio que el que llevo en mi lema episcopal: Fiat voluntas tua. Me gustaría estar, y no es falsa modestia, en los últimos puestos. Pasar desapercibido. Que no apareciese. Una vida escondida por completo. Dios me lleva por estos caminos, pues ahí estoy. ¿Me rebelo contra ello? No. ¿Me canso de ello? Tampoco. Lo que Dios quiera de mí.”
Ver aquí una biografía del Cardenal Antonio Cañizares