domingo, 24 de maio de 2009

El Papa a Montecassino, corazón de la Europa cristiana


En el día de la histórica visita del Papa, que al ser elegido Sumo Pontífice ha querido honrar con su nombre a san Benito, a la abadía y la diócesis de Montecassino, La Buhardilla nos ofrece la traducción de una interesante entrevista que el abad local, Pietro Vittorelli, ha concedido a L’Osservatore Romano.


Benedicto XVI se dirige a Montecassino como portador de fuertes vínculos con san Benito. Hasta el momento, ¿cómo se han manifestado estos vínculos en su servicio petrino?

Benedicto XVI ha subrayado en varias ocasiones, desde el inicio de su pontificado, un enraizamiento en la espiritualidad benedictina volviéndola a proponer en sus discursos y en sus catequesis que encuentran una admirable síntesis en el nihil amori Christi praeponere, que san Benito incluye en el cuarto capítulo de la Regla “Sobre los instrumentos de los buenas obras” (4,21) y que el Santo Padre ha citado varias veces casi como un leitmotiv de su trabajo teológico. Cuando en la tarde del 19 de abril de 2005, el cardenal Jorge Arturo Medina Estévez anunciaba al mundo que el Cardenal Ratzinger había sido elegido Papa y que había elegido llamarse Benedicto, además de la alegría incontenible de todo el mundo monástico que en Montecassino se confundía con el sonido de las campanas y la congestión de las líneas telefónicas y del correo electrónico, a algunos monjes no se les escapó la inmediata referencia a la Regla en las primeras palabras que declaraban al Papa “un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor”. Si bien era clara la referencia evangélica, no se dejaba de notar la referencia a la humildad, querida por Benito, y la expresión del Prólogo a su Regla: “Et quaerens Dominus, in multitudine populi cui haec clamat, operarium suum” (14).

En el infatigable servicio petrino de Benedicto XVI, no han faltado referencias a la importancia de las raíces cristianas de Europa y al servicio prestado a la Iglesia por los monjes y las monjas de san Benito. El Papa no tiene, sin embargo, una mirada “arqueológica” hacia el monaquismo benedictino sino que capta toda la vitalidad y las perspectivas futuras. Recibiendo en audiencia al Congreso mundial de los abades, el pasado 20 de septiembre de 2008, dijo: “para construir una Europa «nueva», es necesario comenzar por las nuevas generaciones”, para luego ampliar la mirada a la entera familia humana y subrayar que “en muchas partes del mundo, especialmente en Asia y África, hay gran necesidad de espacios vitales de encuentro con el Señor, en los cuales, a través de la oración y la contemplación, se recupere la serenidad y la paz consigo mismos y con los demás”.

Pero el texto que, en mi opinión, quedará como el “manifiesto benedictino” del pontificado del Papa Ratzinger es el magnífico discurso pronunciado en el College des bernardins, durante el encuentro con el mundo de la cultura. Presentó el tema diciendo: “Quisiera hablaros esta tarde del origen de la teología occidental y de las raíces de la cultura europea”, y con la maestría teológica que lo caracteriza y con el corazón de monje, ha entretejido el canto más bello sobre el quaerere Deum.

La referencia a san Benito actualiza también la reflexión sobre Europa. ¿Piensa que la visita de Benedicto XVI tiene un significado para todo el continente en la búsqueda de sus raíces cristianas?

La visita de un Papa que lleva el nombre de Benedicto a la cuna del monaquismo occidental, en el lugar que han reflejado los ojos de San Benito, desde donde ha surgido el impulso de una nueva evangelización para el continente europeo, no podrá no tener un eco en la Europa contemporánea. El Papa reafirmará la importancia, para el hombre contemporáneo, de volver a apropiarse de una normalidad que, en la cotidianeidad benedictina del ora et labora et lege, puede continuar construyendo al hombre. “En vuestros monasterios sois los primeros en renovar y profundizar diariamente el encuentro con la persona de Cristo, a quien tenéis siempre con vosotros como huésped, amigo y compañero. Por eso, vuestros conventos son lugares a donde hombres y mujeres, también en nuestra época, acuden para buscar a Dios y aprender a reconocer los signos de la presencia de Cristo, de su caridad, de su misericordia”: así dijo en la última audiencia concedida a los abades benedictinos reunidos en congreso mundial.

La diócesis de Montecassino es históricamente dependiente de los abades de la abadía. En el desarrollo de la pastoral diocesana, ¿esto implica dificultades?

La diócesis de Montecassino es Montecassino y Montecassino es su diócesis. El vínculo indisoluble que ha unido nuestros parroquias y nuestra población al monasterio y a sus abades tiene quince siglos de historia, nace con la llegada de san Benito mismo en el siglo VI y en los siglos sucesivos se ha modificado con las adaptaciones que los tiempos cambiantes requerían y que la sabiduría de tantos abades predecesores míos ha sabido armonizar. Actualmente nuestra diócesis, después de un largo camino de Sínodo, ha aplicado todas las instancias del Vaticano II.

Las dificultades han estado cuando, por un largo período de tiempo, se vivió con sufrimiento la indecisión sobre el futuro de la misma abadía territorial. Ese período creo mucha inquietud en el clero por su futuro y principalmente en los fieles, tan ligados a su matriz benedictina. Hoy, que la Santa Sede ha confirmado una reencontrada estabilidad con el nombramiento de un abad y ordinario diocesano, la vida de esta pequeña pero significativa Iglesia diocesana ha retomado su secular camino conservando en su corazón la fuerza orante de una comunidad monástica y en sus miembros el testimonio apasionado de muchos presbíteros crecidos en la escuela de Benito. El plan pastoral que hemos inaugurado el año pasado como Iglesia diocesana tiene previsto un recorrido quinquenal de reflexión sobre la Palabra de Dios.

La abadía de Montecassino es indiscutiblemente un punto de referencia para el monaquismo occidental. ¿Qué representa hoy para la Orden y para la vida contemplativa?

Montecassino sigue siendo la casa madre de todos los benedictinos. Desde todo el mundo, es constante el paso de monjes y monjas por la tumba de san Benito y santa Escolástica, y ciertamente Montecassino representa para todos el corazón de la experiencia de san Benito. Fue el mismo Santo Padre que, en la audiencia general del 9 de abril de 2008, presentando la figura de san Benito dijo: “La vida monástica en el ocultamiento tiene una razón de ser, pero un monasterio también tiene una finalidad pública en la vida de la Iglesia y de la sociedad: debe dar visibilidad a la fe como fuerza de vida”. Así justificaba autorizadamente el paso de san Benito de Subiaco - que sigue siendo el otro gran corazón benedictino - a Montecassino, que desde la experiencia de san Benito es precisamente la visibilidad de la fe como fuerza de vida.

¿La espiritualidad benedictina influye en la vida religiosa de los fieles de la diócesis?

Los fieles de la diócesis están totalmente impregnados de espiritualidad benedictina. Muchos de nuestros buenos sacerdotes han sido formados por los monjes cuando aún el seminario estaba en el monasterio. La atención a la liturgia, el gusto por el canto coral, el sonido de la campana al Angelus tres veces al día en cada parroquia nuestra, el gusto por la Palabra de Dios, la peregrinación nocturna a Montecassino para la vigilia de Pentecostés. Piense que una pequeña diócesis como la nuestra cuenta con 25 corales parroquiales que cada año escuchamos en un encuentro siempre muy esperado, con un continuo redescubrimiento del canto gregoriano y de la tradición polifónica que, en los inicios del 900, tuvo en algunos de nuestros monjes admirables promotores: don Mariano Iacarino y don Luigi De Sario fueron maestros para muchos. Cada año, para la fiesta de san Benito del 21 de marzo, se celebra una verdadera y propia jornada para Europa y precisamente para redescubrir las raíces benedictinas ha sido fundado, quince años atrás, el cortejo histórico Terra Sancti Benedicti que cada año involucra a quinientas personas, en su mayoría jóvenes, que vuelven a evocar los tiempos del abad Bernardo Ayglerio entre los siglos XIII y XIV, con investigaciones históricas y de costumbres. Tenemos luego la escuela católica san Benito que, en la ciudad, los monjes gestionan junto a las hermanas de la Caridad de santa Juana Antida Thouret y que recibe a quinientos alumnos, desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria.

¿Las figuras de Benedicto y Escolástica atraen también peregrinos de otras religiones?

A menudo hemos recibido monjes budistas que querían conocer nuestra forma de vida. No han faltado visitas de musulmanes ilustres: pienso en la visita del rey Abdullah II Bin Hussein de Jordania. Su abuelo había combatido aquí, en Montecassino, durante la segunda guerra mundial; y el presidente Khatami, de Irán. Muchos amigos judíos, principalmente de la comunidad romana.

Montecassino es también un lugar que recuerda los horrores de la guerra. Sus monjes y la diócesis, ¿están comprometidos por la paz?

Pocas décadas atrás, la muerte y la destrucción que cayeron sobre la abadía y sobre el territorio han devastado millares de vidas humanas aquí, en torno a nosotros. Estas tierras han resonado por los gritos de dolor y por las lágrimas de las familias e individuos desesperados. Todo esto ha llevado al monasterio y la diócesis a un trabajo continuo de construcción de la paz. Un compromiso renovado cada año en los aniversarios del bombardeo de la abadía y de la ciudad con las invitaciones a los veteranos que también este año han vuelto para reafirmar el deseo de paz.

Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo