terça-feira, 30 de junho de 2009
Ordenações da Fraternidade Sacerdotal São Pedro na Alemanha
Tornielli: Il cristianesimo non è una filosofia, un insieme di riti o una summa di regole morali, ma un avvenimento accaduto nella storia
Roma
Quanto accaduto ieri sera con il sorprendente annuncio nella basilica di San Paolo fuori le Mura richiama immediatamente alla memoria un evento simile, accaduto il 26 giugno di 41 anni fa, quando Paolo VI, durante l’udienza generale, disse che erano state ritrovate le ossa di San Pietro.
Era stato Pio XII, nel 1939, a ordinareche si scavasse sotto la basilica vaticana e a finanziare di tasca propria le ricerche.
Nel 1950 l’annuncio del ritrovamento della tomba.
Appariva dunque corrispondente al vero quanto affermato durante il pontificato di Papa Zefirino (199-217) dal prete romano Gaio, il quale, rivolgendosi a Proclo, seguace dell’eresia montanista, aveva scritto: «Se vorrai venire in Vaticano e sulla via Ostiense, potrai vedere i trofei (cioè le tombe, ndr) di coloro, che hanno fondato questa Chiesa», vale a dire di Pietro e Paolo.
Le ricerche, continuate dall’archeologa Margherita Guarducci, portarono al ritrovamento di un’edicola funeraria appoggiata a un muro contemporaneo, risalente circa all’anno 150, prezioso per i numerosi graffiti sovrapposti, che la studiosa decifra.
Tutti contengono invocazioni a Pietro al quale sono uniti talvolta i nomi di Cristo e di Maria.
Fondamentale è uno di questi graffiti, risalente al 160, nel quale si legge in greco la scritta «Petros enì», «Pietro è qui dentro». La professoressa Guarducci ritrova in una cassetta, nei locali delle Grotte vaticane, le ossa che erano state raccolte nel loculo identificato come la tomba di Pietro. Le ossa, dopo essere state analizzate, risultano appartenenti a un solo uomo, di corporatura robusta, morto in età avanzata. Erano incrostate di terra e mostravano di essere state avvolte in un panno di lana colorato di porpora e intessuto d’oro, una sepoltura particolarmente preziosa.
Rappresentano frammenti di tutte le ossa del corpo a esclusione del sia pur minimo frammento di quelle dei piedi.
Un particolare significativo, che richiama alla mente la circostanza della crocifissione a testa in giù e gli esiti che provocava, vale a dire il distacco dei piedi, a causa della prolungata esposizione del corpo che veniva lasciato esposto sul luogo del supplizio.
Così, il 26 giugno 1968, Papa Montini annuncia: «Nuove indagini pazientissime e accuratissime furono in seguito eseguite con risultato che noi, confortati dal giudizio di valenti e prudenti persone competenti, crediamo positivo: anche le reliquie di San Pietro sono state identificate in modo che possiamo ritenere convincente».
Il ritrovamento e l’identificazione delle ossa di Pietro e oggi di quelle di Paolo, confermano il dato della tradizione e attestano il fondamento apostolico della Chiesa di Roma.
Il pescatore di Galilea al quale Gesù secondo il racconto evangelico affidò la sua Chiesa, e l’Apostolo delle Genti, viaggiatore e predicatore instancabile, nonché «cantore della Grazia», evangelizzatore dell’Asia Minore e della Grecia e autore delle famose epistole, ritenute i più antichi documenti scritti contenenti il messaggio salvifico cristiano, sono stati dunque martirizzati entrambi a Roma, allora capitale del mondo,sotto Nerone, nell’anno 67.
È interessante notare che negli ultimi cento anni, numerosissime scoperte archeologiche hanno confermato molte delle pagine scritte dai quattro evangelisti, che nel I secolo misero nero su bianco il racconto della vita e le testimonianze riguardati Gesù di Nazaret, la sua morte e la sua resurrezione.
Non c’è stata una scoperta scientifica, un ritrovamento archeologico, che abbia smentito neanche un versetto del Vangelo. Dal ritrovamento della lapide a Cesarea Marittima contenente il nome di Ponzio Pilato, il prefetto di Giudea che fece crocifiggere Gesù come richiestogli dal sinedrio agli scavi portati avanti con tenacia e passione dai francescani in Terrasanta, che hanno portato alla luce le tracce della casa di Maria a Nazaret e della casa di Pietro a Cafarnao, entrambe oggetto di devozione antichissima, risalente ai primi secoli di storia cristiana.
Il cristianesimo non è una filosofia, un insieme di riti o una summa di regole morali, ma un avvenimento accaduto nella storia.
segunda-feira, 29 de junho de 2009
El Papa enseña el auténtico anticonformismo cristiano que sabe unirse a la fe de la Iglesia aunque contradiga el “esquema del mundo contemporáneo”
Marta Lago (Roma) - 29-06-09
Con profunda emoción, en su homilía, el Santo Padre anunció, ante el sarcófago de Pablo –conservado bajo el altar papal-, que se ha realizado un exhaustivo estudio de su interior. Desveló que los restos hallados pertenecen a una persona que vivió entre el siglo I y II. Ulterior confirmación de que se trata de los restos mortales del Apóstol Pablo.
A continuación, desarrolló su homilía cuya síntesis proponemos en diversas claves:
- Núcleo esencial de la existencia cristiana [...]: con Cristo se inició un nuevo modo de venerar a Dios, un nuevo culto. Consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en adoración, “sacrificio” hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a Dios. Es nuestra propia existencia que debe convertirse en alabanza de Dios. ¿Pero cómo sucede esto? [...] [Pablo] Nos da la respuesta: “No os conforméis a este mundo, sino dejaos transformar renovando vuestro modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios…”.
- Las dos palabras decisivas son: “transformar” y “renovar”. Debemos convertirnos en hombres nuevos, transformados en un nuevo modo de existencia. [...] Sólo si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor.
- El Apóstol nos exhorta a un “no conformismo” [...]: no someterse al esquema de la época actual.
- Cómo convertirse en nuevos: Pablo alude a la propia conversión: a su encuentro con Cristo Resucitado [...]: “Si uno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí que han nacido de nuevo”. [...] Este proceso de renovación y de transformación continúa durante toda la vida. Nos convertimos en nuevos, si nos dejamos aferrar y plasmar por el Hombre nuevo Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia.
- Nos convertimos en nuevos si transformamos nuestro modo de pensar. [...] Nuestra razón debe convertirse en nueva. [...] La renovación debe ser completa. [...] El pensamiento del hombre viejo, el modo de pensar común está dirigido en general hacia la posesión, el bienestar, la influencia, el éxito, y la fama. Pero de esta manera tiene un alcance muy limitado. Así, en último análisis, queda el propio “yo” en el centro del mundo. Debemos aprender a pensar de manera profunda. [...] Es necesario aprender a comprender la voluntad de Dios, de modo que plasme nuestra voluntad, para que nosotros queramos lo que Dios quiere, porque reconocemos que aquello que Dios quiere es lo bello y lo bueno.
- Con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. [...] Pablo desea que los cristianos tengamos una fe “responsable”, una fe “adulta”. La palabra “fe adulta” en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. A menudo se ve en el sentido de actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer –es decir, una fe “hecha por uno mismo”. Esto se interpreta como “valentía” de expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía [...]. En cambio la valentía es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia, incluso si esta contradice el “esquema” del mundo contemporáneo. Es este “no-conformismo” de la fe que Pablo llama una “fe adulta”.
- Forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción [...], reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el Creador, reestablecido nuevamente por Cristo. La fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo.
-Pablo [...] nos lleva hacia el gran “sí”. Describe la fe madura, realmente adulta de forma positiva con la expresión: “actuar según la verdad en la caridad”. [...] Verdad y caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos verdad y caridad van unidas. La caridad es la prueba de la verdad. Siempre de nuevo tenemos que ser medidos según este criterio, que la verdad se transforme en caridad y nos haga ser verdaderos.
- Quien junto a Cristo sirve a la verdad en la caridad, contribuye al verdadero progreso del mundo. [...] Donde aumenta la presencia de Cristo, allí está le verdadero progreso del mundo. Allí el hombre se hace nuevo y así se transforma en nuevo mundo.
- El hombre interior tiene que reforzarse –es un imperativo muy apropiado para nuestro tiempo en el que los hombres a menudo permanecen interiormente vacíos y por lo tanto tienen que aferrarse a promesas y narcóticos [...]. Tiene que reforzarse la interioridad –la perspectiva del corazón; la capacidad de ver y comprender el mundo y el hombre desde dentro, con el corazón.
- Tenemos necesidad de una razón iluminada desde el corazón, para aprender a actuar según la verdad en la caridad. Pero esto no se realiza sin una íntima relación con Dios, sin la vida de oración [...], los Sacramentos, [...] la Palabra que Él nos ha donado.
- Sólo en la comunión con todos los santos, es decir en la gran comunidad de todos los creyentes -y no en contra o en ausencia de ella - podemos conocer la enormidad del misterio de Cristo. [...] Él no pertenece sólo a un determinado grupo. El Cristo crucificado abraza el entero universo en todas sus dimensiones. - El amor de Cristo ha abrazado en la Cruz la profundidad más baja - la noche de la muerte y la altura suprema - la elevación de Dios mismo. Y ha tomado entre sus brazos la amplitud y la enormidad de la humanidad y del mundo en todas sus distancias. Siempre Él abraza el universo, a todos nosotros. Oremos al Señor, para que nos ayude a reconocer algo de la enormidad de su amor. Oremos para que su amor y su verdad toquen nuestro corazón.
Fuente: Cope
Descubierta la imagen más antigua de San Pablo que se conoce
El año dedicado al Apóstol San Pablo, concluye con esta maravilla: el hallazgo de la imagen de culto más antigua de San Pablo que se conoce. Es de finales del siglo IV y ha sido encontrada por los arqueólogos en una pared de las catacumbas de Santa Tecla, debajo de capas de arcilla y piedra caliza. El hallazgo tuvo lugar el pasado 19 de junio.
Fuente: Una Voce Málaga
domingo, 28 de junho de 2009
Clausura del Año Paulino: Papa confirma, después de estudios, que sarcófago en la Basílica de San Pablo contiene los restos mortales del apóstol Pablo
Homilía pronunciada por el Santo Padre Benedicto XVI:
Señores Cardenales,
Dirijo a cada uno mi saludo cordial. En particular, saludo al cardenal arcipreste de esta Basílica y a sus colaboradores, saludo al Abad de la comunidad monástica benedictina; saludo también a la delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla. El año conmemorativo del nacimiento de san Pablo se concluye esta tarde. Estamos recogidos ante la tumba del Apóstol, cuyo sarcófago, conservado bajo el altar papal, fue recientemente objeto de un atento análisis científico: en el sarcófago, que no había sido abierto nunca en tantos siglos, le fue practicada una pequeñísima perforación para introducir una sonda especial, mediante la cual fueron relevados restos de un precioso tejido de lino de color púrpura, bañado en oro, y de un tejido de color azul con filamentos de lino. Fue también relevada la presencia de granos de incienso rojo y de sustancias proteicas calcáreas. Además, pequeñísimos fragmentos óseos, sometidos al examen del carbono 14 por parte de expertos que, sin saber la procedencia, han resultado pertenecer a una persona que vivió entre el primer y el segundo siglo. Esto parece confirmar la unánime e incontrovertida tradición de que se tratan de los restos mortales del apóstol Pablo. Todo esto llena nuestro ánimo de profunda emoción. Durante estos meses muchas personas han seguido los caminos del Apóstol –los exteriores y más aún los interiores que él recorrió durante su vida: el camino de Damasco hacia el encuentro con el Resucitado; los caminos en el mundo mediterráneo que él atravesó con la llama del Evangelio, encontrando contradicciones y adhesiones, hasta el martirio, por el cual pertenece para siempre a la Iglesia de Roma. A ella dirigió también su Carta más grande e importante. El Año Paulino se concluye, pero estar en camino junto a Pablo, -con él y gracias a él venir a conocer a Jesús y, como él, ser iluminados y transformados por el Evangelio– formará siempre parte de la existencia cristiana. Y siempre, yendo más allá del ámbito de los creyentes, él permanece el “maestro de las gentes”, que quiere llevar el mensaje del Resucitado a todos los hombres, porque Cristo los ha conocido y amado a todos; y murió y resucitó por todos ellos. Queremos, por tanto, escucharlo también en esta hora en la que iniciamos solemnemente la fiesta de los dos Apóstoles unidos entre sí por un estrecho lazo.
Forma parte de la estructura de las Cartas de Pablo que –siempre en referencia al lugar y a la situación particular– expliquen ante todo el misterio de Cristo, que nos enseñen la fe. En una segunda parte, sigue la aplicación a nuestra vida: ¿qué cosa consigue a esta fe? ¿Cómo se plasma nuestra existencia día a día? En la Carta a los Romanos, esta segunda parte comienza con el décimo segundo capítulo, en los primeros dos versículos del cual el apóstol resume rápidamente el núcleo esencial de la existencia cristiana. ¿Qué nos dice san Pablo en aquel pasaje? Ante todo afirma, como cosa fundamental, que con Cristo se inició un nuevo modo de venerar a Dios, un nuevo culto. Consiste en el hecho de que el hombre viviente se transforma él mismo en adoración, “sacrificio” hasta en el propio cuerpo. Ya no se ofrecen cosas a Dios. Es nuestra propia existencia que debe convertirse en alabanza de Dios. ¿Pero cómo sucede esto? En el segundo versículo se nos da la respuesta: “No se conformen a este mundo, sino déjense transformar renovando su modo de pensar, para poder discernir la voluntad de Dios…” (12,2). Las dos palabras decisivas de este versículo son: “transformar” y “renovar”. Debemos convertirnos en hombres nuevos, transformados en un nuevo modo de existencia. El mundo siempre está a la búsqueda de la novedad, porque con razón está siempre descontento de la realidad concreta. Pablo nos dice: el mundo no puede ser renovado sin hombres nuevos. Sólo si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor. En el inicio está la renovación del hombre. Esto vale después para cada uno. Sólo si nosotros mismos nos convertimos en nuevos, el mundo se convertirá en nuevo. Esto significa también que no basta adaptarse a la situación actual. El Apóstol nos exhorta a un “no conformismo”. En nuestra Carta se dice: no someterse al esquema de la época actual. Debemos regresar sobre este punto reflexionando sobre el segundo texto que esta tarde quiero meditar. El “no” del Apóstol es claro y también convincente para quien observa el “esquema” de nuestro mundo. Pero llegar a ser nuevos, ¿cómo se puede conseguir? ¿Somos de verdad capaces? Sobre cómo convertirse en nuevos, Pablo alude a la propia conversión: a su encuentro con Cristo resucitado, encuentro del que la Segunda Carta a los Corintios dice: “Si uno está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí que han nacido de nuevo” (5,17). Era tan convulsionante para él este encuentro con Cristo que dice al respecto: “Estoy muerto” (Gal 2,19; cf. Rom 6). Él se convirtió en nuevo, en otro, porque no vive más para sí en virtud de sí mismo, sino por Cristo que está en él. En el curso de los años, no obstante, vio que este proceso de renovación y de transformación continúa durante toda la vida. Nos convertimos en nuevos, si nos dejamos aferrar y plasmar por el Hombre nuevo Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia. En Él la nueva existencia humana se convierte en realidad, y nosotros podemos verdaderamente convertirnos en nuevos si nos consignamos en sus manos y de Él nos dejamos plasmar.
Pablo hace aún más claro este proceso de “refundición” diciendo que nos convertimos en nuevos si transformamos nuestro modo de pensar. Esto que aquí ha sido traducido como “modo de pensar”, es el término griego “nous”. Es una palabra compleja. Puede ser traducida como “espíritu”, “sentimiento”, “razón” y, también, como “modo de pensar”. Nuestra razón debe convertirse en nueva. Esto nos sorprende. Tal vez habríamos esperado que tuviera que ver con alguna actitud: aquello que en nuestra acción debemos cambiar. Pero no: la renovación debe ser completa. Nuestro modo de ver el mundo, de comprender la realidad, todo nuestro pensar, debe cambiar a partir de su fundamento. El pensamiento del hombre viejo, el modo de pensar común está dirigido en general hacia la posesión, el bienestar, la influencia, el éxito, y la fama. Pero de esta manera tiene un alcance muy limitado. Así, en último análisis, queda el propio “yo” en el centro del mundo. Debemos aprender a pensar de manera profunda. Qué significa eso. Lo dice san Pablo en la segunda parte de la frase: es necesario aprender a comprender la voluntad de Dios, de modo que plasme nuestra voluntad, para que nosotros queramos lo que Dios quiere, porque reconocemos que aquello que Dios quiere es lo bello y lo bueno. Se trata, por tanto, de un viraje de fondo de nuestra orientación espiritual. Dios debe entrar en el horizonte de nuestro pensamiento: aquello que Dios quiere y el modo según el cual Él ha ideado al mundo y a mí. Debemos aprender a tomar parte en el pensar y en el querer de Jesucristo. Entonces seremos hombres nuevos en los que emerge un mundo nuevo.
El mismo pensamiento de una necesaria renovación de nuestro ser como persona humana, Pablo lo ha ilustrado ulteriormente en dos párrafos de la Carta a los Efesios, sobre los cuales queremos reflexionar ahora brevemente. En el cuarto capítulo de la Carta, el apóstol nos dice que con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No podemos seguir siendo “niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina” (4,14). Pablo desea que los cristianos tengamos una fe “responsable”, una fe “adulta”. La palabra “fe adulta” en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. A menudo se ve en el sentido de actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer –es decir, una fe “hecha por uno mismo”. Esto se interpreta como “valentía” de expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía, porque se puede siempre estar seguro del aplauso público. En cambio la valentía es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia, incluso si esta contradice el “esquema” del mundo contemporáneo. Es este “no-conformismo” de la fe que Pablo llama una “fe adulta”. Califica en cambio como infantil, el correr detrás de los vientos y de las corrientes del tiempo. De este modo forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción, oponiéndose con ello de forma radical al principio de la violencia, precisamente en defensa de las criaturas humanas más vulnerables. Forma parte de la fe adulta reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el Creador, reestablecido nuevamente por Cristo. La fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo; sabe que el Espíritu de Dios se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesucristo. Pero Pablo no se detiene en la negación, sino que nos lleva hacia el gran “sí”. Describe la fe madura, realmente adulta de forma positiva con la expresión: “actuar según la verdad en la caridad” (cfr Ef 4, 15). El nuevo modo de pensar, que nos da la fe, se desarrolla primero hacia la verdad. El poder del mal es la mentira. El poder de la fe, el poder de Dios, es la verdad. La verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos se nos vuelve visible cuando miramos a Dios. Y Dios se hace visible a nosotros en el rostro de Jesucristo. Mirando a Cristo reconocemos una cosa más: verdad y caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos verdad y caridad van unidas. La caridad es la prueba de la verdad. Siempre de nuevo tenemos que ser medidos según este criterio, que la verdad se transforme en caridad y nos haga ser verdaderos.
Otro pensamiento importante aparece en el versículo de san Pablo. El apóstol nos dice que, actuando según la verdad en la caridad, contribuimos a hacer que el todo –el universo- crezca hacia Cristo. Pablo, en base a su fe, no se interesa sólo por nuestra personal rectitud o por el crecimiento de la Iglesia. Él se interesa por el universo: “ta pánta”. La finalidad última de la obra de Cristo es el universo –la transformación del universo, de todo el mundo humano, de la entera creación. Quien junto con Cristo sirve a la verdad en la caridad, contribuye al verdadero progreso del mundo. Sí, es completamente claro que Pablo conoce la idea del progreso. Cristo, su vivir, sufrir y resucitar, ha sido el verdadero gran salto del progreso para la humanidad, para el mundo. Ahora, en cambio, el universo tiene que crecer hacia Él. Donde aumenta la presencia de Cristo, allí está le verdadero progreso del mundo. Allí el hombre se hace nuevo y así se transforma en nuevo mundo.
Esto mismo Pablo hace que sea evidente desde otro punto de vista. En el tercer capítulo de la Carta a los Efesios, él habla de la necesidad de ser “fortalecidos en el hombre interior” (3,16). Con esto retoma un argumento que anteriormente, en una situación de tribulación, había tratado en la Segunda Carta a los Corintios: “Aún cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (4,16). El hombre interior tiene que reforzarse –es un imperativo muy apropiado para nuestro tiempo en el que los hombres a menudo permanecen interiormente vacíos y por lo tanto tienen que aferrarse a promesas y narcóticos, que después tienen como consecuencia un ulterior crecimiento del sentido de vacío en su interior. El vacío interior –la debilidad del hombre interior- es uno de los más grandes problemas de nuestro tiempo. Tiene que reforzarse la interioridad –la perspectiva del corazón; la capacidad de ver y comprender el mundo y el hombre desde dentro, con el corazón. Tenemos necesidad de una razón iluminada desde el corazón, para aprender a actuar según la verdad en la caridad. Pero esto no se realiza sin una íntima relación con Dios, sin la vida de oración. Tenemos necesidad del encuentro con Dios, que nos viene dado en los Sacramentos. Y no podemos hablar a Dios en la oración, sino lo dejamos que hable antes Él mismo, si no lo escuchamos en la palabra que Él nos ha donado. Sobre esto, Pablo nos dice: “que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que arraigados y cimentados en el amor, puedan comprender con todos los Santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento” (Ef 3,17). El amor ve más allá de la simple razón, esto es lo que Pablo nos dice con sus palabras. Y nos dice además que sólo en la comunión con todos los santos, es decir en la gran comunidad de todos los creyentes –y no en contra o en ausencia de ella- podemos conocer la enormidad del misterio de Cristo. Esta enormidad, él la circunscribe con palabras que quieren expresar la dimensión del cosmos: anchura, longitud, altura y profundidad. El misterio de Cristo es una enormidad cósmica: Él no pertenece sólo a un determinado grupo. El Cristo crucificado abraza el entero universo en todas sus dimensiones. Él toma el mundo en sus manos y lo lleva en alto hacia Dios. Empezando por san Ireneo de Lyon –es decir, desde el siglo II- a los Padres que han visto en esta palabra de anchura, longitud, altura y profundidad del amor de Cristo, una alusión a la Cruz. El amor de Cristo ha abrazado en la Cruz la profundidad más baja –la noche de la muerte y la altura suprema- la elevación de Dios mismo. Y ha tomado entre sus brazos la amplitud y la enormidad de la humanidad y del mundo en todas sus distancias. Siempre Él abraza el universo, a todos nosotros.
Oremos al Señor, para que nos ayude a reconocer algo de la enormidad de su amor. Oremos para que su amor y su verdad toquen nuestro corazón. Pidamos que Cristo viva en nuestros corazones y nos haga ser hombres nuevos, que actúan según la verdad en la caridad. Amen.
Fuente: Radio Vaticana, La Buhardilla de Jerónimo y NLM
Un primordial problema actual: muy pobre y unilateral entendimiento y aceptación del Concilio, incluso por los que lo defienden “incondicionalmente”.
¡Más honestidad, por favor!
En las últimas semanas muchos periodistas, y también algunos clérigos, han expresado sus opiniones sobre el Papa Benedicto. Opiniones que contienen muchas medias verdades, falsedades y calumnias. La peor acusación afirma que el Papa desea retornar a un pasado anterior al Concilio Vaticano II. Esta acusación es la peor porque implica que la persona misma que posee la autoridad de enseñar a la Iglesia universal estaría trabajando para minar la autoridad del Concilio. Tal veredicto estaría, sin embargo, completamente errado. De hecho, como joven teólogo, Benedicto XVI, contribuyó mucho dentro del concilio. Quienquiera que busque comprender hoy al Papa, no sólo a través de los medios, sino leyendo lo que él escribe, llegará a la conclusión de que ha orientado todo su magisterio según el Concilio. ¿Cómo debemos entender entonces la acusación?
Mucha gente ha firmado una petición de incondicional aceptación del Concilio. De entrada, la expresión “incondicional aceptación” me irrita porque no sé de nadie – incluido yo mismo – a quien se pueda aplicar esto. Unos pocos ejemplos, arbitrariamente elegidos, serán suficientes:
-El Concilio no abolió el Latín en la liturgia. Por el contrario, -enfatiza que en el Rito Romano, salvo casos excepcionales, el uso de la lengua latina debe ser mantenido. ¿Quién entre los ruidosos defensores del Concilio desea una “incondicional aceptación” de esto?
-El Concilio declara que la Iglesia considera el Canto Gregoriano como la “música propia del Rito Romano” y que, por lo tanto, a ésta debe “darse el primer puesto”. ¿En cuántas parroquias es implementado esto “sin condiciones”?
– El Concilio pidió expresamente que las autoridades gubernamentales cedieran voluntariamente aquellos derechos de participación en la selección de obispos que surgieron en el transcurso del tiempo. ¿Qué defensor del Concilio se ha dedicado “incondicionalmente” a esto?
– El Concilio describe la naturaleza fundamental de la liturgia como la celebración del misterio pascual y el sacrificio eucarístico como “la compleción de la obra de nuestra salvación” ¿Cómo puede conciliarse eso con mi experiencia, vivida en muchas parroquias diferentes, de que el sentido sacrificial de la Misa ha sido completamente eliminado del lenguaje litúrgico y la Misa es ahora entendida sólo como una comida o “fracción del pan”? ¿De qué manera puede uno justificar este cambio profundo basándose en el Concilio?
– A ningún oficio eclesiástico fue dada tanta importancia en el Concilio como al del obispo. Entonces, ¿cómo podemos entender la gran disminución de este oficio de la Iglesia en Suiza, justificada en referencia al Concilio? ¿Será, por ejemplo, cuando Hans Kung niega completamente la autoridad de enseñar de los obispos, permitiéndoles solamente el oficio de conducción pastoral?
No sería difícil alargar esta letanía. Aún así, ha de ser obvio por qué demando más honestidad en el presente debate sobre el Concilio. En vez de acusar a otros, incluso al Papa, de desear volver a un pasado anterior al Concilio, habría que aconsejar a todos estudiar sus libros y volver a examinar su posición sobre el Concilio. Porque no todo lo que fue dicho y hecho después del Concilio, fue llevado a cabo en concordancia con el mismo –y esto se aplica también a la diócesis de Basel. En todo caso, las últimas semanas me han mostrado que un problema primordial de la situación actual ha sido un muy pobre y, en parte, un muy unilateral entendimiento y aceptación del Concilio, incluso por parte de los católicos que lo defienden “incondicionalmente”. En este sentido todos nosotros –una vez más me incluyo- tenemos mucho por hacer. Por lo tanto, nuevamente repito mi pedido urgente: ¡Más honestidad, por favor!
+ Kurt Koch
Fuente: Website de la Diocesis de Basel, What Does The Prayer Really Say
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
sábado, 27 de junho de 2009
Canto Gregoriano: as possibilidades e as condições para o seu restabelecimento
por Valentino Miserachs Grau
Director do Pontifício Instituto de Música Sacra, Roma
Discurso aos participantes na jornada de reflexão sobre
Não se trata da minha opinião, mas do pensamento da Igreja. A este respeito, veja-se a documentação desde o motu proprio "Inter Sollicitudines" de S. Pio X até aos nossos dias, passando por Pio XII ("Musicae Sacrae Disciplina"), pelo capítulo VI da constituição do concílio Vaticano II sobre a liturgia, pela subsequente instrução emitida pela Congregação para os Ritos em 1967, e pelo recente quirógrafo de João Paulo II em comemoração do centésimo aniversário de "Inter Sollicitudines", de 1903. Outro exemplo reside na declaração conclusiva do sínodo dos bispos, reunido em Outubro último [2005]: "Começando na sua formação no seminário, os presbíteros deveriam ser preparados para perceber e celebrar a Missa em Latim. Deveriam também [...] apreciar o valor do canto gregoriano. [...] Os próprios fiéis deveriam ser educados a este respeito."
A motivação para este desiderato é amplamente compreensível, se não mesmo autoevidente. De facto, a exclusão quase completa do Latim e do canto gregoriano nos últimos quarenta anos é incompreensível, especialmente nos países latinos. É incompreensível, e deplorável.
O Latim e o canto gregoriano, profundamente ligados às fontes bíblicas, patrísticas e litúrgicas, são parte daquela "lex orandi" forjada ao longo de quase vinte séculos. Por que razão deveria ocorrer tal amputação, e de ânimo tão leve? É como cortar raízes – numa ocasião em que se fala tanto de retorno às raízes.
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Disponível também em inglês e italiano.
quinta-feira, 25 de junho de 2009
Reforma de Bento XVI: Cristocentrismo ou clerigocentrismo na Liturgia?
O altar e a Cruz
Sendo o Cristianismo, como lhe chamou Schiller, a religião da Cruz, percebe-se que nem depois da ressurreição ela se extinga.
E o certo é que a própria religiosidade popular nos faz anunciar, em pleno Dia de Páscoa, a Ressurreição transportando a Cruz.
E, de facto, há aqui uma profundidade de sentido e uma plenitude de significado: Aquele que voltou à vida foi Aquele que deu a vida; Aquele que ressuscitou foi Aquele que morreu; Aquele que venceu a Cruz foi Aquele que morreu na Cruz. Em síntese, a Cruz não é eliminada; é transfigurada.
É por isso que S. Paulo, frente à apetência dos judeus por milagres e à paixão dos gregos pela sabedoria, coloca o enfoque da sua pregação em Cristo crucificado (cf. 1 Cor 1, 24). Tem consciência de que a sua opção é passível do qualificativo de loucura (moria). Pouco depois, S. Justino viria a falar de demência (mania). Mas nem um nem outro vacilam.
O paradoxo cristão atinge, aqui, o seu esplendor: a vida brota da morte. Para dar frutos, o grão de trigo tem mesmo que morrer (cf. Jo 12, 24).
A Liturgia, enquanto celebração do mistério de Cristo morto e ressuscitado, dispensa, como não podia deixar de ser, um lugar predominante à Cruz. Não é só nos caminhos, nos monumentos e nas procissões que ela nos aparece. Ela surge, ante nós, na própria celebração.
Habitualmente, há um grande Crucifixo no interior das igrejas. Também se pode transportar um Crucifixo na procissão inicial ficando, de seguida, ao lado do altar. Quem acompanhar, entretanto, as recentes celebrações presididas pelo Santo Padre, repara certamente na presença de uma Cruz sobre o altar.
Recorde-se que a Instrução Geral do Missal Romano preceitua, no número 308, que «sobre o altar ou junto dele se coloque uma Cruz».
Não é, portanto, estritamente obrigatório que a Cruz figure em cima do altar. Mas também não está proibido (longe disso!) que ela lá se mantenha. Tendo em conta que o Sucessor de Pedro, como Pastor da Igreja Universal, é modelo e exemplo, valerá a pena prestar atenção às (ponderosas) razões que aduz.
No célebre livro "Introdução ao espírito da Liturgia", defende claramente esta posição demarcando-se das posições contrárias: «Considero absurdas as inovações que põem de lado a Cruz a fim de libertar a vista dos fiéis para o sacerdote. Será que a Cruz incomoda? Será que o sacerdote é mais importante que o Senhor? Este erro deveria ser corrigido o mais depressa possível. O Senhor é o ponto de referência. Ele é o Sol nascente da História».
Poderá alegar-se que o sacerdote ao olhar para a assembleia e a assembleia ao olhar para o sacerdote estão a ver a imagem de Cristo no ser humano. Nesse caso, o puro estar voltado para os outros seria a posição correcta da oração.
Antes de mais, sabemos que é cada vez mais difícil às pessoas verem umas nas outras aquilo que as assemelha a Deus. Daí a necessidade de «o aprenderem e a função da Eucaristia é ensiná-lo». Na Cruz está «a imagem do Deus invisível» (Col 1, 15).
Acresce que o sacerdote não pode ser visto como o centro da celebração. Pelo que urge advertir para «o risco de o sacerdote que se volta para a comunidade formar com ela um círculo que se fecha em si».
O teólogo Joseph Ratzinger insistia muito neste ponto. O Papa Bento XVI, com nobre delicadeza vivencial, tem-lhe dado expressão. O importante não é olhar para o sacerdote; é olhar, em conjunto com ele, para o Senhor.
Novas remodelações em perspectiva na Liturgia? «Nada é tão prejudicial para a Liturgia como o permanente “mexer”». Se não é possível que nos voltemos comunitariamente para o Oriente, «a Cruz pode servir como o Oriente interior da nossa fé».
Basta, pois, que ela «fique no meio do altar sendo o ponto de vista comum para o sacerdote e para a comunidade orante».
Fonte: Mansidão
¿Cuál es el carácter propio de la devoción al Corazón Eucarístico de Jesús?
En la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se adora el corazón y se honra de manera especial el amor de Cristo.
En la devoción a la Sagrada Eucaristía se adora el Cuerpo y Sangre de Cristo realmente presente aunque ocultos bajo las apariencias de pan y vino.
En la devoción al Corazón Eucarístico se adora el amor de Cristo manifestado al instituir la Eucaristía y al quedarse con nosotros en este Sacramento del amor para darse como alimento de nuestras almas.
La devoción al Corazón Eucarístico es una manera de responder a las mismas palabras del Evangelio que nos retan a ver como Cristo nos amó hasta la entrega total de sí mismo: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.” (San Juan 13:1)La Eucaristía es manifestación de la plenitud, de la grandeza, y de la profundidad del amor de Jesús que siempre busca el mayor bien para nosotros.
Efectos de esta devoción en nuestros corazones
Esta devoción nos ayuda a darnos cuenta de la infinita misericordia de Dios, que con gran benevolencia ha querido que su Hijo se quedase verdaderamente presente en la Eucaristía para que nosotros pudiésemos beneficiarnos de su amor. Además, el contemplar el Corazón Eucarístico de Jesús nos lleva a experimentar en nuestro corazón una profunda humildad, ya que vemos como Dios, a pesar de todas nuestras miserias y faltas nos ha amado a tal extremo. Contemplar el Corazón Eucarístico nos lleva a reconocer nuestros pecados–, nos mueve al arrepentimiento y a la conversión, porque en la Eucaristía estamos contemplando a “Aquel que fue traspasado.”
¿Cómo debemos practicar esta devoción?
Honrando al Corazón de Jesús en la Eucaristía.
Asistiendo a la Santa Misa con un espíritu de mayor agradecimiento, respeto y amor.
Ofreciendo la Misa al Padre Celestial en acción de gracias por habernos dado al Sagrado Corazón, tan amoroso y bondadoso con nosotros y para que el Sagrado Corazón de Jesús sea mejor conocido y amado por los hombres. En desagravio y reparación por las injurias que todos los hombres hacen contra el Corazón Eucarístico de Jesús.
La devoción al Corazón Eucarístico, es el vínculo de amor que nos une a Dios. Busquemos con todo nuestro corazón honrar y amar su Corazón para que así también otros lleguen, por nuestro ejemplo, a amarle y conocerle.
Fuente: Conozcamos su Corazón
Festa do Coração Eucarístico de Jesus
O Coração Eucarístico de Jesus!!!
Este é o Coração de Jesus considerado em si mesmo, porque considerado em relação a nós é digno de culto e veneração, de ternura e da mais sincera gratidão.
O Coração de Jesus é a representação, o símbolo e o centro daquele amor imenso, admirável e infinito, com que nos ama a todos e cada um de nós; se quisermos saber qual o é o amor que de Jesus tem para com os homens, recordemos aquela terníssima cena de Belém; por que se fez um pobre menino, em um desmantelado estábulo de animais, o Deus de Majestade divina? Por amor aos homens. Por que esteve trinta anos na oficina de um pobre carpinteiro, obedecendo a sua pobre e humilde Mãe? Por amor aos mortais. Por que esteve tantas vezes recorrendo a pé, suando, as cidades e aldeias da Judéia e da Palestina, perdoando os pecados, consolando os aflitos, curando os enfermos, e como diz o Apóstolo, fazendo bem a todos? Por amor à humanidade, Por que esteve humilhado, prostrado diante dos seus discípulos, lavando-lhes os pés, inclusive do pérfido Judas? Por amor que nos tem. Por que suou sangue no horto, e sofreu os insultos na casa de Anãs e Caifás, e os açoites na casa de Pilatos? Por amor. Isso é pouco. Já estava cravado na cruz, dando seu sangue e sua vida para salvar os homens, ao seu lado estavam aqueles insolentes verdugos insultando-o, e o manso Jesus disse a seu Pai: “Perdoai-lhes porque não sabem o que fazem !”
Há amor semelhante a este? E que diremos da instituição da Eucaristia? O amor que Jesus nos tinha não permitiu separar-se de nós, e já que ia concluir sua vida mortal, encontrou meio de estar sempre conosco na Sagrada Eucaristia.
Tendo chegado o tempo de sua partida, Jesus não soube deixar-nos sem um dom qualquer, e o dom foi como só o seu Coração podia achar. O Coração de Jesus dispondo, com a sua onipotência, de meios iguais as seu desejo, achou uma lembrança que realizasse o sonho do amor, isto é, o de estar sempre com a pessoa amada. E ele disse aos seus amados: “Isto é o meu corpo, e este é o meu sangue: renovai este sacramento em memória de mim”. Que dom é a Eucaristia! Como devemos amá-la! Nós temos no altar o Coração verdadeiro de Jesus no seu corpo vivo: resta-nos adorá-lo, amá-lo e desagravá-lo de tantos pecados que se cometem contra este Sacramento de Amor.
Dom José Silva Chaves
Bispo Emérito da Diocese de Uruaçu/GO
quarta-feira, 24 de junho de 2009
Bento XVI: o objetivo deste Ano Sacerdotal é renovar em cada sacerdote a aspiração à perfeição espiritual motor da eficácia de seu ministério
Cidade do Vaticano, 24 jun (RV) - Milhares de fiéis e peregrinos participaram esta manhã da audiência geral do papa na Praça São Pedro. Em sua catequese, o pontífice recordou a abertura do Ano Sacerdotal, por ocasião dos 150 anos da morte de São João Maria Vianney, e a conclusão do Ano dedicado ao Apóstolo Paulo. Bento XVI fez uma analogia entre o evangelizador que realizou inúmeras viagens e o humilde padre que desempenhou trabalho pastoral em uma pequena aldeia. “Os dois têm em comum uma identificação total com seu ministério e uma profunda comunhão ao Cristo” – disse.
“O objetivo deste Ano, como escrevi na carta que enviei aos sacerdotes - afirmou Bento XVI - é renovar, em cada um deles, a aspiração à perfeição espiritual, motor da eficácia de seu ministério. Esta iniciativa servirá também para reforçar em todo o Povo de Deus a consciência do dom imenso que supõe o ministério ordenado para quem o recebe, para toda a Igreja e para o mundo”.
Bento XVI disse esperar que este Ano seja um tempo de muita graça, para que todos os sacerdotes aprofundem sua intima união com Cristo crucificado e ressuscitado. E auspiciou que sigam os exemplos de São João Batista, 'restringindo-se' para que Ele cresça; e do Cura d’Ars, considerando sempre a enorme responsabilidade de sua missão.
“Ao acolher o desejo de Cristo, na oração e na união de coração com Ele, o sacerdote é ministro da saúde dos homens, de sua bondade e de sua autêntica libertação. Sua união pessoal com o Senhor deve envolver todos os aspectos de sua vida e atividade”.
Concluindo a catequese, Bento XVI confiou todos os presbíteros, neste Ano Sacerdotal, à proteção de Maria, Mãe da Igreja, e pediu orações para que eles cresçam fiéis à sua missão de ser sinais da presença e da infinita misericórdia de Cristo.
Em seguida, o papa saudou os fiéis em várias línguas, entre as quais o português:
“Amados peregrinos de língua portuguesa, uma cordial saudação de boas-vindas para todos, nomeadamente para o grupo de Famões e os paroquianos de Espinho, confiando às vossas preces de modo particular os sacerdotes, neste ano a eles dedicado, para que sejam, a exemplo do Santo Cura d´Ars, sinal e presença da infinita misericórdia de Deus no meio dos seus irmãos. Sobre vós e vossas famílias, desça a minha Bênção”.
terça-feira, 23 de junho de 2009
San Juan Bautista: hombre por naturaleza, ángel en cuanto al modo de vida
La Buhardilla nos ofrece su traducción de un artículo de Manuel Nin, para L’Osservatore Romano, sobre la natividad de san Juan bautista en la tradición bizantina.
La figura del profeta y “precursor” (pródromos) Juan Bautista es una de las más celebradas en la tradición litúrgica bizantina. Como para Cristo y María, se celebra la concepción (23 de septiembre), el nacimiento (24 de junio) y la muerte (el martirio, la decapitación, el 29 de agosto). El Bautista es recordado, luego, el 7 de enero, inmediatamente después de la fiesta del Bautismo de Cristo, según la praxis de las liturgias orientales por la cual el día siguiente a una gran fiesta celebran al personaje por medio del cual Dios lleva a término su misterio de salvación. Se celebra también el hallazgo de las reliquias (la cabeza) de Juan, mientras que cada martes la Liturgia lo conmemora de modo especial.
Las celebraciones de la concepción, del nacimiento y de la muerte ponen al Bautista junto a Cristo y a la Madre de Dios, y esto se refleja también en la iconografía: el Déisis es el ícono de los grandes intercesores, María y Juan, con Cristo representado como el rey sentado sobre el trono de gloria, que tiene a la derecha a “la reina vestida con un manto de oro multicolor” y a la izquierda al Precursor, el ángel que le prepara el camino y que lo anuncia e indica como “el cordero de Dios”.
El oficio de la fiesta recoge troparion compuestos por los grandes iconógrafos bizantinos Juan Damasceno y Andrés de Creta y por la monja Casiana (siglo IX), única mujer himnógrafa en la tradición bizantina que nos ha dejado también bellísimos textos para el miércoles santo y el sábado santo. Toda la liturgia del día subraya cómo el nacimiento de Juan Bautista es el inicio del anuncio de la salvación que llegará con el nacimiento de Cristo: “Juan, naciendo, rompe el silencio de Zacarías, porque no convenía que el padre callase al nacimiento de la voz”.
Los títulos dados a Juan están siempre relacionados con Cristo: “Lámpara de la luz, rayo que manifiesta el sol, mensajero del Dios Verbo, paraninfo del esposo”. Varias veces los textos litúrgicos lo llaman “óptimo hijo y ciudadano del desierto”, mientras que la tradición monástica de Oriente y Occidente tendrá siempre gran estima por el Bautista en su dimensión de soledad y de ascesis en el desierto. Y aún en varios textos la liturgia presenta a Juan sirviéndose de imágenes por contraste: “Brote de la estéril, alba que anticipa el sol”.
El final de la esterilidad de Isabel es presentado como tipo y prefiguración de la fecundidad de la Iglesia; aquella dará a luz al Bautista, ésta da a luz a los hijos en el bautismo. El rol que los textos dan a Juan es el de intercesor ante Cristo, voz que lo anuncia, ángel que lo precede y prepara el camino; por eso, también la iconografía del Bautista muy frecuentemente lo presenta con las alas del ángel. Él es el ángel, el soldado que precede al rey, como lo canta Casiana en el oficio vespertino de la fiesta: “Precediendo como soldado al rey celestial, realmente allana los senderos de nuestro Dios, hombre por naturaleza pero ángel en cuanto al modo de vida; abrazadas la castidad perfecta y la templanza, las poseyó según naturaleza”.
Diversos troparion ponen en paralelo, con un fin claramente cristológico, el nacimiento del Bautista y el nacimiento de Cristo, nacimiento de la voz y nacimiento del Verbo, nacimiento de una estéril y nacimiento de una Virgen; el del Bautista no ocurre sin concurso humano, mientras que el de Cristo ocurre de la Virgen sin concurso humano: “Celebramos al precursor del Señor, que Isabel ha dado a luz como madre estéril, pero no sin semilla: Cristo sólo, de hecho, ha atravesado una tierra no transitable y sin semilla. A Juan lo ha generado una estéril pero no sin hombre lo ha dado a luz; a Jesús lo ha dado a luz una Virgen pura, cubierta con la sombra del Padre y del Espíritu de Dios”.
El ícono de la fiesta retoma el del nacimiento de la Madre de Dios, y con muchas semejanzas el del nacimiento de Cristo. En la parte superior, Isabel está tendida en el lecho, después de haber dado a luz al niño, en la misma disposición que Ana en el ícono del nacimiento de María, y de ésta en el ícono del nacimiento de Cristo. Las tres mujeres en los tres íconos son símbolo de la fecundidad de la Iglesia por medio del bautismo. En el ángulo inferior vemos diversas mujeres que lavan al recién nacido, escena que encontramos también en los íconos de los nacimientos de María y de Cristo. En los tres, el recién nacido es lavado en una jofaina, con una simbología ligada al bautismo.
En un ángulo, Zacarías escribe en una tablilla el nombre del recién nacido, Juan. También Joaquín y José ocupan un ángulo en los íconos del nacimiento de María y de Cristo, el primero en una actitud de contemplación del misterio y el segundo representando en sí mismo el asombro de la humanidad frente al misterio de la encarnación. Aquel que es “profeta de Dios y precursor de la gracia”, que anuncia y precede el don de Cristo, lo celebramos hoy en el misterio del nacimiento de una pareja de ancianos, avanzados en los años pero hechos fecundos por la gracia del Espíritu, que de la vejez y de la esterilidad hace fructificar la verdadera alegría.
Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
segunda-feira, 22 de junho de 2009
Video de uma Ordenação Sacerdotal na Forma Extraordinária do Rito Romano ou Rito Gregoriano
domingo, 21 de junho de 2009
Declaraciones del Cardenal Antonio María Rouco en la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús
"El padre Bernardo Hoyos va a ser beatificado pronto, y las apariciones a él del Sagrado Corazón tienen mucha solidez. Queremos que eso resuene como una nota de la especial Providencia de Cristo con respecto a España, la gran nación misionera de la Iglesia en la Edad Moderna. Tenemos confianza en esa especial Providencia, que no permitirá que la apostasía se extienda, se consume, sino al contrario. Tenemos la esperanza de una nueva primavera de la Iglesia en España, con repercusiones en la Iglesia universal. Vemos que están surgiendo nuevas realidades de grupos, de personas, de carismas que todavía no han mostrado una eficacia deslumbrante, y que pueden parecer sólo florecillas. Pero son ya más que brotes verdes. ¡Son un jardín que empieza a florecer! Y muchos jóvenes vienen a conocer esas flores de la nueva vida".
"En el postconcilio hubo un declive de la espiritualidad del Sagrado Corazón. Iba unida a prácticas de religiosidad popular, que al no encajar fácilmente con las reformas litúrgicas, se fueron dejando. También afectó la crisis del matrimonio y de la familia. El Corazón de Jesús estaba muy metido en la vida de las familias españolas, que se consagraban a Él, como recordaban las placas en las puertas de las casas.
Algunos vincularon el Sagrado Corazón a ciertas fórmulas de piedad melosas, dulzonas... Esas deformaciones se dieron, pero también existía una veta profundamente enraizada, sobre todo, en la espiritualidad ignaciana. Más aún, hubo un movimiento que intentó recuperar y renovar, en clave del nuevo marco teológico y espiritual abierto por el Concilio Vaticano II, la teología del Sagrado Corazón de Jesús. En Toulouse, se celebró, en 1981, un Congreso, en el que tuvo una ponencia muy famosa el entonces cardenal Ratzinger. Y hubo grupos de fieles muy activos en España. La devoción se mantuvo viva, pero ahora está adquiriendo nueva fuerza, creo que por la necesidad que tenemos de experimentar la gracia de Cristo en un mundo tan atomizado, tan fracturado..."
"La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha estado siempre unida a la piedad eucarística. En el sacrificio eucarístico, se actualiza el momento en el que, del corazón de Cristo, salen sangre y agua. Y en el sagrario existe esa presencia real de Cristo eucarístico. La misma explicación de la instauración del sacramento de la Eucaristía, de que el Señor se humille, hasta convertirse en las sustancias del pan y del vino a disposición del hombre, que Lo puede profanar, que Lo puede ofender, es expresión de esa verdad increíble de que Dios se entrega de una forma en que la humillación no puede ser mayor. Lo inerme de la acción de Dios no puede quedar más al descubierto. Se pone en nuestras manos, y en las manos del sacerdote, en primer lugar, porque es el ministro que hace posible la renovación del sacrificio eucarístico y la adoración permanente al Señor en la Eucaristía. Por tanto, es el máximo protagonista de ese amor al Sagrado Corazón de Jesús, y el máximo responsable de que esa espiritualidad, que está en lo más hondo del sacramento de la Eucaristía, sea de provecho para los fieles, para que puedan ir a beber a las fuentes de la salvación... Podríamos hablar de la identidad eucarística del sacerdote. El sacerdote se define por la Eucaristía, básicamente, por su relación con la Eucaristía.
El Papa ha pedido, además, a los sacerdotes que se coloquen en una situación de tensión, de vocación a la santidad sacerdotal, y que ahonden en la vivencia del misterio de la comunión de la Iglesia y estudien a fondo el Concilio Vaticano II, que no puede entenderse en clave de ruptura, sino de continuación y renovación de una tradición viva que se hace vida nueva, se hace presentación nueva, en este momento dado de la Iglesia. Y termina el Papa pidiendo que el sacerdote viva misioneramente su vocación; que se identifique, primero, en su interior y personalmente, y que se identifique también externamente, para ser testigo misionero del Evangelio. Un sacerdocio propuesto y vivido así, con la figura ideal del santo Cura de Ars, embebido de la devoción al Corazón de Jesús, es lo que nos propone hoy el Papa. La relación entre el Año Sacerdotal y la consagración de España al Corazón de Jesús no puede ser más estrecha..."
“Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Tí se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, mas llevadero su trabajo.Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea.”
Benedicto XVI presenta el antídoto del Padre Pío ante la secularización
SAN GIOVANNI ROTONDO, domingo, 21 de junio de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó la herencia espiritual del san Pío de Pietrelcina como antídoto ante los riesgos de la secularización al visitar este domingo el santuario en el que vivía el fraile capuchino.
"Los riesgos del activismo y la secularización están siempre presentes", advirtió en la homilía de la misa celebrada ante cincuenta mil peregrinos, en el atrio de la iglesia de san Pío de Pietrelcina en San Giovanni Rotondo.
El padre Pío recordaba y sigue recordando "lo que es verdaderamente necesario: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios", indicó el pontífice, que dedicó la jornada a una peregrinación tras las huellas del fraile de los estigmas (1887-1968), canonizado por Juan Pablo II, el 16 de junio de 2002, quien también visitó este santuario en 1987.
Por eso el pontífice dejó este consejo a los fieles que le escuchaban: "Cuando os deis cuenta de que corréis este riesgo, contemplad al padre Pío, su ejemplo, sus sufrimientos; e invocad su intercesión, para que os alcance del Señor la luz y la fuerza que necesitáis para continuar con vuestra misión empapada de amor por Dios y de caridad fraterna".
Los peregrinos, que tuvieron que afrontar la lluvia desde las primeras horas de la mañana, llegaron procedentes de toda Italia, pero también de países como Estados Unidos o Irlanda, prueba del amor que despierta en los cinco continentes.
De hecho, el santuario de San Giovanni Rotondo es el tercero más visitado del mundo católico, tras el Vaticano y la Basílica mexicana de la Virgen de Guadalupe, con más de siete millones de fieles al año.
Un fenómeno que se explica por la atracción que sigue provocando el padre Pío, "un hombre sencillo, de orígenes humildes", recordó el Papa, pero que se dejó conquistar por Cristo, "para hacerse instrumento elegido por el poder perenne de su Cruz: poder de amor por las almas, de perdón y reconciliación, de paternidad espiritual, de solidaridad concreta con los que sufren".
El obispo de Roma explicó que seguir a Cristo, como hizo el padre Pío, "no significa alienación, pérdida de la personalidad: Dios no anula nunca lo humano, sino que lo transforma con su Espíritu y lo orienta al servicio de su designio de salvación".
El "apóstol del confesionario", como era conocido el padre Pío, su nombre de pila era Francesco Forgione, tras ingresar en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, fue ordenado sacerdote en 1910.
En el convento de San Giovanni Rotondo, fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento, para acoger a los más necesitados. A los 31 años comenzó a experimentar el fenómeno místico de los estigmas (llagas similares a las de Cristo clavado en la cruz).
Los estigmas se mantuvieron a lo largo de toda su vida. La herida del costado, al igual que los otros estigmas, manaba sangre con frecuencia y aún más durante la Semana Santa. Los de las manos los escondía bajo unos guantes de lana.
Los estigmas desaparecieron sin dejar huellas el 22 de septiembre de 1968, un día antes de su muerte. Junto a su fama de santidad se extendieron también las fuertes críticas contra su persona y humillaciones. Fue investigado por el Santo Oficio, motivo por el cual durante tres años no pudo celebrar misas en público. Tras años de investigaciones se demostró que todo era falso.
Tras la misa, al rezar el Ángelus, Benedicto XVI encomendó a la intercesión de la Virgen María y de san Pío de Pietrelcina "de manera especial el Año Sacerdotal", que inauguró el viernes pasado, solemnidad del sagrado Corazón de Jesús.
"¡Que sea una ocasión privilegiada para destacar el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio!", reconoció.
El Papa almorzó en la Casa Alivio del Sufrimiento y en la tarde mantuvo un encuentro con los enfermos y el personal del hospital.
Tras un encuentro en la iglesia de san Pío de Pietrelcina con los sacerdotes, religiosos y religiosas, y los jóvenes, regresó a Roma.
Fuente: Zenit y Daylife
Cardenal Rouco en la Renovación de la Consagración de España al Sagrado Corazón: «La descristianización no conduce a ningún futuro de salvación»
(Agencias) La explanada del Cerro de los Ángeles, en Getafe, ha acogido esta mañana la renovación de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en su 90º Aniversario, presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio Mª Rouco Varela. En su homilía, Rouco ha recordado que «aquí, en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica, se consagraba a España hace noventa años al Sagrado Corazón de Jesús ante la estatua que había sido levantada por la piedad cristiana del pueblo español en este lugar elegido sabiamente para expresar, esculpida en piedra, una plegaria ardiente e incesante: que el Sagrado Corazón de Jesús reinase en España por la gracia de su amor infinitamente misericordioso, elección, fruto de una luminosa toma de conciencia histórica y llena de un profundo significado espiritual para el presente y el futuro de España».
Unos tiempos, señaló, «recios», en los que «detrás de la desolación física se escondía el vacío moral y espiritual. Ni la llamada “cuestión social” con la hiriente y dramática explotación de los trabajadores y sus familias, ni la problemática de la deseada unidad y concordia de las naciones europeas habían encontrado nuevos horizontes que indicasen la recta dirección para una solución justa y duradera. En ellos, la Iglesia ofrecía “la propuesta del Misterio del Amor de Dios revelado y donado en Jesucristo para la salvación del hombre y, con la salvación del hombre, para la salvación del mundo.
También hoy necesita nuestra patria los bienes de la reconciliación, de la solidaridad, de la justicia, de la concordia y de la paz. El terrible atentado de ETA que le costó anteayer la vida a un servidor de la seguridad y de la paz de todos los españoles lo pone dramáticamente una vez más de manifiesto. Esos bienes los necesitan especialmente nuestros jóvenes generaciones y sus familias». El cardenal se preguntó si España puede «encontrar hoy los caminos de un futuro pleno de los bienes que constituyen y aseguran la dignidad de la persona y el bien común de todos sus hijos e hijas abandonando la fe de sus mayores».
«Porque tenemos la certeza de que el camino de la descristianización no conduce a ningún futuro de salvación y de verdadera felicidad para el hombre, renovamos hoy, en el Cerro de los Ángeles, aquella solemnísima consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que hicieran nuestros antepasados en la Iglesia y en la sociedad en el año 1919 para que alumbrara la luz de la verdadera esperanza en aquellos momentos tan cargados de graves incertidumbres no sólo para ella, sino también para Europa y para el mundo».
«Lo hacemos», señaló, «pidiéndole para todas las familias de nuestra patria y para todos los españoles que nos conceda por medio de su Espíritu robustecernos en lo profundo de nuestro ser, que Cristo habite por la fe en nuestros corazones, que el amor sea nuestra raíz y nuestro cimiento (...) que comprendamos y bebamos el amor en su fuente purísima, en el Sagrado Corazón de Jesús! Sólo así podemos ser testigos de la esperanza gozosa y eterna».
«¡Quiera Nuestro Señor Jesucristo reinar hoy y siempre en España, en el corazón de sus hijos y de sus hijas, como lo había prometido al Siervo de Dios, Bernardo de Hoyos!».
Haciendo alusión al Año Jubilar Sacerdotal, que comenzó el pasado viernes, 19 de junio, recordó que «los sacerdotes son los instrumentos imprescindibles de la gracia y del amor salvador de Cristo», y concluyó manifestando su esperanza de que «la renovada consagración de España al santísimo Corazón no cuajará en frutos abundantes de vida y testimonio del amor cristiano sin sacerdotes santos ¡ España, la España de hoy, necesita muchos y santos sacerdotes según el corazón de Cristo!».
La Eucaristía, ha sido concelebrada por el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Manuel Monteiro de Castro; el Cardenal Prefecto de la Congregación por el Culto Divino, Mons. Antonio Cañizares; los Arzobispos de Valencia, Mons. Carlos Osoro; Burgos, Mons. Francisco Gil Hellín; Pamplona, Mons. Francisco Pérez; y Mérida-Badajoz, Mons. Santiago García Aracil; el Arzobispo Emérito de Valencia, Cardenal García-Gasco; los Obispos de Getafe, Mons. Joaquín L. de Andújar; Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Plá; Málaga, Mons. Jesús Catalá; Zamora, Mons. Gregorio Martínez Sacristán; Coria-Cáceres, Mons. Francisco Cerro Chaves; Palencia, Mons. José Ignacio Munilla; Segovia, Mons. Ángel Rubio; Plasencia, Mons. Amadeo Rodríguez Magro; la Seu d` Urgell, Mons. Joan Enric Vives Sicilia; y Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López. Y los obispos auxiliares de Madrid, Mons. Fidel Herráez, Mons. César Franco y Mons. Juan Antonio Martínez Camino, sj, y Getafe, Mons. Rafael Zornoza.
Los jóvenes, en vela por el Sagrado Corazón
En la madrugada de ayer se celebró en la Basílica del Santuario una Vigilia de Oración con miles de jóvenes venidos de toda España, organizada por el movimiento Jóvenes por el Reino de Cristo (JRC), con el apoyo del Departamento de Juventud de la Conferencia Episcopal. En este lugar se recuerda que el corazón, símbolo del amor, expresa en aquel Monumento el amor de Dios encarnado en un corazón humano.
La Delegación Diocesana de Juventud del Obispado de Getafe quiso «dar gracias a Dios» por suscitar en la Historia políticos «con fe y sin complejos en la vida pública como fue, con aquel gesto, el Rey Alfonso XIII» y expresó su gratitud a los predecesores que al transmitir su fe a las generaciones actuales, «han transmitido una herencia nacional gloriosa, llena de fe y esperanza».
«El joven sabe que es imposible construir el futuro sin el respaldo del pasado», señalaron, al tiempo que destacaron que este hecho invita, como señala su Proyecto Diocesano de Juventud «a una comunión a través del tiempo entre los cristianos, más allá de los revestimientos que la experiencia de la fe haya tenido en las circunstancias accidentales de cada época». Además, la Delegación está convencida de que el problema actual de España no radica tanto en las políticas educativas y juveniles laicistas "cuanto en la secularización de tantos corazones bautizados que al perder su identidad dejan de ser luz en la oscuridad para aquellos que, lógicamente, no generan comunión pues aún no han conocido al Amor".
Oración de consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús
«Hijo eterno de Dios y Redentor del mundo, Jesús bueno, tú que al hacerte hombre te has unido en cierto modo a todo hombre y nos has amado con tu corazón humano, míranos postrados ante tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser y, para vivir más estrechamente unidos a ti, todos y cadauno nos consagramos hoy a tu Sagrado Corazón.
De tu corazón traspasado brota el Amor de Dios, hecho allí visible para nosotros y revelado para suscitar nuestro amor. Ante la generación del nuevo milenio, tan esperanzada y tan temerosa al mismo tiempo, la Iglesia da testimonio de la misericordia encarnada de Dios dirigiéndose a tu Corazón.
Muchos, por desgracia, nunca te han conocido; muchos, despreciando tus mandamientos te han abandonado. Jesús misericordioso, compadécete de todos y atraélos a tu Corazón. Señor, sé rey no sólo de los hijos fieles, que jamás se han alejado de ti, sino también de los hijospródigos que te han dejado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sé rey de aquéllos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de ti: devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto seforme un solo rebaño de un solo pastor.
Concede, Señor libertad a tu Iglesia; otorga a todos pueblos y, en particular, a España la paz y la justicia; que del uno al extremo de la tierra no resuene sino esta voz; bendito sea el Corazón divino, causa de nuestra salvación; a él la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén»
Fuente: Religión en Libertad
sábado, 20 de junho de 2009
RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL CORAZÓN DE JESÚS
TERCEIRO DOMINGO DEPOIS DE PENTECOSTES
Tu, Austria, paenitete
La fe se puede perder en cualquier edad y condición de vida. O más bien, se puede perder la verdad de la fe, adulterándola, contaminándola, confundiéndola – casi sin darse cuenta – con otra cosa, con certezas – o incertidumbres – humanas, que toman el lugar de la fe en Cristo y en su Palabra.
La Buhardilla nos ofrece su traducción de la homilía que el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Papa Benedicto XVI, pronunció al comenzar la reunión pastoral con los obispos de Austria, realizada en el Vaticano los días 15 y 16 de junio.
Queridos y venerados Hermanos,
Al inicio de una reunión pastoral que examinará la realidad de una Iglesia particular, estamos reunidos en torno al altar del Señor en este lugar donde todo nos habla de fe en Cristo y de servicio a su Iglesia. Nos hemos puesto juntos a la escucha de la Palabra de Dios, en la consoladora certeza de que de aquí podemos sacar todo aquello que necesitamos para nuestro ministerio y también para afrontar las dificultades que comporta. Es motivo de alegría y de reconocimiento pensar que el Santo Padre quiera tomar cuidado de una Iglesia particular – como el pastor que se preocupa de una oveja – para conocer bien la situación, profundizar los problemas y las potencialidades espirituales, rezar juntos pidiendo luz y fuerza al Espíritu Santo, sugerir los remedios necesarios y orientar el camino. Desde aquí, de la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nosotros tomamos la verdad y la fuerza de la comunión. También los santos Apóstoles Pedro y Pablo vigilan sobre este encuentro, y su asistencia espiritual es invocada precisamente a partir de la Liturgia que estamos celebrando. De san Pedro y de su intercesión nos habla el ambiente mismo en donde nos encontramos, junto a su Sepulcro; mientras que a san Pablo nos refieren las oraciones y las lecturas bíblicas, propias de la Misa votiva del Apóstol de los gentiles. Y es esta elección litúrgica la que me sugiere una primera consideración de fondo.
Cuando el Santo Padre Benedicto XVI inauguró el Año Paulino, que ya se acerca a su conclusión, ofreció a la Iglesia universal una multiforme riqueza, de la que nos damos cuenta cada vez más con el pasar de los meses. Uno de esos dones, que considero particularmente precioso también para vuestra presente reunión, es éste: pensar en San Pablo, confrontarse con su carisma y su extraordinario testimonio, ayuda a cada comunidad eclesial, a cada cristiano, a despertar en sí el fervor de la misión, de modo que los problemas, las dificultades, los límites, aún permaneciendo como son, son vistos y vividos dentro de una perspectiva distinta, como bajo la acción de un soplo vital que es el Espíritu animador de la Iglesia. San Pablo nos ayuda particularmente a nosotros, los Pastores, a renovar nuestro fervor apostólico, la sensibilidad al valor sobrenatural de nuestro ministerio. Releyendo y meditando las Cartas de san Pablo y los Hechos de los Apóstoles, vemos cómo toda la Iglesia fue entonces fuertemente edificada por el testimonio de Pablo y sus ejemplos, se sintió fortalecida por el impulso apostólico que surge de la caridad de Cristo y del poder de su resurrección. Es lo que nos sucede hoy, en esta Liturgia: nos confiamos a la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, tras el ejemplo de Pablo y de sus compañeros de misión.
En el Evangelio, hemos vuelto a escuchar las palabras de Jesús Resucitado, que dice a los Apóstoles: “Id… predicad” (Mc. 16, 17-18). El Señor promete que la misión estará acompañada, para cuantos reciban la Buena Noticia, por algunos “signos”, que manifiestan su señorío sobre el mal: demonios, serpientes y venenos no tendrán poder sobre los creyentes (cfr. Mc. 16, 17-18). Esto hace pensar en las pruebas y en las insidias que la Iglesia encuentra y encontrará siempre durante su peregrinación terrena. Las comunidades cristianas, como los judíos en el éxodo a través del desierto, se encuentran afrontando peligros y tentaciones de diversos géneros. Algunos provienen del exterior pero otros – particularmente dolorosos y dañinos – del interior. También de esto encontramos múltiples testimonios en el Nuevo Testamento. San Pablo mismo ha debido hacer frente a muchos problemas que surgían del interior de las comunidades por él fundadas, y en cada situación ha hablado y actuado con la fuerza que le venía del Señor resucitado y de su Espíritu Santo, animado siempre y solamente por la pasión por la verdad y por la comunión, por el amor por Cristo y por su cuerpo que es la Iglesia.
En san Pablo nos impresiona, además, la seguridad con la que afirma haber hecho siempre todo lo que estaba en su poder para cumplir fielmente la misión y por el bien de la Iglesia. Lo vemos en el texto de la Segunda Carta a Timoteo que constituye la primera lectura de hoy, pero también en el discurso de despedida a los ancianos de Éfeso que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles (20, 18-25). No se trata, naturalmente, de una confianza en sí mismo y en las propias capacidades: de esto Pablo está, por así decir, inmunizado a partir de su conversión. Justamente y solamente porque todo para él y en él se ha convertido en “gracia”, es que puede “jactarse” de lo que la cruz de Cristo obra en su vida y en su ministerio.
Quisiera destacar brevemente dos cosas, queridos Hermanos. La primera es el hecho de que el Apóstol diga: al fin de la vida, después de tanto trabajo por el Evangelio, “he conservado la fe” (2 Tm. 4, 7). Nos podría sorprender pero nos hace reflexionar: la fe es el don más precioso y nunca es adquirido de una vez para siempre. La fe se puede perder en cualquier edad y condición de vida. O más bien, se puede perder la verdad de la fe, adulterándola, contaminándola, confundiéndola – casi sin darse cuenta – con otra cosa, con certezas – o incertidumbres – humanas, que toman el lugar de la fe en Cristo y en su Palabra. La segunda reflexión se refiere a la perspectiva escatológica: Pablo no ha ahorrado energías en el trabajo pastoral pero su “carrera” siempre ha apuntado más allá, hacia la meta última. Lo escribe a los Filipenses (3, 12-14), en términos muy similares, y lo dice aquí, a Timoteo. El Apóstol tiene la clara conciencia de que su único verdadero juez es el Señor y que a Él deberá rendir cuentas. Los tribunales humanos hacen su parte pero la instancia decisiva es la de Cristo, que es justo y dará a cada uno según sus obras. También esta actitud espiritual de san Pablo es para nosotros un saludable recordatorio: a no perder nunca, en los acontecimientos y cuestiones de este mundo, el horizonte supremo, el horizonte de Dios.
Queridos y venerados Hermanos, dejemos que esta divina Palabra ilumine y conforte nuestros corazones. Invoquemos con confianza al Espíritu Santo para que, mediante el encuentro de estos días, ayude a la Iglesia, particularmente a la Iglesia que está en Linz, a caminar en la verdad y en la caridad. Nos lo obtenga la intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los santos Patronos de la Diócesis de Linz.
Texto original: Sitio de la Santa Sede
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo